Un marido con 200 pares de cuernos es un caso evidente de acaparamiento, y 24 carros nuevos en el patio trasero es un caso de usura, aunque según Don Guillermo Zuloaga sus empresas se vendían los carros unas a otras como “método administrativo de ingresarlas al inventario”. ¡Que señor tan inventario! ¡Que asombrosa caradura! Y eso que no conocemos sus otras colecciones…
Se conoce que Don Guillermo desconoce la ejemplar historia del Mayor (Ej.) Monterrosa de El Salvador, a quien los farabundos le pillaron la debilidad por los trofeos y le pusieron como jugosa carnada la mismísima Radio Venceremos. Después de ganar cómodamente lo que ignoraba era un simulacro de combate, Monterrosa se elevaba en su helicóptero llevando los equipos capturados (y aliñados) hacia la triunfal rueda de prensa que había convocado. ¡BUM! los guerrilleros detonaron por radio las cargas y lo mandaron al otro lado a esperar a Dabuisson, que ya llegó para hacerle compañía.
TAXIDERMIA SOCIAL
Las calaveras con cuernos, las cabezas disecadas con ojos de vidrio muerto, el oso en dos patas que gruñe a la pared de enfrente, las cabezas de terneros de las areperas y los restaurantes de carne en vara que confirman los temores de la vaca Mariposa, las pieles de león, tigre o cebra que alfombran el mal gusto de los ricos y visten a sus mujeres, el pez vela en el muro, el caparazón de tortuga barnizado, restos mortales que una vez fueron vida, fuerza, velocidad, ferocidad, salto, embestida, furia, celo o un celaje. Vieja y fea costumbre de momificar que perdió toda justificación educativa.
MATAR POR MATAR
Ya sea locura colectiva como la de millones de cazadores italianos que tirotean el paisaje y todo lo que camina o vuela el primer día de temporada, o la exclusiva vanidad del millonario que mata animales en África o Alaska, el deporte venatorio no tiene nada que ver con el viejo y noble ejercicio de la caza, tan bien analizado en el ensayo Sobre la caza (1943) de Ortega y Gasset, que recomiendo.
CAZAR PARA COMER
La cacería de subsistencia es importante en la dieta de los campos y pueblos de Venezuela, y a veces tiene que ver con la necesidad de defender los cultivos de la acción de venados, báquiros y roedores mayores como el picure o curí (Dasyprocta Agutí), que en dos o tres noches pueden arrasar con una hectárea o el año de trabajo de una familia. En sus variantes de caza con perros, vela nocturna o sordina, la cacería de subsistencia tiende a auto-regularse porque requiere dedicación y esfuerzo y al bajar la población silvestre aumenta la dificultad de encontrar presas y la distancia a recorrer por el cazador.
La cacería de subsistencia sólo afecta seriamente el equilibrio ambiental cuando interviene el comercio ilegal de carne o pieles. El campesino, llanero o montesino caza con el noble propósito de alimentar a su familia. Las nuevas leyes deben proteger a la fauna sin reprimir al pobre.
GAFERÍA ECOLÓGICA
Muy lejos del equilibrio ambiental y mental están los ecologistas que aparecieron (no pueden tomar a mal la comparación, jódanse) como buitres, chacales o hienas excitadas por el descubrimiento del mausoleo y osario animal de Zuloaga. Unos abogando por la veda total y definitiva de la caza y otros por la abolición de la tauromaquia.
LA CIUDAD Y LOS PERROS
Los primeros son traficantes de culpa que con el lema “mantén limpio tu campo de concentración” disculpan o disimulan la monstruosidad del capitalismo, prefieren un tubo de escape a un cigarrillo con filtro, lloran por los gansos pero olvidan la carne molida de Mcdonalds, votan por la protección de focas y delfines, no de las vacas, los pollos o los atunes. Dice Lorca:
No hay quien llore porque comprenda
el millón de muertecitas que tiene el mercado,
esa muchedumbre china de las cebollas decapitadas
y ese gran sol amarillo de viejos peces aplastados.
Lacrimosa e hipócrita sensibilidad anglosajona, amor británico por los animales que creció a medida que su Imperio destruía reinos, aniquilaba razas, quemaba tribus y destripaba hombres para mayor gloria de la Reina Victoria y para multiplicar el Capital inglés.
TORTUREN A LOS VASCOS
Los segundos, últimos y peores oportunistas animalistas son los farsantes anti-taurinos españoles que se creen muy astutos viniendo a proponer que Caracas (que no tiene plaza de toros) se declare “primera capital no taurina” del planeta. Los vimos en la televisión bolivariana difamando las fiestas ancestrales de los pueblos, dolidos por los toros que corren en Pamplona que tan bien describe Hemingway, porque se trata de un “desenfreno de alcohol” y añadiendo que el mismo Hemingway era “un alcohólico que ya se sabe como terminó, suicidándose”. Si, canallitas ñoños y gazmoños que no se pronuncian contra los sufrimientos del pueblo vasco ni contra su verdugo político, el juez Garzón, record mundial en desestimar denuncias de tortura y al que sólo reprochan que sea cazador.
DON ERNESTO
A mí, personalmente, no me apasionan los toros porque no tengo ni el conocimiento ni la sensibilidad necesaria para entender el milenario arte mediterráneo de la danza con la muerte. Pero profeso el mayor respeto a esa expresión de profunda cultura de la sangre, tercera en importancia entre los rasgos distintivos de Iberoamérica, después de la lengua y el bolero. Sugiero al lector leer el ensayo “Muerte en la tarde” escrito por Ernest Hemingway en 1927. Por cierto, cuando le dijeron al diestro Belmonte que “Don Ernesto” se había suicidado, exclamó ¡Bien hecho!
HUMANOS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
Concluyo previniendo a los bolivarianos contra el ecologismo de mala ley de los extremistas de la sensibilidad desorientada o desorientadora, que me recuerdan las fotografías de encapuchados del Ku Klux Klan que celebran el día de la tierra recogiendo basura a la orilla de una autopista. Si, ya es hora de dejar en paz a los animalitos porque es hora de combatir por los humanos. Un planeta burgués no merece ser salvado: para salvarlo y salvarse debe ser un planeta socialista.
rotheeduardo@hotmail.com