La nación andina, que acaba de tumbar a un presidente el pasado 20 de abril, el tercero en una década, está a punto de volver a vivir una nueva crisis política. Las alarmas sobre el comportamiento errático del gobierno del presidente Alfredo Palacio han sido activadas por diversos sectores del país, mientras los signos evidentes de nuevas protestas vuelven a aparecer a menos de dos semanas de posesionado el régimen ecuatoriano, frente a una clase política reticente a madurar, en medio de una situación inestable y difícil, que da toda la impresión de que puede empeorar.
Parece que el mandatario ecuatoriano no entiende, no acepta, o no presume que se le está viniendo una nueva crisis, activada por sus decisiones de los últimos días, que lejos de sanar heridas está incubando un conflicto todavía mayor en el País. Para el caso, el presidente de Ecuador ha dado muestras de no respetar el mandato popular de la “revuelta de los forajidos quiteños” cometiendo un primer grave error: irse en contra de su palabra, negar lo dicho, sin considerar que todavía están frescas sus ofertas, y que le han salido al frente a modo de reclamo. Alfredo Palacio accedió al poder comprometiéndose a dar un cambio al proceso político nacional: llamar a una consulta popular, convocar a una asamblea constituyente, obligarse a un adelanto de elecciones de diputados y de su propio cargo para sustituirlos, y con ello dar paso a un cambio generacional de mandos políticos fracasados. Podrá parecerle inaudito a la comunidad mundial, pero a eso, exactamente a todo eso, se ha negado a cumplir el mandatario ecuatoriano. En dos semanas cambió su palabra, se negó a si mismo, e impuso violentamente su decisión de no hacer lo prometido. Eso se lo recuerda con insistencia y si cree que deben olvidarse lo que dijo, pues la memoria ha sido agitada en las últimas horas con los videos retransmitidos por la televisión de Ecuador, como lo hizo la cadena Ecuavisa este jueves 5, en su noticiero de mayor sintonía, siendo esta la primera voz de alarma. El sentimiento de engaño y traición ha vuelto a reavivarse en las mentes de los ecuatorianos con este comportamiento del nuevo presidente. Una segunda voz de alarma se le ha lanzado al mandatario ecuatoriano, por la forma como se ha indo constituyendo su equipo de gobierno, disparando las dudas en el Frente Político. Más allá del esquema generacional, que tiene un promedio de 70 años entre todos los miembros de su gabinete de ministros, según le hizo las cuentas el Diario El Comercio en su edición de este 5 de mayo, está el hecho denota una actitud de ratificar a una dirección política caduca, con sabor a compromisos corruptos, un desprecio por la preparación, el conocimiento y la valoración de las universidades con sus jóvenes. Así: elije una ministra de Educación en Consuelo Yánez, que es rechazada por su pasado arrogante con los funcionarios de dicha cartera de estado; posesiona a un ministro de agricultura como Pablo Rizzo resultado de un “paro pro-Gutiérrez” de los agricultores del cantón Santa Lucía, Provincia del Guayas, que exigen su nombre con un sabor a revancha contra los quiteños, (eso se dijo en televisión); impone la presencia de la clase política con el ministro de Comercio Exterior en la figura de Osvaldo Molestina, vicepresidente de la Izquierda Democrática, mientras se reafirma con cinismo que “ninguno es miembro de un partido político”; agranda la brecha con los gremios profesionales al poner como vocero de comunicación a un economista, Carlos Cortez, despreciando a los periodistas porque reclaman que se cumpla con su ley; impone la improvisación en el ministro de Energía, Fausto Cordovez, en una cartera donde impera lo técnico y resiente escuchar que frente a los reclamos de la necesidad de que dicho cargo lo ocupe un profesional de las universidades ecuatorianas, se imponga el “yo soy honrado”, despreciando el conocimiento adquirido en el estudio, dejando de paso la impresión de que haber sido estudiado equivale a deshonesto en el caso petrolero. El frente económico es otra especie de campana de alerta, cuyas muestras de cambio se han desmoronado en horas. La ratificación del rumbo adoptado para la negociación del Tratado de Libre Comercio con el esquema del “va porque va” contradice hasta al propio presidente Palacio, que semanas atrás enviaba cartas de protesta por el irrespeto a la nación que implica dicho tratado; hoy se ha vuelto en contra de su palabra el proceso encaminado por el ministro de Comercio Exterior.
