Desesperación

Nada más desesperante para cualquier movimiento político, que percibir como se agotan los grupos electores de donde sacar más votos a la hora de medirse con el adversario. La oposición se enfrenta a la terrible realidad, de ver la imposibilidad de desbordar su propio techo político, lo peor es que los voticos que logran por un lado, con sus efectivas campañas mediáticas, los pierden, por el otro, ante la inconsistencia racional de sus planteamientos. Lo más difícil para sus estrategas, es saber que el contrincante tiene un insuperable caudal de votos probados, que solo tienen que ir a sacarlos de sus casas el día del referendo. En Carabobo, por ejemplo, me contaba en estos días Saúl Ortega, hubo 102.000 militantes inscritos del PSUV, ubicados e identificados, que no salieron a votar el 23N y con los cuales se habría logrado, una victoria del partido, que lucía de anteojito. Votos por cierto, que deben hacerse efectivos, no solo para la enmienda, sino para evitar el revocatorio del alcalde de Valencia a mitad de período.

Ante esa situación de auto acorralamiento de la oposición, surgen las decisiones desesperadas del pasado, impregnadas todas, con la errática solución de la muerte, como detonante del deterioro de la imagen del gobierno o los bombazos a diversas instituciones, que siguen ocurriendo, como bien sugiere Eleazar Díaz Rangel en su columna. Lo único cierto es que andan buscando un muerto a como de lugar. Han lanzado a sus muchachos a enfrentarse abiertamente con las autoridades, sin que hasta ahora haya ocurrido el fatal desenlace y en su defecto, tendrán que matarlo ellos mismos, como lo han hecho en varias oportunidades, y así culpar al gobierno. Para nadie es un secreto que Joao Gouveia fue un macabro plan para matar inocentes, que encenderían la chispa que incendiaría la pradera; los soldaditos y sus novias que mandó a matar El Cuervo, los estudiantes del Zulia, los propios muertos del 11 de abril, anunciados por un general, horas antes, en una grabación para televisión, y así una larga lista de sacrificios inútiles, que para nada han servido, porque el pueblo ya conoce sus perversiones.

El chantaje democrático, que les permitió la locura de tener unos militares alzados en la plaza Altamira, vuelve a las andadas, esta vez con el ropaje de provocación estudiantil continua, para generar represión y desacreditar al gobierno nacional e internacionalmente. Las gloriosas luchas estudiantiles se ven empañadas por esta torpe jugada de la oposición, que se juega la última carta en unos muchachitos adocenados que ni lavan ni prestan la batea. Ramos Allup, Pablo Medina, Oscar Pérez y demás operadores cobardes los colocan de carne de cañón, mientras Bandera Roja les dicta cursos intensivos de bombas molotov. Ya estuvieron a punto de causar una tragedia si el camión con las 300 bombas llega a manos de los manifestantes, a lo mejor ya tendrían su muerto detonador. El pobre Ricardo Sánchez, presidente de la FCU, ha pasado de tonto útil a bobo inútil, por un lado, acusa al comandante de la policía de simulación de hecho punible, como si alguien pudiese creer que un oficial pueda cometer esa novatada, y por el otro, protestan airadamente, porque no los dejan visitar a Maraco, el chofer del camión cargado de botellas combustibles. Al menos en mis tiempos, cuando un camarada se caía, ni de vaina nos acercábamos a la DISIP, a pedir su libertad, para eso estaba José Vicente. Entonces, Ricardito, ¿Quién te entiende esa gallada, muchacho pendejo?



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Humberto Márquez


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