Grecia: Por qué apoyar a Syriza

José Luís Carretero: Acompañar la lucha del pueblo griego contra las medidas antisociales de la troika y del capitalismo más voraz significa apoyar la totalidad de sus manifestaciones. Una de ellas es la de Syriza. Quienes no compartimos la fe acrítica en el parlamentarismo como génesis de los cambios sociales profundos, pero sí entendemos que ciertas cosas no son un asunto de principios, sino de estrategia, podemos considerar factible levantar una muralla defensiva frente a la tiranía de la deuda y la imposición política de los gobiernos de concentración nacional impuestos por la oligarquía global. La hora presente es demasiado grave para mezquindades o purezas. Es el momento de encontrarnos en las calles y en las plazas, de generar nuevos abrazos, de contaminarnos mutuamente más allá de las líneas trazadas por dogmatismos sin sentido. Es en el lugar, peligroso y esperanzado, donde las multitudes que trabajan expresan directamente su derecho a la resistencia, donde nos reconoceremos. Es ese el espacio imprescindible que traza las fronteras. Y, mientras se demuestre con los hechos el compromiso efectivo frente a los recortes y la imposición de la miseria, recorreremos juntos el camino hacia la dignidad abierto por el pueblo griego y apoyaremos todas las manifestaciones de su creatividad en resistencia. Si compartimos las luchas, compartiremos el futuro.

Andrés Villena: La zona euro parece estar preparando un reforzamiento interno, pero sin contar con la República de Grecia. El nuevo partido de izquierdas representa la mejor síntesis entre europeísmo, solvencia política y crítica a los desequilibrios que nos han llevado a esta situación. De esta fuerza se espera la mejor negociación con los países acreedores para una permanencia condicionada a la adecuada reestructuración de la deuda y a las posibilidades de salir del cepo que la troika ha impuesto al Estado griego.

Juan Domingo Sánchez Estop: Rara vez me ha dado rabia no poder participar en unas elecciones. Sé que, cuando estas contribuyen a la representación del pueblo, silencian a la multitud dando la voz al poder. No acepto las elecciones que me impiden decidir. Hoy, sin embargo, en Grecia, por primera vez en demasiados años, una elección puede constituir una decisión, pues una de las fuerzas políticas ascendentes, Syriza, representa algo que el poder jamás podrá tolerar: el movimiento social que ha hecho democráticamente irrepresentable y moralmente impresentable al orden social vigente. Syriza ocupa el vacío de representación que deja el poder, mostrando la incompatibilidad con la democracia del saqueo neoliberal de Grecia, de Europa y del mundo, y abre, como en América Latina, un espacio al protagonismo de las multitudes, de los ciudadanos cualesquiera. Asistimos así a un hito en la difícil “conquista de la democracia”. Por eso, nuestros compañeros griegos sonríen y el poder pone cara de funeral.

Liliana Pineda: Syriza expresa el rechazo social del pueblo griego, amplio y lo suficientemente contundente, a las medidas económicas antisociales impuestas por la Unión Europea, que se derivan de las mentiras que nos han contado para justificar los destrozos producidos por el capitalismo en su última fase: la financiarización total de las economías, que promueve cíclicamente la formación de niveles de deuda pública y privada inasumibles, con el objeto de apropiarse de todo lo existente, y que solo obedece al interés depredador de las grandes corporaciones transnacionales.

Salvador López Arnal: Debemos apoyar a Syriza, y a otras fuerzas de la izquierda griega, por solidaridad internacionalista, uno de los mejores valores de la izquierda que no ha claudicado, y porque en Grecia se juega -como se ha jugado en otras ocasiones y se seguirá jugando en el futuro hasta que el marco económico, político y social en Europa y en el mundo, no sea el que es, una civilización codiciosa enemiga del ser humano, de las virtudes republicanas y de la propia Naturaleza- una etapa esencial de la lucha que los pueblos europeos están generando contra los explotadores de los trabajadores, de los sectores más desfavorecidos, contra los descreadores de la Tierra, contra los que están dispuestos a ubicar la justicia, la libertad y la igualdad en el basurero de la Historia. Hace algunos años, la señora Thatcher, un nudo muy representativo del neoliberalismo desalmado en el que se nos obliga a vivir, lo dijo con nitidez y prepotencia ultraconservadora: “La economía es el método pero nuestro objetivo es el alma”. Y en eso siguen. Syriza, otras fuerzas de izquierda y la ciudadanía griega indignada, combativa y rebelde, no está dispuesta a que los vampiros de siempre chupen su sangre, nuestra sangre, y rompan impíamente su alma y la nuestra en mil pedazos. Lo quieren todo, incluso con riesgo de ecosuicidio. Fausto es su referente y cualquier rasgo de humanidad genera risotadas en sus consejos de administración y en sus reuniones de gobierno.

