Los resultados electorales del 23 N, invitan a reflexionar en voz alta y buscar respuesta sobre lo sucedido.
Es indudable que el PSUV pasó una prueba, la maquinaria del partido se “activó”, gracias a que el Presidente se echó al hombro la campaña electoral y a ciertos bacalaos. Por su puesto, el portavión de Chávez logró que se remontara la cuesta y las consecuencias fueron claras: el triunfo de 17 gobernaciones, el 80% de los municipios (19 de ellos capitales de los estados) además del control casi total de los diputados municipales. De no haber sido por la pasión revolucionaria de nuestro Comándate, otro gallo cantaría y las cuentas serían otras, a favor de la oposición, porque vamos a estar claros, en la Gran Caracas la Revolución bonita no se ha visto ni sentido como en el interior del país. De allí esta victoria del proceso tan abrumadora en casi todos los estados de la república.
Sin embargo la pérdida de estados emblemáticos como Miranda y el Distrito Capital o Gran Caracas; nos ponen a pensar y a buscar el por qué de ese retroceso. En mi modesta apreciación, considero que en Miranda y el Distrito Capital no funcionaron las 3R (revisión-rectificación –reimpulso) nuestro gobernador, el alcalde mayor y el de Municipio Sucre no trabajaron acertadamente con las comunidades, no rindieron cuentas, no transfirieron el poder a los consejos comunales, los problemas o necesidades más urgentes (basura, seguridad, transporte, vialidad, la salud, recreación, cultura, vivienda, entre otras) de la gente no se resolvieron, aquellos problemas cotidianos no encontraron respuestas por parte de estos gobernantes y la calidad de los servicios empeoró.
El pueblo se sintió a un lado, no se le consultó y solamente se le convocó para marchas, concentraciones y mítines. Se olvido el problema ideológico y la formación política de las masas. La opulencia, el buen gusto, los viajes de placer, brindis, regalar cestas, lavadoras y neveras era lo cotidiano en la Alcaldía Mayor, y en el Municipio Sucre. En general, la gente se sintió defraudada, engañada y estafada por estos “revolucionarios light”, estos pseudo dirigentes creían que con su populismo contribuían con la conciencia del pueblo y lo que hacían era dar bozal de arepa, en vez de educación y formación revolucionaria.
En fin, todo un acumulado de frustraciones en el pueblo, quien pasó factura y dio un voto castigo. Lamentablemente perdimos la oportunidad con Aristóbulo Istúriz en la Gran Caracas, y Jesse Chacón, pues ellos pagaron los platos rotos de otros y tenemos ahora a un fascista con formación adeca, Ledezma en la Alcaldía Mayor, conspirando y amenazando este proceso revolucionario.
Así, más que un triunfo de la oposición por méritos propios y propuestas claras de trabajo para beneficio de la población, lo que se plantea es una pérdida de espacios por errores de cuadros dirigentes que no lograron las condiciones necesarias para el cultivo de un nuevo ciudadano, comprometido con un proceso de transformación socialista, revolucionario y profundamente humanista.
Es indudable que perdiendo se gana y como dijo Trotsky, toda revolución necesita el látigo de la contrarrevolución, es decir que lo sucedió nos obliga a repensar y a monitorear a todo aquel que ocupe cargos de alta investidura y responsabilidad (ministros, diputados, alcaldes, gobernadores, presidentes de institutos, entre otros), no es posible que estos señores lleguen al poder para servirse y no para servir, que se dediquen a negocio particular y al desvío de los recursos públicos para fines personalistas, pero no a resolver los problemas y necesidades más urgente de sus pobladores.
Estos “lideres revolucionarios” causantes de las derrotas en sus regiones, deberían orientar y guiar al pueblo que se encuentra confundido, contrariado y con la moral un poco decaída en estos momentos de sosiego, en donde la reacción adelanta una arremetida fascista contra todas las misiones (Barrio Adentro, Sucre, Rivas, UBV) y todos los espacios conquistados por el pueblo en los estados en que ganaron, en especial Miranda y el Distrito Capital.
Por supuesto, no podemos pedir peras al olmo, estos nuevos ricos estarán en estos momentos de viajes o vacaciones, gastando lo mal habido. A pesar de todo y contra todos los vicios que han intentado corromperle, esta revolución se ha ido depurando o decantado de camaleones, tránsfugas o renegados.
Los dos últimos procesos electorales han permitido quitarle la máscara a unos cuantos que decían que eran más chavistas que Chávez. Estos “señores” no esperan el más mínimo detalle para saltar la talanquera lo mas pronto posible, pero eso si, con los bolsillos llenos y todas sus necesidades aburguesadas resueltas, rápidamente lo observamos en Globovisión y escribiendo en la prensa de los Oligarcas.
Traidores ellos que mueren todos los días y que no terminan de ser aceptados por sus amos.
Queda en el aire una polvareda de preguntas, unas orientadas a la dirigencia para que establezca líneas de acción y otras hacia las bases para que asuman el compromiso y el protagonismo al que están llamadas, entre estas interrogantes puedo formular: ¿Qué hacer en estos momentos de arremetida fascista? ¿Qué papel deben jugar los verdaderos líderes de este proceso? ¿Cómo revertimos la derrota de algunos espacios y la convertimos en victoria? ¿Cómo hacer entender a los dirigentes del PSUV, que el sectarismo crea división en las bases? ¿De qué manera rectificamos y nos acercamos a los dirigentes sociales y aceptamos su papel protagónico? ¿Cómo educamos política y revolucionariamente a nuestra gente, sin caer en la demagogia de los politiqueros? ¿Hasta cuándo tendremos mafias “revolucionarias” enquistadas en los ministerios y demás espacios públicos? ¿Hasta cuándo se sigue levantando la mano a bacalaos? ¿De qué manera logramos que las Misiones y los recursos lleguen verdaderamente a los más necesitados y no a unos cuantos vivos que dicen estar con el proceso, de la boca para fuera? ¿Cuándo llegaran verdaderos cuadros políticos preparados a los diversos espacios donde se toman las decisiones? ¿Cómo hacemos para recuperar la confianza y elevar la moral de nuestro pueblo?
Y por último ¿Cómo hacemos para que el líder máximo de este proceso, entienda que hay mucha gente a su alrededor pendiente de otras cosas, menos de la revolución?
El compromiso como dirigentes revolucionarios debería materializarse en hechos concretos, tales como el perseguir cada día convertirse en mejores seres humanos, preocupados por la comunidad y sus problemas, buscando el cambio de conciencia, pensando más en lo colectivo que en lo individual. Sólo así podemos contribuir con los cambios que reclama el país.
Pongamos en práctica las 3.R de revisión, rectificación y reimpulso en todos los espacios y sobre todo aquellos líderes que ocupan altos cargos, pues es el único camino que permite profundizar nuestra conciencia revolucionaria y caminar a paso firme hacia el socialismo.
PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE… ¡VENCEREMOS!
*Dr. Antropólogo-Sociólogo Profesor Asociado UCV