Criptofascismo vs. Protorevolución: la lucha equivocada

Una nueva forma de cáncer social asola las vastas geografías del subcontinente latinoamericano.

Nos referimos a las mutaciones de un viejo mal, el mismo que hace percibirse a algunas células del cuerpo social como "buenas" y diferentes de las otras, y con derecho a eliminarlas para "salvar" al cuerpo de una metástasis.

Varios países latinoamericanos tienen hoy en día gobiernos de tendencia populista, en algunos casos supuestamente de "izquierda": el creciente número de excluidos producto del neocolonialismo capitalista encuentra en las mismas tecnologías utilizadas para someterlos la herramienta para hacerse oír, como en efecto lo hacen a través del voto, logrando de esa manera llegar a ocupar los espacios del poder formal.

Otra explicación, posiblemente no excluyente, de este fenómeno es la percepción en las altas esferas del status-quo de la necesidad de proveer "válvulas de escape" para aliviar las crecientes tensiones socioeconómicas, permitiendo de esa manera a los menos favorecidos y a otros sectores sedientos de justicia social la ilusión de acceso al control.

En todo caso, el proceso va acompañado de una segregación de la sociedad en un "nosotros" y un "ellos"... e inevitablemente se culpa de ello a los nuevos usufructuarios del poder formal, ese que está casi que de adorno pues casi nunca llega a rozar al poder real, el constituido tras el amasamiento de fortunas protegido por un caparazón de legislaciones cómplices.

Sea que el "pueblo" tome el poder, sea que sólo logre organizarse en movimientos de resistencia ante el poder fáctico del capital, se nuclea, se cohesiona alrededor de figuras emblemáticas, de la misma manera que sus contrapartes lo hacen alrededor de otros tantos símbolos (la iglesia, las grandes empresas y sus dueños, las estrellas del entretenimiento que sirven de modernos juglares en el circo sustituto del pan). Se crean los polos, y cada uno atrae partículas que los recubren y los protegen de los ataques de las partículas del polo opuesto.

Los polos son hoy en latinoamérica los líderes de los gobiernos o movimientos progresistas de orientación populista, por un lado, y los generalmente invisibles titiriteros de las clases históricamente favorecidas.
Lula, Chávez, Evo y Correa contra los Cisneros, los Santos, los Noboa y los "Tuto".

Y en el medio estamos nosotros, las "partículas", que nos adherimos por la razón que sea, por simpatía ideológica, por nexos de cualquier tipo a uno de esos dos polos con sus representaciones locales en el continente. Entran a jugar su papel los medios, con sus sutiles fibras directamente conectadas al subconsciente, al punto de ver a un indígena boliviano proclamando con orgullo: "¡Yo soy oligarca!".

Hasta aquí estamos simplemente mirando el asunto "a vuelo de pájaro"... pero el punto es que los polos nos ponen a pelear para ganar o mantener sus espacios de poder. Aquí y en Bolivia se han perdido vidas por estas luchas, sin contar las que se perdieron en la segunda mitad del siglo pasado.
Y es cuando nos toca respirar hondo, hacer un alto en medio del fragor de la batalla y empezar a preguntarnos:

"¿Para qué estoy luchando?"

Allí es cuando vemos que nosotros, las partículas de diferente signo, estamos buscando prácticamente las mismas cosas: estados más eficientes que solucionen los problemas del colectivo, de TODO el colectivo. Y colectivos más humanizados, más libres de la jaula de la ignorancia y la injusticia, más cercanos al concepto de "amor al prójimo". Que no tengan en la delincuencia su único recurso para intentar huir de la marginalidad.

Así que, ubicándonos ahora en Venezuela, me parece insensato que las campañas políticas sigan azuzando al colectivo en contra de uno u otro seudolíder de cualquier bando. Particularmente en la temática de oposición se canaliza una visceralización de intolerancia tan cargada de odio que se hace difícil darle siquiera chance de que los propulsores de ese discurso vindictivo se acerquen al poder más de lo que ya están... e igualmente a quienes desde el gobierno se empeñan en mantenerse aferrados a un discurso divisionista como si eso y sólo eso fuera su "necesaria e indispensable" contribución y vínculo al poder constituido.

Me llamó la atención el hecho de que el PSUV, con todas las imperfecciones que hereda al ser formado aún en y por "la vieja política", impone a sus candidatos designados por las bases el cumplimiento de un compromiso formal.
Si yo fuera de oposición, y dejo claro que NO LO SOY, me pondría a estudiatr y sopesar los pro's y contra's de darle mi voto a un candidato de oposición. ¿Para qué? ¿Para que navegue en contra de la modernización del país?¿Para que enfrente al colectivo que representa en contra de un proceso que, mal que bién, ha venido dotando al país de un mínimo de infraestructura, aún si no con el ritmo que deseamos?
De hecho, buscaría hacer lo que hago ahora: unir fuerzas con las personas que, aún adversando al proceso, no salen todos los días a la calle sedientos de sangre chavista.

PORQUE EL PAÍS NOS PERTENECE A NOSOTROS, y no a los líderes. NOSOTROS, las partículas de diferentes signos, somos la fuerza política que decide con los votos.

Que se maten ellos: nosotros queremos un estado eficiente al que se le pueda pedir rendición de cuentas, un estado que consulte con sus ciudadanos en los asuntos que les conciernen. Queremos dirigentes y autoridades que se entreguen a los colectivos que los eligieron, no a comités de partidos o a decisiones de cúpulas.

Por eso hablo en el título de "lucha equivocada". Nuestro enemigo es la hiperburocracia, es la impunidad, es la ignorancia, es la falta de perseverancia y seguimiento en el mantenimiento de lo nuestro... es el dejarnos naricear por líderes que se disputan lo que nos niegan a nosotros: el poder. Es el permitir que los gremios se cartelicen, que los medios nos utilicen, que las consignas nos hipnoticen.

muninifranco@gmail.com


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Franco Munini


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