Antes de que se acaben los peones

Impactados hemos presenciado el desmantelamiento de un grupo de asesinos paramilitares y terroristas colombianos a pocos kilómetros de nuestro hogar.

Pero lo que verdaderamente ha constituido un terremoto en nuestra fibra venezolanista, ha sido, por una parte, el hecho que ese grupo haya sido traído y armado por venezolanos para asesinar a efectivos de nuestra fuerza armada, y por la otra, ver como todo el campo oposicionista de nuestro país ha apoyado, justificado o negado la presencia de estos sicarios extranjeros en nuestro país.
Ninguno de sus integrantes lo ha condenado. Esto nos lleva a una reflexión dolorosa, pero pertinente.

EL EJEMPLO DE CHILE

En nuestro país se está repitiendo la situación vivida en Chile antes de la caída de Allende, en donde toda la oposición, desde la democracia cristiana hasta el partido radical, actuaba unida buscando el derrocamiento del gobierno y la implantación del fascismo. Cuestión de la cual no se daba cuenta el presidente, el qué, ingenuamente, dividía a sus opositores entre democráticos y extremistas. Muy tarde se percató de la realidad, cuando poco antes de ser derrocado y asesinado, exclamó “que ya no le quedaban peones para mover en el tablero”, en un juego de ajedrez mental que sólo él jugaba contra un enemigo que él pensaba dividido.

Igual sucede en Venezuela. Todos los dirigentes de oposición apoyan el derrocamiento de Chávez, la implantación del fascismo y, que no era el caso de Chile, la ocupación de nuestro país por fuerzas militares extranjeras, que la ven como única salida para mantenerse en el poder.

Sólo que buscan confundir jugando al policía bueno y al policía malo. Pero a la hora de las chiquitas, como en este caso de los paramilitares, todos sostienen los mismos argumentos, todos asumen la misma postura. Lo que varía en todo caso, es la intensidad, porque el tono es el mismo.

Los dirigentes del gobierno razonan, equivocadamente y al igual que Allende, que existen dos sectores de oposición, uno fascista y uno “democrático”. Ese mito quedó totalmente desvirtuado, (si es que no lo fue ya en abril del 2002) con la formación de cuadro cerrado que asumieron, los dueños de medios, los empresarios, los escribidores y comentaristas asalariados de la CIA y los líderes políticos, apoyando, justificando o negando la intervención de los paramilitares colombianos en Venezuela.

Podemos afirmar que es posible que hace dos o tres años hubiese líderes opositores democráticos. Pero la dinámica política impuesta por la CIA truncó esa posibilidad. Hoy toda la dirigencia opositora es fascista, terrorista y vendepatria. Es que esta vergonzosa y cobarde conspiración ha marcado un antes y un después en el tiempo. No admite dudas.

UN FASCISMO COLECTIVO

Esta aberración moral de los líderes de la oposición se ha transmitido de alguna forma a algunos de sus seguidores. Así vimos como en las recientes elecciones de la UCV un grupo de agentes de seguridad dependientes de las autoridades fascistas de esa casa de estudios agredió, impunemente, a periodistas de medios oficiales, seguramente bajo la mirada gozosa de los electores. Asimismo, pudimos ser testigos de cómo, en las recientes elecciones del Colegio de Ingenieros, la oposición fascista trató de linchar al ministro Diosdado Cabello, cuando éste fue a ejercer su derecho al voto. Muestras de esta barbarie terrorista han ocurrido por miles en los dos últimos años. Yo mismo, que no tengo arte ni parte con el “chavismo”, fui agredido por un energúmeno enfurecido y armado, de Bandera Roja, en la terminal de Aeroejecutivos en Altamira en pleno paro petrolero y en presencia de mi hija y de su esposo.

Es que hay que entender que ya el fascismo se apropió de esas mentes enfermas, que no hacen otra cosa que soñar con el día en que caiga Chávez para proceder a terminar de hacer lo que no hicieron en abril del 2002, es decir, perseguir, encarcelar, torturar y asesinar a cuanto dirigente progresista y nacionalista exista en el país, buscando dejar al Estadio Nacional de Chile de 1973 como un juego de niños.

Por eso es que no entendemos esa política gubernamental de imaginar que hay una oposición democrática y pretender llegar con ellos a acuerdos políticos. Para mí, por ejemplo, esa fulana mesa de negociación y acuerdos fue un error político garrafal. Es como si Bolívar, en vez de dictar el decreto de guerra muerte, se hubiese sentado a conversar con Boves y Monteverde.

HAY QUE DESECHAR A LOS FASCISTAS

Hay que hacer un nuevo decreto de guerra a muerte contra los fascistas y vendepatrias. Pero esta vez no literal, sino políticamente, no sirviéndole de interlocutor en ningún terreno.

Es que esa nefasta idea de pensar que hay una oposición democrática ha hecho que las acciones del gobierno, ante los numerosos actos fascistas de la oposición, y que incluyen más de medio centenar de dirigentes campesinos asesinados brutalmente, sean tomadas como si caminaran sobre una alfombra de huevos, temiendo romper alguno, con la esperanza de “ganar algunos sectores para las salidas democráticas”.

Esto ha traído como consecuencia que todos estos crímenes y actos vandálicos no sean castigados. Estamos en presencia de una impunidad total, que lo que ha servido para que esta oposición fascista y terrorista se envalentone y arrecie sus actos de terror.

El alcahuetamiento del gobierno a este liderazgo oposicionista fascista ha ahogado la posibilidad de que surjan líderes capaces de oposición, de vocación democrática, que interpreten el sentido mayoritario del pueblo venezolano de soberanía y desarrollo. Un ejemplo de este liderazgo reprimido lo pude apreciar cuando sentí, por primera vez en muchos años, cuando se entrevistó a Domingo Rangel hijo, que estaba viendo a un miembro de la oposición que era venezolano, que era patriota, que condenaba con firmeza al terrorismo, sin que eso implicara un apoyo al gobierno de Chávez.

Claro, entiendo que para el gobierno es más fácil lidiar con esta oposición imbécil, ya que por contraste, sale mejor parado. Pero este juego es muy peligroso para nuestra soberanía.


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Carlos Enrique Dallmeier


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