Violencia en el deporte

La violencia es un fenómeno muy complejo, que podría entenderse como toda expresión de fuerza mediante la cual se amenaza o hiere a alguna persona, representando entonces una respuesta que se fundamenta en el miedo e impone el criterio del agresor, sometiendo por la fuerza la voluntad de los demás sin tomar en cuenta sus sentimientos o las consecuencias que se derivan de tales actos. Este modo es empleado para dominar o eliminar y es aplicable en contra de las personas en forma física, psicológica y/o ideológica, contra el ambiente o contra la propiedad.

En el campo deportivo se entiende la violencia como acciones efectuadas por un individuo o un conjunto de ellos, transgrediendo por la fuerza o por interpretación falsa de lo establecido o escrito en una ley o precepto, incluido en ello el comportamiento desleal, utilización ilícita de la fuerza, las trampas o violaciones de la reglamentación deportiva y todo aquello que, infringiendo el sentido de la norma, pretenda una obtención ilícita del triunfo.

La violencia deportiva se manifiesta de distintas formas y grados, dependiendo siempre de las circunstancias que rodean el acto deportivo y según la reglamentación, ya que en algunos casos, como el boxeo, el karate y el judo, entre otros; no sólo se permite la agresión física sino que también se le estimula y es condición necesaria para la obtención de la victoria, manteniendo siempre un límite de control a través de ciertas reglas que impiden que el enfrentamiento alcance una violencia desproporcionada. Con el deporte ocurre como en cualquier otra situación en la que se producen enfrentamientos de intereses, los actos de violencia pueden estallar con mayor o menor frecuencia y con mayor o menor intensidad dependiendo de variados factores culturales y sociales.

Siendo la violencia en el deporte un fenómeno social sumamente complejo, desde el punto de vista de las interacciones sociales y el comportamiento de las masas, pueden ser diversas y variadas las causas que la motivan y promueven. Puede decirse, en forma muy general, que al desplazarse el público en las competiciones deportivas dentro de unos límites de permisibilidad mucho más amplios, al motivársele para lograr motivación e identificación, así como al encontrarse en un juego en el que las tensiones entre grupos están a punto de explotar, nada tendría de raro que a menudo pierda el control, comportándose de una forma que acarrea lesiones a otras personas y cosas que lo rodean.

Estas manifestaciones de violencia se pueden apreciar con mayor facilidad entre las disciplinas más populares, en donde se tiene un desplazamiento de funciones de la sociedad hacia el deporte, causando una sobrecarga de atribuciones que antes eran desempeñadas por otras instituciones. Cuando esos choques adquieren una mayor relevancia, mucho más allá de las reglas del juego y la brutalidad se hace constante, entonces se transforma en un hecho eminentemente violento.

En respuesta a esto y con la finalidad de controlarlo, en los deportes altamente combativos e incluso violentos (como el rugby, el fútbol y el boxeo) que son rituales de lucha, el empleo de la fuerza física se limita por reglas y convenciones, para ser controlado de manera inmediata por funcionarios como los árbitros y, en un nivel superior y posterior, por los comités y tribunales establecidos por organismos de dirección nacionales e internacionales.

Un ejemplo de esto lo tenemos en el fútbol, que por haber ganado más dominio en practicantes y aficionados a escala global, es también el deporte donde se registra una mayor frecuencia de hechos violentos, tanto en el campo de juego como entre los espectadores. Algunos de estos hechos, que se reseñan a continuación, constituyeron dantescos espectáculos, con lamentables consecuencias: Glasgow: 66 muertos. Febrero de 1974, El Cairo: 48 muertos. Octubre de1982: Lujniki, Moscú: 99 muertos. Mayo de 1985, Heysel, Bruselas: 39 muertos. Abril de 1968; estadio River Plate de Buenos Aires: 80 muertos. Enero de 1971, Ibrox Park, en 1989, En mayo de 1964, Estadio Nacional de Lima: 320 muertos. Junio de, Sheffield: 94 muertos». Todas las víctimas (hombres, mujeres y niños) habían asistido como espectadores a importantes encuentros de fútbol. Estos casos nos indican que la violencia no está sólo en la arena de juego sino también en las gradas y tribunas de la fanaticada, con grupos de violencia exacerbada conocidos con el anglicismo Hooligans, sin embargo, por ser un tema muy particular, nos ceñiremos en esta reflexión a la agresividad y violencia en el campo de juego y deporte.

