19/11/12.-Carmen Meléndez, la primera venezolana en alcanzar el rango militar de
almiranta, es la ministra del Poder Popular para el Despacho de la
Presidencia y de Seguimiento de la Gestión Presidencial. Un nombre
kilométrico para un cargo que, desde octubre pasado, puede ser
sustituido por otro corto: ella es la inspectora.
El comandante
Hugo Chávez, harto de que le digan que las obras y los proyectos
gubernamentales no funcionan como es debido, le dio instrucciones a
Meléndez para que vaya a supervisar en el sitio y traiga los nombres de
los responsables. Por esto no es para extrañarse que la sola posibilidad
de que la inspectora visite un organismo público sospechoso de
ineficiencia, ponga a todo el personal a correr. Y a algunos los ponga a
temblar.
—¿Qué se siente ser la mujer más temida de Venezuela?
—No,
yo no lo veo así. Alguien puede pensarlo, pero mientras cumpla con su
rol y su función, nadie tiene por qué temerle a una inspección. Éste es
un trabajo para detectar fallas y puede terminar con una felicitación o
con un llamado de atención sobre determinados problemas. Es necesario
que venga alguien de afuera a hacer notar las fallas porque el que está
en el día a día se acostumbra tanto a ellas, que deja de verlas, lo
agarra la ley de Murphy.
—¿En estas fallas que tanto atormentan al Presidente no hay siempre una raíz ética?
—Sí,
claro, los valores y la ética son lo principal en la formación de
cualquier ciudadano. En toda institución u organización lo primero
deberían ser los valores, la ética. Estamos haciendo mucho énfasis en
eso, de hecho, elaboramos un Código del Inspector, que cada uno tendrá
que llevar en el bolsillo.
—En el ámbito militar todo es
más previsible: un superior da una orden y se cumple o se cumple. En el
ámbito civil es diferente. ¿Ha sufrido ese choque entre las dos
mentalidades?
—Sí, claro, lo he sufrido, no tanto ahora como
cuando desempeñé mi primer cargo fuera de la institución castrense. En
2000 fui directora de Administración del Ministerio de la Secretaría.
Sentí el choque de la gente que decía: “esa es militar, que vaya a
mandar a los marineros de su barco”. Pero, luego ha venido la unión
cívico-militar, el compartir, la integración ha roto esas barreras.
—Existe
el riesgo de que algunas personas usen su despacho para denuncias
temerarias, irresponsables, por rivalidades individuales o grupales.
¿Cómo evitarlo?
—La garantía es que la información que nos
llega lo primero que hacemos es verificarla. No actuamos antes de
verificar. Ahorita todo el mundo quiere inspeccionar, es un boom, pero
nosotros no estamos improvisando, sino haciendo las cosas bien hechas,
formando un cuerpo de inspectores. El lunes (hoy) comenzamos un curso
para formar 200 inspectores, gente de la vicepresidencia, del Sebin
(Servicio Bolivariano de Inteligencia), del Ministerio de Finanzas y de
otros organismos. La idea es que todos los pasos que demos estén bien
motivados, que nadie ande inventando. Hay una guía de verificación para
cada tipo de proceso. Si es una escuela, hay un tipo de guía diferente a
la que se usa para una empresa o un hospital. El inspector debe
utilizar el formato adecuado.
—¿Cómo se armoniza el trabajo de inspección con la Contraloría General de la República?
—La
Contraloría tiene sus funciones y no vamos a inmiscuirnos en ellas. Nos
limitamos a determinar si el organismo o empresa está cumpliendo o no
sus objetivos. Si hay irregularidades administrativas, las pasaremos a
la Contraloría.
Por las expectativas creadas el discurso del Presidente, algunos esperan que su despacho corte cabezas. ¿Lo hará?
El
Presidente ha dicho que quiere saber quiénes son los responsables. Lo
que vamos es a determinar si la persona cumple o no con las funciones
propias de su cargo. Si no cumple, el Comandante tiene la facultad de
destituirla. En el caso, muy nombrado, de Helados Coppelia, fueron
sustituidos el director regional que no estuvo pendiente y otro de
Lácteos Los Andes.
El Presidente quiere ver la línea completa de
responsabilidad. Pero esas líneas siempre terminan en el gabinete. Si
aplican esa norma, no van a quedar ministros a salvo…
Nadie
puede, humanamente, tener control de todo y sería injusto cargar con la
responsabilidad siempre a los ministros. Lo que hay que hacer es buscar
en cada sitio los manuales de organización y de procedimientos.
Analizándolos, uno puede saber de quién es la responsabilidad directa de
cada cosa. Claro que uno, como jefe, debe hacer seguimiento y control.
—¿Cómo se evitará que el despacho se sature de denuncias y muchas queden sin respuesta?
—Es
lo que procuramos. Me he reunido con los directores de Seguimiento, de
Atención al Ciudadano, y de Informática de todos los ministerios.
Queremos crear un buen sistema que permita que la denuncia se verifique
lo más rápidamente posible y, si tiene base, continúe la investigación.
Lo que quiere la gente es respuestas. Aquí todos los días llegan
protestas y muchas no corresponden al gobierno central. Lo que pasa es
que si a la gente no le resuelven a escala local o regional, dicen
“vamos donde Chávez, que él sí resuelve”.
—¿Sus atribuciones también abarcan el área militar?
—Yo
entro donde el Presidente me dé instrucciones de entrar. El comandante
de las inspecciones es el comandante en jefe,el Presidente. Él es quien
fija las prioridades. Le presentamos una lista y él decide dónde se
inspecciona.
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“Me gusta almiranta, en femenino”
Carmen
Teresa Meléndez Rivas (Barinas, 1961) sabe que es una pionera. Si la
van a llamar por su rango, le gusta almiranta y no almirante. “Me dicen
que se oye raro, pero es porque antes no había. Pronto será normal. Si
una va a ir de pionera debe marcar la pauta”, dice.
Viene de una
familia llanera muy humilde de 11 hermanos, entre quienes ella es la
quinta. “Nos criaron con el valor de la solidaridad ante todo. Siendo
tantas bocas, si venían tres más igual había comida para todos”.
Pertenece
a la generación militar con una parte de la carrera en la Cuarta y otra
en la Quinta República. Por eso, ve la diferencia: “Los militares antes
estábamos como en una cripta, no sabíamos lo que pasaba afuera… Hasta
te decían que no pasaras uniformada por la universidad porque estaba
prohibido. La nueva relación entre civiles y militares comenzó con la
llegada de nuestro comandante a la Presidencia, pero se hizo más fuerte
después del golpe de Estado de 2002”.
Entre tantos cargos
militares que ha tenido, le tocó comandar a las mujeres aspirantes a
ingresar a la Escuela Naval. Le preguntamos qué es más difícil: comandar
a un grupo de “nuevas” o trabajar para su paisano, el presidente
Chávez. “Ah, no, trabajar con el comandante es fuerte porque él desde
que se levanta hasta muy tarde está trabajando, produciendo. Hay que
estar atentos a sus órdenes. El telefonito por el que llama es el que
hace temblar a todo el mundo… cuando suena, todos pensamos: “¡Ay, Dios
mío, qué pasó!”