Mientras tanto, el locuaz ministro de Economía, Rafael Correa, que provocó el supuesto pánico en los mercados internacionales, con su discurso radical, se cambió en cuestión de horas con la visita de la embajadora de Estados Unidos, Kristhie Kenney, que arrancó la promesa de calma del funcionario y su complacencia por su formación pro-norteamericana, expresada en boletín informativo del ministerio de Finanzas este jueves 5 de mayo. La desilusión esta saltando a grandes pasos en este campo. El frente externo es el que más frustraciones le ha acumulado al nuevo gobierno. En el tiempo de oposición, los reclamos por la política del sometimiento de Gutiérrez y Zuquilanda fueron a grandes voces; el ministro Gándara, en ese entonces era la voz más visible que reclamaba contra la política exterior norteamericana, y en especial pedía el retiro de la Base de Manta y la salida del Plan Colombia. La reivindicación era general. Sin embargo, el nuevo canciller defendió apenas posesionado del cargo, de manera veloz y rauda, que el Ecuador iba a respetar esos convenios internacionales, dando garantías de fiel cumplimiento a la imposición de Estados Unidos con el Ecuador. De igual forma, el canciller no ha tenido respuesta pública a los duros, durísimos calificativos, que han tenido voceros del Departamento de Estados de USA, de la OEA, de la ONU, de la Comunidad Sudamericana, del presidente Elías Antonio Saca, de los Organismos de Derechos Humanos en contra de la situación política ecuatoriana, generando un problema serio en política exterior: “la no aceptación”, porque si bien es cierto que un gobierno no requiere de la aprobación de otras naciones, al menos la aceptación es fundamental para nuestro país y eso no lo ha logrado el canciller Parra Gil, siendo este un factor fundamental para el inicio de un gobierno. El silencio en la diplomacia es todo un lenguaje, que al parecer no es interpretado todavía por el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador. Y se debe tomar en cuenta lo que pasa al interior de Cancillería, porque comienzan a saltar conflictos, contratos y decisiones controvertidas como informes que puestos al descubierto se vuelven inexplicables la opinión nacional, como el caso del escándalo de los diputados en Lima. Tan inexplicable, como que la única decisión del Ministro Antonio Parra Gil de regresar a la cuota política no incluye al único embajador que tiene investigaciones internas por malos manejos administrativos y comportamiento inapropiado en su misión, todo porque es una “cuota pedida” por alguien muy amigo y cercano a él. Se comenta y mucho en los pasillos de la cancillería esta decisión personalista. El frente interno también le ha propiciado serios golpes a la imagen del presidente ecuatoriano, con una sensación de caos generalizado, que se agrava con el paso de las horas. La decisión del Decreto Presidencial No 12, que canceló los contratos a los empleados del régimen anterior, al no ser aplicado con rigurosidad sino con una serie de preferencias o esguinces a favor de tal o cual persona, le está generando un problema que radicalizaría la paralización de los sectores: petrolero (Petroecuador); telefonía (Andinatel); eléctrico (Transeléctric) y de servicios, con lo que el fantasma de desgobierno se agiganta. Sin duda fue un mal golpe para el régimen la salida del país, denunciando persecuciones en su contra, del periodista Paco Velasco, director de Radio La Luna, que se convirtió en símbolo de la resistencia civil en Quito, y que dio origen al actual gobierno. Es notorio que el tema ha sido mal manejado por el ministro de Gobierno, que no atinó otra respuesta que señalar que “no conocía de las amenazas contra Velasco” y que el mentado periodista estaba “de vacaciones”, por lo que cuando vuelva “le darán la protección adecuada”. Esto ya ha despertado la indignación general en contra de Mauricio Gándara, en especial en los grupos “forajidos”, que están motivando una reacción inmediata, en cuestión de horas, contra un gobierno que no puede cuidar ni siquiera a los elementos más simbólicos de apoyo a la credibilidad de su mandato. Si se quiere asimilar a este proceso de falta de comprensión de lo que quiere la nación ecuatoriana de sus dirigentes actuales, es necesario que: dejen el espectáculo de la “negociación mercantilista del poder”. La alarma ha sonado desde el parlamento nacional con el anuncio del presidente Lucero de que se va a proceder a “romper el candado constitucional” que impide que se hagan reformas a la Constitución de Ecuador por dos años, reduciendo el tiempo a un mes. Esta