¿Por qué el pueblo quiere tanto a Chávez?

Credito: Aporrea.org

8 Oct. 2012 - Pese a la despiadada campaña mediática que se desató contra la revolución bolivariana, Chávez ganó, y no sólo ganó, sino que arrasó. Con el 94,19% de las actas procesadas, el candidato de la patria había obtenido 7.860.982 votos, lo que equivalía a 54,84%. Mientras que Henrique Capriles Radonski. alcanzaba 6.386.155 sufragios, lo que representaba 44,55%, según cifras oficiales del Consejo Nacional Electoral.

Y eso ocurrió pese a que el ultraderechista diario español ABC, en un acto desesperado de manipulación mediática se atrevió en la tarde del 7 de Octubre cuando todavía había gente votando, a publicar la falsa historia de una encuesta a boca de urna que daba como ganador a Capriles.

Tampoco los sectores más extremistas lograron activar los planes desestabilizadores, que tenían días y meses anunciando, porque el pueblo expresó un contundente no a sus pretensiones de aplicar la receta del Fondo Monetario Internacional en la tierra de Simón Bolívar.

El 7 de Octubre los ojos del mundo estuvieron sobre Venezuela, porque mientras un capitalismo desgastado deseaba retomar el control de la principal reserva de petróleo del mundo, la voces emergentes del planeta, que sueñan con un mundo más justo, sabían de la necesidad del triunfo de Chávez para lograr consolidar un nuevo modelo en América Latina que se pudiese propagarse por el resto del planeta. Por eso, durante estas elecciones Venezuela no estuvo sola, porque no sólo llegaron los corresponsales extranjeros de los grandes emporios mediáticos, sino que miles de reporteros populares de todos los rincones del planeta cubrieron estas elecciones presidenciales.

Algunos reporteros extranjeros se sorprendieron con la multitudinaria marcha del cierre de campaña de Chávez en la avenida Bolívar, porque a fuerza de tanta mentira repetida hasta el cansancio por los grandes conglomerados mediáticos, habían llegado a creer que el presidente Chávez había desgastado su popularidad luego de 14 años en el poder.

Muchos de ellos no sabían que las encuestadoras más reconocidas aseguraban que no había otra opción que la victoria de Hugo Chávez.

Y es que Venezuela no se parece a aquel país de hace 14 años, todavía estremecido por los nefastos efectos del Paquete Neoliberal, que los que son hoy oposición y en aquel entonces eran gobierno, habían aplicado despiadadamente siguiendo las órdenes del Fondo Monetario Internacional. Aquel era un país con un 80% de pobreza, donde todo estaba siendo privatizado: la educación, la salud, la estatal telefónica, la compañía eléctrica y un largo etcétera que aspiraba culminar con la privatización de PDVSA.

Era un país sacudido por protestas callejeras, estudiantes muertos, y una represión brutal contra los movimientos populares, parecida a la que hoy Europa y el propio Estados Unidos ejercen sobre los miembros del llamado Occupy Wall Street y de los Indignados de España.

La Venezuela de hoy en cambio, tras 14 años de revolución, es la Tierra de un pueblo que ha aprendido a ser protagónico. Un país donde la educación es un derecho de todos y todas, por lo que se han reproducido las escuelas y las universidades públicas, y se han activado misiones para alfabetizar al pueblo, mientras los niños de las escuelas públicas reciben computadoras basadas en software libre. También los hermanos cubanos nos han prestado sus dos manos, enseñándonos que la salud es un derecho sagrado y no una mercancía. Hoy vivimos en una Venezuela que ha apostada a la ciencia y la tecnología como una herramienta de desarrollo y soberanía, y no sólo tiene dos satélites en el espacio ultraterrestre (el Simón Bolívar y el Miranda), sino que capacita a su pueblo para que aprenda a operar y a construir sus propios satélites. Hoy en Venezuela no sólo extraemos petróleo y se lo vendemos al mundo, también fabricamos carros, teléfonos celulares, computadoras, electrodomésticos, y otro largo etcétera.

Venezuela es hoy un pueblo que lucha por su soberanía tecnológica, política, económica, cultural, y eso explica este avasallante triunfo de la revolución bolivariana. Pero el camino es largo y tortuoso, y todavía quedan muchas batallas por librar, entre ellas, quizá la más difícil, es aquella contra ese enemigo interno que trata de retrasar el avance de la propuesta socialista, y que se manifiesta en la corrupción, la burocracia y la ineficacia. Pero esos fantasmas del pasado también serán derrotados, porque no es una opción sino un deber convertirnos en ese país potencia que se ha transformado en una esperanza para un mundo que no soporta más la pesada carga de un neoliberalismo que amenaza con extinguir hasta la vida en el planeta.

Texto: Verónica Díaz Hung


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