Los hechos violentos tienden a ser mayores en la medida que aumenta la presión competitiva en los deportes, sea porque quienes lo practican compiten por recompensas extrínsecas como una remuneración económica o el honor de ganar un trofeo, sea porque los grupos locales o nacionales a quienes representan los presionen para ganar. La importancia de la victoria se incrementará y también lo hará la tendencia de los jugadores a romper las reglas como una táctica deliberada. Como parte de esta táctica, tenderán a usar la violencia indebidamente en aquellas situaciones en que crean que es baja la posibilidad de que los descubran o tras calcular que el riesgo de ser castigados por las faltas cometidas no disminuirá significativamente la posibilidad de conseguir sus objetivos a largo plazo, sean personales o del equipo en general.

Si bien se puede considerar que en el deporte subsiste la violencia, aunque sea controlada, el que se exprese fuera de límites puede depender, entre otras, de: Las condiciones del lugar, composición y distribución de los espectadores, tipo de competencia, la importancia del enfrentamiento, y la dinámica con que se desarrolla, las medidas de prevención tomadas para controlar al público y la relación de los encargados de ese control ante el desarrollo de los acontecimientos, la actuación de los árbitros, los intereses que estén de por medio en el juego, la celebración desproporcionada de la victoria o la venganza por la derrota.

Otros aspectos muy importantes que actualmente están motivando enfrentamientos violentos en diversos deportes son: la excesiva preocupación por el triunfo, la comercialización desproporcionada de los atletas y la manipulación ejercida por los medios de comunicación con fines publicitarios. Cualquiera de estas causas o una combinación de ellas, puede conducir a los eventos deportivos a una violencia parcial o generalizada en mayor o menor medida, y pueden ser aplicables en la mayoría de los contextos sociales y culturales, por no decir que en todos ellos.

Con la finalidad de reducir los hechos de violencia en los eventos deportivos se han creado diversas organizaciones que estudian este fenómeno y fomentan la educación para eliminar la raíz de dicha práctica. Entre ellas se destacan: El Comité Internacional para el Fair Play, la Asociación Internacional para un Deporte sin Violencia y la Fundación Internacional para la Lucha contra la Violencia Asociada al Deporte,


Entre las medidas adoptadas por las instancias mencionadas anteriormente para frenar la violencia en el deporte se pueden mencionar: 1) Invitar a las federaciones internacionales a tomar medidas directas para paliar la violencia, 2) Recomendar a los gobiernos la creación de frenos de carácter preventivo o represivo con el fin de reducir la violencia, 3) El control estricto de las ventas de boletos, 4) La exclusión de los estadios de los promotores de disturbios, así como de las personas bajo influencia del alcohol y de las drogas, 5) La separación de los hinchas rivales, 6) Aumentar los controles de seguridad para evitar la introducción en los estadios de armas, fuegos artificiales y otros objetos peligrosos, 7) El diseño y la estructura adecuada de los estadios, 8) La estrecha cooperación entre las fuerzas del orden público, 9) La crítica negativa de la violencia por parte de los medios de comunicación de masas, 10) La sanción inmediata y severa a los involucrados en la violencia. Así como, 11) enaltecimiento de la destreza y la forma física como táctica de juego, más que la fuerza y el contacto personal.


Se tiene que reconocer el esfuerzo emprendido por estas instituciones, pero no debe ignorarse el hecho que las nuevas generaciones son menos proclives a condenar la violencia con la misma firmeza que lo hicieron sus antecesoras, considerándola incluso un hecho normal dentro del ámbito recreativo, por lo cual, ejercerla constituye una extensión natural del accionar humano en la sociedad. Ante este panorama, resulta imprescindible rescatar el carácter lúdico del deporte, que permite recrear a quien lo practica y quien lo admira, retomando el ideal de participar y compartir por encima del de ganar a toda costa, donde el éxito o la derrota es parte del juego, pero no una razón para agredir a los otros. Esta visión humanista, socialista y sana es la que impulsamos desde la Universidad Iberoamericana del Deporte.




Rector de la Universidad Iberoamericana del Deporte

pedro_garciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño


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