violación constitucional, que irrespeta la ley, demuestra que lo único que busca la clase política ecuatoriana es impedir de mil y una formas que se dé un pronunciamiento popular mediante consulta, para así viabilizar las debidas reformas a un esquema político desgastado por lo corrupto del mismo. Esa grosera interpretación del papel de los legisladores lo único que ha ganado es una muestra del desprecio que sienten por lo que los “forajidos quiteños” hicieron el 20 de abril pasado, y se están cobrando las deudas políticas del linchamiento mediante el justificativo de “rectificaciones”. Mientras tanto, el Congreso no ha dejado de lado sus vicios y mañas: Se repartió de manera vergonzosa el Tribunal Supremo Electoral, imponiendo el nombre de la vocal Ángela Albán, ex “pichi-magistrada” según el argot popular y con eso le negó a la sociedad ecuatoriana ser representada en este organismo del sufragio; y de paso fue incapaz de juzgar y sancionar en forma efectiva los escándalos bochornosos de los diputados ecuatorianos en Lima; una sesión legislativa reservada para 'pisarse entre ellos los rabos de paja' fue suficiente para echar tierra en el asunto. Aquí lo que duele en los dos casos es la impunidad, que se la enrostran a los comunes nuestros, para con ello demostrar que la clase política no esta dispuesta a cambiar ni a ceder nada de lo suyo, a costa de una nación que se traga esta nueva humillación con rabia silenciosa. Si se toma en cuenta que una de los descubrimientos óptimos de la “revuelta forajida quiteña” fue la auto convocatoria popular, pues la misma esta nuevamente siendo reactivada, y no ha dejado de funcionar frente a estas señales de crisis que se vuelven cada vez más evidentes. Las asambleas populares, barriales, comunitarias, de sectores, de gremios, de estudiantes, de genero, de anarquistas y forajidos está mas activa que nunca, y en las universidades, gremios o casas comunales se reúnen todos estos días con el fin de analizar las medidas que quieren adoptar frente a la sensación de fracaso, mientras tanto el gobierno parece no haberse dado cuenta de este fenómeno, que le está creciendo en forma incontrolable. Las formas de comunicarse entre la sociedad y el mandatario también evidencian desconocimiento del nuevo gobierno, porque mientras este exhibe una carencia en su política de comunicación, en la comunidad bullen las iniciativas que alimentan el discurso de oposición al gobierno, sean estas a través del sistema telefónico celular, la programación radial informativa, tan efectiva en los días de la revuelta, como en el Internet, donde se han volcado los espacios serios del discurso y las reflexiones más apropiadas, que no tienen cabida ni necesitan de los medios masivos. Esto el gobierno no conoce y tampoco lo comprende. Por otro lado, al finalizar la semana se encontró en los medios de comunicación, especialmente en la televisión, una posición de repudio a lo actuado por la clase política ecuatoriana, y que se debate, como por ejemplo en el programa que Carlos Vera ha acuñado en su “Cero Tolerancia” con el bautizo de la frustración que siente el ciudadano bajo el mote de “De forajidos a foragiles”; mientras que el régimen se ve enfrentado con las palabras de lo que dijo el presidente, que ahora está incumpliendo, y es que hay archivos de lo dicho y eso mantiene viva la memoria colectiva. Por ello, si en los próximos días se vuelve a notar en las calles, en los espacios de comunicación y en el discurso de varios sectores, un reclamo y censura violentos en contra del nuevo Alfredo Palacio, es porque el Ecuador no ha logrado salir de su caos, y puede volver a hacer crisis, con peores consecuencias que las anteriores, porque la rabia acumulada del engaño que le ha propiciado la clase política al ciudadano común esta incrementándose, y esos fenómenos parecen repetitivos en Ecuador, porque así empezó Gutiérrez, mas, en este caso, es con menos tiempo y mayor espíritu crítico. Se dirá que es una visión tremedista a este análisis. A fin de cuentas todos estos son demasiados errores para muy pocos días, y ya se está entrando en la actitud maniquea de atacar a quien los censura y desoir las voces prudentes, y esta trata de ser una voz de alerta, que quiere evitar nuevas tragedias. Total, la nación es heredera de una frase de Benjamín Carrión con un crudo sabor a verdad: “el ecuatoriano aguanta todo, menos que le hagan el tonto”.
FRANCISCO HERRERA ARAUZ Periodista, Politólogo, Abogado, director del periódico Ecuadorinmediato.com, y la Agencia de Noticias Ecuamex.
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