Es
cierto que el presidente ha respondido a su lema de “trabajar, trabajar
y trabajar”, pero ¿trabajar para quién? Su extenuante trabajo lo
ha consagrado a defender a la oligarquía, a enriquecer a los ricos
en aras del despojo de los más pobres y a perseguir a quienes no son
sus incondicionales, como pudo desenmascararse esta semana con la orden
impartida de que se hiciera espionaje a los dirigentes destacados del
partido de oposición, “el Polo” (Polo Democrático Alternativo),
lo que le costó el cargo a la directora del Departamento Administrativo
de Seguridad (DAS), que opera bajo la directa jefatura del presidente
Uribe.
Sí, que descanse el señor Uribe y que deje descansar al país, porque su tenebrosa gestión ha ido acumulando condiciones sociales, económicas y políticas de una gravedad extrema, que tienen resquebrajado al país y donde, pieza a pieza, la integridad de la estructura nacional colombiana se está derrumbando.
Las
iniquidades que cotidianamente se han venido cometiendo contra nuestro
pueblo, se han venido acumulando, mientras las encuestas muestran una
altísima popularidad del presidente que, con el paso del tiempo, se
ha incrementado. ¿Por qué? Porque el pueblo le tiene miedo a las llamadas
fuerzas del orden, que ejercen, bajo la maniobra de los “falsos
positivos”, la represalia y el terror contra todo aquel que se
oponga al régimen.
No
voy a extenderme para hablar de mi caso, contra quien el gobierno ha
ejercido una persecución persistente y continua, acusándome ante los
entes de justicia de cuanto delito pueda uno imaginarse, pidiendo a
gritos que me metan a la cárcel. Milagrosamente ya he salido
airosa de 44 juicios, pero cada semana llega a mi casa la apertura de
uno nuevo, en una cadena sin fin, que busca con torticera saña llevarme
a la cárcel o a la ruina. Todas esas denuncias son “falsos positivos”,
fórmula reiterativa que utiliza el gobierno para encubrir sus delitos
o para señalar como culpables a quienes quiere hundir.
Sólo
en esta semana que termina, hemos visto cómo el General Naranjo y el
Comandante del Ejército salieron a decir que los indígenas, en su
“minga”1 de protesta estaban atacando al ejército y
a la policía con artefactos de pólvora y resultó que, gracias a un
video que tomó uno de los indígenas y que entregó a CNN, se pudo
ver cómo uno de los policías disparaba a la altura de los manifestantes.
Sólo quedó grabado disparando uno de los “agentes del orden”,
pero varios testigos reportan el hecho de que fueron varios los soldados
y policías que dispararon. Ese “falso positivo”
buscaba que entre los marchistas hubiera muertos, para poder decir –
lo que en efecto dijeron – que la marcha era fomentada por los terroristas
e impulsada por las FARC. El presidente exigió públicamente que los
indígenas le pidieran perdón a la policía, pero luego – cuando
con el video se aclararon las cosas – tuvo que desmentir su señalamiento
contra los indígenas.
Igual
sucedió con el disfraz de miembros de la Cruz Roja que utilizaron los
del equipo de rescate de Ingrid Betancourt. Pero Uribe ha guardado silencio
ante la gravedad de lo descubierto esta semana, cuando varios jóvenes
salieron de su casa, de una población limítrofe con Bogotá - el municipio
de Soacha - apareciendo semanas después enterrados en una fosa común
en el lejano departamento de Santander, señalados como “muertos en
combate”.
Pudo
comprobarse, como sucede cada semana, que se trató de un “falso
positivo”, fruto de la monstruosa, indignante e inhumana política
del Ejército colombiano que estableció que todo soldado recibiría
beneficios – entre ellos 5 días de vacaciones – por todo “subversivo”
dado de baja. ¡La vida de un ser humano por 5 días de descanso! Y
eso ha llevado a que miembros del ejército asesinen sindicalistas,
maestros, campesinos, jóvenes en busca de trabajo, haciéndolos pasar
por guerrilleros.