La calumnia como arma de avanzada en la guerra
Sabemos, desde tiempo de Göebels bajo el régimen de Hitler, que la calumnia es una herramienta fundamental para crear las condiciones psicológicas apropiadas que permitan la aprobación de la ciudadanía a las acciones de invasión a territorios vecinos. “Calumniad, calumniad, que de la calumnia algo queda” es el principio fundamental que rige esta perversa acción de guerra, preliminar a toda invasión imperialista. ¿Acaso no somos todos testigos recientes del infundio de Bush sobre las supuestas armas de destrucción masiva en Irak como pretexto que le otorgara la aprobación de la ciudadanía a su criminal invasión?
Los seres humamos somos muy susceptibles al efecto de la propaganda. Por más que estemos prevenidos, siempre caemos en sus garras. Generalmente damos por cierto lo que vemos impreso. Es la magia de la palabra escrita, que adquiere un halo de verdad en la conciencia colectiva. “Yo lo leí” es una afirmación que acompaña muchas de las afirmaciones infundadas que emitimos y que parece ser el principio que permite a la CIA crear un ambiente propicio para arremeter contra sus enemigos.
Todo el mundo está al tanto de que esta agencia norteamericana de “inteligencia” se dedica a complotar contra todos aquellos que no están al servicio incondicional del Imperio, pero nadie está lo suficientemente prevenido psicológicamente contra sus embates subliminales, que operan a través de la mentira, a fin de crearle una imagen pública negativa a sus enemigos.
Es así como la gente “come cuento” con relación a los perversos montajes que, deliberada y concertadamente, preparan los reaccionarios a través de la maledicencia, la difamación y la calumnia, bajo la tutela orientadora de la CIA, contra las fuerzas revolucionarias que, en una u otra parte del planeta, luchan a favor de la equidad y en contra del régimen explotador que promueve el capitalismo mundial.
Ahora vemos que, en este sentido, se ha dado un nuevo paso para crear en Latinoamérica y fundamentalmente en Colombia, la impresión de que el gobierno venezolano es un gobierno autocrático y dictatorial. Un grupo cohesionado de parlamentarios acaba de aprobar contra Venezuela una moción de censura en el Congreso colombiano, solicitándole a la OEA que le aplique la Carta Democrática Interamericana.
El objetivo es la conquista de la mente
¿Lo lograrán? ¡Claro que no! Pero se trata de ir creando un ambiente de difamación, que horade la imagen del gobierno bolivariano de Venezuela , para facilitar el objetivo final que se propone el Imperio Americano con el apoyo y complicidad de sus secuaces y que consiste en que Colombia se preste a operar como plataforma de invasión de los Estados Unidos a territorio venezolano.
El promotor de esta moción de condena es nadie menos ni nadie más que Enrique Gómez Hurtado, hijo de quien es paradigma del fascismo en Colombia: Laureano Gómez, apodado “El Monstruo” por sus ejecutorias criminales como jefe de gobierno en la década de los cincuenta.
Laureano Gómez inició su campaña hacia la Presidencia de Colombia acusando al liberalismo, mayoría en el país, de poseer un millón de cédulas falsas. Ël bien sabía que no era cierto, pero aquella calumnia, de quien públicamente se declaraba admirador de Hitler y aliado de Francisco Franco, era una estratagema táctica para crear un ambiente de confusión en la opinión pública colombiana y de descrédito a las mayorías que le eran adversas.
No contento con ello, Laureano Gómez organizó las brigadas llamadas de los “camisas negras”, de las cuales hacían parte sus hijos, uno de los cuales era el hoy acusador de marras del régimen bolivariano, el senador Enrique Gómez Hurtado, junto con su hermano Alvaro Gómez Hurtado, quienes protagonizaron escenas dantescas a la cabeza de los grupos de sicarios que aplicaban el llamado “corte de corbata”, que consistía en cortarle el cuello a sus víctimas para sacarles la lengua, a manera de “corbata”, por el orificio hecho en la garganta. Que digan si es cierto o no lo que aquí afirmo, los miles de colombianos, hoy ciudadanos venezolanos, que tuvieron que salir de niños de Colombia para escapar al régimen sanguinario de Laureano Gómez, padre del hoy abanderado de las huestes que quieren acabar con la Revolución Bolivariana.
Es bueno recordar la historia porque ella nos devela las raíces culturales e ideológicas de los protagonistas presentes.
Después de suscribir este artículo la Providencia me resguarde porque, parodiando a Martí, puedo decir: “viví en el monstruo y conocí sus entrañas”. La calumnia, la difamación e incluso la muerte será la respuesta que recibiré. Estoy dispuesta a enfrentar a mis enemigos, lo que no me siento capaz de enfrentar es la indiferencia e indolencia de quienes, de lógica, deberían ser mis amigos...
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Caracas, abril 14 de 2005