Miguel Manzanera: Es necesario encontrar un nuevo modelo de organización social, ya que la civilización industrial capitalista se encuentra en profunda decadencia. Es una crisis que abarca múltiples dimensiones a corto, medio y largo plazo. A corto plazo, porque el neoliberalismo nos ha traído una profunda crisis económica, debido a la desregulación del mercado y la falta de control sobre la producción, promovidas ambas por los gobiernos conservadores. La depresión económica será duradera en Europa, y la hegemonía del desarrollo mundial se trasladará a otros continentes a medio plazo, especialmente hacia la región de Extremo Oriente. A largo plazo, la insostenibilidad del capitalismo hará necesario un nuevo modo de producción socialista, que haga viable la sociedad humana en equilibrio con los recursos terrestres y las exigencias medioambientales. La victoria de Syriza pondrá a los griegos en el buen camino para encontrar respuestas racionales a esta coyuntura histórica. Eso nos ayudará a todos.

Beatriz Gimeno: Porque es por fin, después de mucho tiempo, una verdadera oportunidad para cambiar las cosas. Porque por primera vez en mucho tiempo, décadas, un discurso de izquierdas, verdaderamente crítico con el capitalismo y enfocado a un cambio estructural, tiene la oportunidad de alcanzar el poder; por lo que eso significa no sólo para los griegos, sino para toda la izquierda europea. Una parte de ella, la mayoritaria, presa de tantas concesiones a la derecha que se ha hecho irreconocible e indistinguible de la derecha, y la otra, condicionada hasta ahora por su falta de poder real que era, en muchas ocasiones, auténtica incapacidad para alcanzarlo. En este sentido Syriza puede significar un auténtico bombazo ideológico para el capitalismo; la posibilidad de destruir el falso axioma de que no hay alternativa.

Santiago Alba Rico: Un cepo mortal parece cerrarse sobre Europa. Rehén de un sistema agotado y de una gestión económica interesada y criminal, la población europea se ha convertido en una presa fácil de las tentaciones neopopulistas y neofascistas. ¿Este es nuestro destino? ¿El regreso a la miseria y la dictadura? Syriza marca de pronto otro camino: la posibilidad misma de revertir desde Grecia el fatalismo impuesto desde la banca y la troika. Por eso una feroz campaña trata de intimidar y aterrorizar al electorado griego. Por eso, del otro lado, es necesario comprender que la victoria de Syriza será la victoria, no de un partido, no, sino de todos los que luchamos por otra Europa y otro mundo posible. Puede que no haya otra oportunidad. Syriza se presenta a las elecciones griegas; pero sus votos deciden el futuro de todo un continente.

Jorge Moruno: Syriza se ha posicionado como la esperanza que se proyecta en Europa, en torno a la posibilidad de interrumpir la repetición del automatismo financiero. Syriza es empujada por una ciudadanía activa y politizada, que entiende la ruptura con el régimen y la deriva neoliberal, como la única manera de imaginar otras formas de distribuir la riqueza y el peso de la culpa. Ganar las elecciones no asegura nada, pero es un paso importante. Está por ver como enfrenta dentro de sus fronteras a los sectores más reaccionarios y los anula, al mismo tiempo que lidia con la troika. A ello se le suma la complicada tarea de mantener el equilibrio con un pié en el parlamento y otro en el movimiento. El viento parece que puede cambiar de rumbo, habrá que esperar, pero de lo que no cabe duda, es que ese viento a favor necesita del soplo de las gentes europeas empujando, para que al final sea Grecia, la que nos arrastre al resto.

