Los juegos olímpicos una gran hipocresía

“…tan desigual como el mundo, así es el deporte olímpico. Quizás en el futuro, las Naciones Unidas tomen los resultados de las competiciones olímpicas como un nuevo indicador de desarrollo humano…”


En la confrontación deportiva internacional más importante, los Juegos Olímpicos, las potencias mundiales se esfuerzan para demostrar cuál es el mejor sistema y, por ende, establecer su supremacía a través de las medallas logradas, pues se considera al deporte estrechamente ligado a la evolución y desarrollo histórico, político, social y económico de los pueblos, es decir, como marche el deporte, así marchara el país. Por las implicaciones políticas, sociales e internacionales esta actividad física es considerada una cuestión de Estado, es por ello que los gobiernos de los llamados “países desarrollados” no escatiman recursos económicos y de cualquier índole para obtener resultados que justifiquen su avance.


Rafael Vielma, en la revista digital Latinoamérica Olímpica, en el artículo titulado ANÁLISIS, señala que “…cuando se ve el panorama de los logros de los atletas en los Juegos Olímpicos nos encontramos con un resultado desalentador: Para tener éxito en las Olimpiadas habrá que ser rico y provenir del mundo desarrollado. Tomemos al G-8, el supe exclusivo club de los ocho países más ricos de la Tierra. Estos, EEUU, Rusia, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá, acaparan el 60,2% de las medallas de oro en la historia de los JJOO y representan solo el 13% de la población mundial…”


Las olimpíadas hasta ahora han servido, sobre todo, para exhibir la riqueza, la buena alimentación y los avances técnico-científicos de los países ricos industrializados. Valdría la pena hacer un análisis de las medallas que han obtenido los atletas del tercer mundo, que no tienen suficientes instalaciones deportivas, ni profesores de educación física, ni entrenadores deportivos, ni ciencia y tecnología, ni alimentación adecuada para los niños y jóvenes de cuyas filas deben salir los atletas; las medallas ganadas por los países pobres en las olimpiadas que se han celebrado en el mundo alcanza aproximadamente un 10%, con una población que supera el 80% , un panorama conmovedor según datos recopilados por el historiador Rafael Viema.


De la cita anterior, se deduce que los promotores de los juegos (los países industrializados) no piensan en el deporte, sino en el poder, el prestigio y la riqueza que esta vitrina les ofrece. Es de fariseos gastar miles de millones de dólares y cultivar vanidades patrioteras en la disputa de las preseas olímpicas ofrendadas al altar de este mito, lo que ha costado y nos sigue costando un impresionante volumen de recursos económicos que son tan necesarios en dar soluciones a problemas de vital importancia para el mundo (el hambre nacida de la desigualdad de la distribución de recursos y oportunidades, el calentamiento global engendrado por una locura destructiva de industrialización a mansalva, diversas enfermedades que podrían curarse con una mínima inversión en medicina y tratamiento, guerras fratricidas que nacen de ambiciones de recursos energéticos, minerales, acuíferos y de todo tipo, entre otros muchos males por los que bien valdría la pena luchar). Insisto en que estos gastos bestiales resultan groseros, pues tal cantidad de recursos podría, si no resolver, al menos paliar esa situación.


Mientras el mundo sigue su curso, las naciones sufren sus realidades, los imperialistas plantan su juego y los ciudadanos del mundo nos asombramos cada vez más, en los juegos olímpicos de Beijing más de 10.500 deportistas procedentes de 202 naciones lucharán por el reparto de 302 medallas de oro y sus respectivas platas y bronces. Es muy probable que el cuadro general del medallero de Atenas-2004 se mantenga con pocas modificaciones en Beijing-2008, salvo por el hecho de que se espera ver a China catapultada a la cima del deporte mundial. Nada de lo dicho desmerita el deporte y los encuentros deportivos en sí, sino el sentido de exhibición y la creación de mercados para la comercialización por parte de las naciones industrializadas a costa del resto del mundo, olvidando aquel efecto mariposa de que lo que perjudica a un rincón del planeta termina afectando a todo el resto de la tierra.


En un mundo globalizado (que más bien es imperializado) en donde abundan ejemplos de las ambiciones de las potencias industrializadas con sus conflictos de intereses políticos, económicos y geográficos, sería una candidez o un recurso interesado, celebrar con fanfarrias ese gran espectáculo cada cuatro años que tiene como lema la paz y la armonía entre los hombres de todas las razas y de todas las ideologías, cuando en otros escenarios del mismo planeta (justamente al mismo tiempo y por los mismos patrocinantes) las juventudes son también uniformadas y armadas para sembrar la destrucción y la muerte, ya sea en Irak, Afganistán o en otros territorios, cuyos conflictos son menos publicitados.


El deporte no es y no puede ser algo sagrado, una especie de opio que hace a las personas y a sus sociedades olvidar sus mezquindades y a la vez les permita justificar sus bajezas a través de los Juegos Olímpicos, ese mito monstruoso, enfermo de gigantismo es sólo eso: un mito colosal, un escaparate de vanidades nacionalistas en el cual el triunfador es convertido en héroe, un campeón, un ídolo del sistema que engrosa las filas del panteón de deidades que nutrirán un modelo económico en donde venderán su imagen (y hasta su alma), mientras que el vencido recibirá humillaciones hasta de sus connacionales. Similitudes que se pueden señalar con los bandos de una guerra, en la que la historia se escribe a conveniencia del triunfador con la sangre del vencido.


Esos grandes eventos deportivos sirven para demostrar únicamente la hipocresía, la superioridad científico-tecnológica de los países desarrollados, su buena alimentación y la ignominia que sienten hacia nuestros indios, negros, amarillos y mestizos del mal llamado “tercer mundo”.



Dr.

Antropólogo-Sociólogo

Docente- Investigador Asociado de la U.C.V. Coordinador de la Unidad de Investigación Rendimiento humano, deporte y salud

Email: pedro_garciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño *


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