Lola Matamala: No soy griega, no vivo en Grecia, ni siquiera la he visitado, pero observo desde hace casi dos años a su gente. Mi mirada de admiración para su toma de calles. Mi mirada nerviosa cuando vi que colocaban sus cuerpos silenciosos frente a ese parlamento que decidía si pedía el segundo rescate. Mi mirada de frustración cuando el brazo político de la mafia bancaria dio vía libre, por segunda vez, a la estafa. Mi mirada de tristeza al contemplar que l*s plantad*s en esa plaza eran seres invisibles porque siguen existiendo ciegos con corazón de madera. Meses más tarde, en mayo, el hartazgo se tradujo en el 16% para Syriza y la convirtió en el tercer partido con más votos. Ahora a l*s grieg*s, a punto de comenzar el verano, les vuelven a dejar hablar a través del insuficiente -pero el único efectivo del sistema impuesto- mecanismo electoral. Syriza, que representa el partido más a la izquierda en el país, tiene muchas posibilidades de conducir a esta Grecia devastada hacia el fin del abismo porque los de este partido no quieren obedecer a la Troika y se proponen auditar a la máxima culpable: la deuda. De esta manera, su programa encierra premisas para un juicio justo y retoma mecanismos para remar hacia formas de vida dignas, justas y coherentes en un momento en el que es más que visible que nunca cómo los hombres de negro han entrado por las venas a l*s ciudadan*s de esta polis nacida de la democracia. Todas estas líneas las escribo a pocos kilómetros de otra capital de un Estado recién tomado por los perversos con traje oscuro. Mientras tanto, sigo observando lo que decida el país de Atenea. Ahora, la mirada de esperanza es también para ell*s.

Jónatham F. Moriche: En su discurso al IV Congreso de la Internacional Comunista de 1922, Lenin se refiere a la cuestión de la inflación en la joven república de los soviets: “nosotros no concedemos demasiada importancia a estas cifras, pues los ceros pueden ser tachados. Ya hemos aprendido algo en este arte, y seguro que en el curso de los acontecimientos alcanzaremos en él mucha mayor maestría". El transcriptor anota: “risas”. Algo de esta actitud burlona de los bolcheviques hemos visto en la campaña electoral de Syriza. Se trata de la misma expresión combativamente jocosa de una política que se hace fuerte sobre la convicción de que los ceros de la mala economía pueden ser legítima y efectivamente cancelados por la autoridad del buen gobierno. Y no hablamos sólo de los ceros griegos: es inevitable que una auditoría de la deuda griega como la que propone Syriza se convierta en una auditoría de conjunto de la fantasmagoría neoliberal europea y de la monstruosa montaña de ceros apilados sobre nuestras cabezas por el FMI, el BCE, las agencias de calificación, la prensa económica y el resto de logias y cofradías del gran mercado. Si finalmente Syriza accede al gobierno y persiste en su desafío a esta supersticiosa dictadura de los ceros, veremos desencadenarse sobre Grecia toda la ira de los poderes capitalistas del continente. Será el momento de intensificar, multiplicar, diversificar e interconectar los focos de resistencia y ataque contra esos poderes a todo lo largo, ancho y profundo de Europa, hasta minar decisivamente su capacidad de agresión. Es en esa dinámica de solidaridad política activa que la experiencia griega puede derivarse en oportunidad europea, al convertirse su ejemplo y su defensa en el precipitante de aquella federación de sujetos políticos europeos de emancipación que desde hace ya algún tiempo las condiciones históricas vienen demandando.

Juan Pedro García del Campo: Porque el voto a Syriza en estas elecciones no es una apuesta más en el terreno de la representación o de la gobernanza. Votar Syriza, en la coyuntura actual, no es elegir a sus candidatos para gestionar el futuro dándoles carta blanca para actuar en nombre de nadie, sino más bien todo lo contrario: es la forma de expulsar del poder a los gestores de la nueva expropiación del común en curso a nivel europeo y, al hacerlo, abrir la posibilidad real de tomar decisiones sobre el común al margen y en contra de los que exigen obediencia a los dictados de "lo económico". Votando Syriza no se elige a los gestores de la gobernanza. Los responsables de Syriza no se cuentan cuentos al respecto y son conscientes de que ganar unas elecciones no es equivalente a tener el poder. No es un asunto menor: que planteen así las cosas, ahora, es síntoma de que saben dónde se juega la soberanía (y dónde no) y en qué condiciones puede (o no) ser ejercida. Esa claridad es un argumento más para pensar que no estamos ante un partido que pide el voto como lo haría cualquier otro... sino ante la posibilidad real de abrir un espacio para la democracia.

Patricia Rivero: Durante mucho tiempo los griegos han sido los “sudacas” de Europa junto al resto de países mediterráneos. En Latinoamérica, por décadas y décadas, el pueblo fue víctima de planes de ajuste estructural por parte de organismos internacionales como el Banco Mundial, el FMI, el Club de París, al mismo tiempo que el gran capital exprimía los recursos humanos y naturales. Fuimos devorados por estas fieras, tocamos fondo, y mucho... Pero desde hace varios años América Latina empezó a ver la luz, creyó que existía una alternativa a los dictados del neoliberalismo, y hoy la región está cada vez más fuerte, autónoma y soberana. Cuando se sufre mucho y cuando se ha sido sistemáticamente flagelado, toca el cambio y salir a la calle e indignarse, romper contra ese sistema neoliberal criminal. A esta Grecia “sudaca” también le toca hoy, después de tantas caídas, ver la luz. Ha llegado el momento de que los votantes de Europa no hagan oídos sordos al mensaje alternativo. "Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro" dijo el Che Guevara. Grecia tiene hoy en sus manos la oportunidad de ver esa luz, y esa luz y ese futuro es Syriza.

Raimundo Viejo Viñas: Hablar de Syriza hoy es hablar del futuro de Europa, de la recuperación y avance de la democracia, de la reapertura de lo político, de tantas y tantas cosas que sólo un enunciado de titulares nos llevaría más de mil páginas. Para quienes no lo recuerden, hubo otro 17-J, en 1953, en el que los trabajadores de la RDA se rebelaron contra la carestía de la vida, las condiciones de trabajo y las medidas impuestas por una burocracia autoritaria. Por entonces Bertold Brecht escribió un poema que acababa ironizando: “¿Y no sería mejor disolver el pueblo y escoger otro?”. La irreductibilidad del cuerpo social al automatismo tecnocrático, de la vida al mando, es nada menos lo que está en juego el próximo domingo. Syriza es lo más cercano que tiene Europa hoy a un rescate del 99%. No por ser una panacea, ni una solución, ni siquiera por ser “los nuestros”: tan sólo (y hoy es, como quien dice, todo) por ser la opción de restituir a la arena política lo que nunca debió salir de ella.

Íñigo Errejón: El diktat de la deuda y el chantaje consiguiente a los pueblos se despliega, en Europa, sobre un terreno abonado por décadas de estrechamiento y subordinación de la política a razones aparentemente técnicas, y de devastación de las referencias identitarias, culturales e intelectuales de la izquierda. Así, la crisis puede ser representada en el discurso dominante como un fenómeno atmosférico, que amenaza a una población indiferenciada en los impactos que sufre y en sus responsabilidades. Si la oligarquización de los sistemas políticos europeos pone cada vez más aspectos de la regulación social “a salvo” de la soberanía popular, el discurso liberal tecnocrático pone a las élites “a salvo” de las comunidades que gobiernan. Grecia lleva años siendo un ejemplo paradigmático de la desfachatez de la casta dominante, del chantaje a un pueblo golpeado por draconianas medidas de austeridad, de la reducción de la política a un pacto entre élites y un ejercicio de disciplinamiento y producción de resignación para los de abajo. La posibilidad de victoria de Syriza en las elecciones del próximo 17 de junio es sin duda el dato más importante para la izquierda europea desde el comienzo de siglo. Supone, su mera posibilidad, un valiente y rotundo “¡Sí se puede!”: sí se puede recuperar la política de su secuestro oligárquico; sí se puede atreverse a jugar el partido –conscientes de las limitaciones y dificultades- frente a la troika y el capital financiero, atreverse a gobernar tiempos turbulentos; sí se puede realizar una intervención hegemónica que, en el contexto de dislocación de lo social que conlleva la crisis, realice una articulación de los diferentes malestares y sufrimientos en una identidad nacional-popular amplia y flexible que pueda disputar con éxito el poder político accesible por medios electorales. Syriza es el sí se puede de la irrupción de lo inesperado, no en condiciones ideales de los manuales de instrucciones sino en las realmente existentes, complejas y nunca maduras. Es la audacia de abrir, a partir de una situación de descomposición política, la posibilidad del cambio en favor de las clases subalternas. Syriza, es el aviso a la oligarquía europea: la latinoamericanización de la política europea es un boomerang, y conlleva también la posibilidad del ejercicio rupturista de la soberanía popular



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