La Paz quedó paralizada, la guerra no


La ciudad boliviana pasó el día de ayer aislada del resto del país por las manifestaciones y bloqueos, a lo que hoy se sumará el cierre de su aeropuerto internacional. El presidente Carlos Mesa reiteró que cumplirá su mandato hasta 2007, mientras se multiplicaban las dudas sobre la posibilidad de que concrete ese objetivo.
Manifestantes gaseados por la policía antidisturbios para dejar paso a Carlos Mesa, quien debió salir en helicóptero.


Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz

Bolivia ingresó ayer en una nueva y peligrosa fase en la convulsión política y social que atraviesa desde el lunes, mientras el presidente Carlos Mesa aseguró que concluirá su “mandato en 2007”. Varias marchas que confluyeron en la sede de gobierno demandando nacionalización de los hidrocarburos, asamblea constituyente y rechazo a las autonomías –reforzadas con la llegada de miles de campesinos– intentaron ingresar a la Plaza Murillo (donde se encuentran el Parlamento y el palacio presidencial), lo que provocó enfrentamientos con la policía, que utilizó gases lacrimógenos, balas de goma y un camión hidrante para dispersar a los manifestantes. Entretanto, una reunión de presidentes de juntas vecinales de la ciudad de El Alto, de la que participó Página/12, decidió mantener y radicalizar el paro cívico indefinido, que hoy ingresa en su tercera jornada y se hace sentir con contundencia. Varios turistas debieron caminar hasta el aeropuerto, llevando sus bultos en una suerte de bici-taxis, y en la jornada de hoy el aeropuerto internacional será cerrado debido al paro de su personal. La Paz se encuentra virtualmente aislada del resto del país, mientras varios sectores campesinos se van sumando a las protestas. “Así empezó octubre (de 2003)”, dijo una dirigente vecinal alteña consultada por este diario.
“Estoy cumpliendo con mi deber y lo haré hasta el último día de mi mandato, que fenece el 6 de agosto de 2007. No pasa por mi cabeza renunciar al cargo”, dijo el mandatario desde la ciudad de Sucre, donde concurrió para conmemorar el aniversario del “primer grito libertario”, en una virtual respuesta a la creciente movilización social que colapsó por segundo día la sede de gobierno. Y agregó que “prefiero pagar el costo de que se mire al gobierno como sin autoridad, lo cual es una visión parcial y subjetiva, a que suframos una espiral de violencia”. Con el viaje a la capital (formal) de la república, el jefe de Estado decidió mostrar que podía continuar con su agenda, pero para eso debió ensayar un operativo parecido a una fuga, tendiente a burlar el cerco de los cientos de manifestantes. Para eso, debió a acudir a gases lacrimógenos con que la policía dispersó temporalmente a los manifestantes y le permitió trasladarse hacia el helicóptero que lo llevó al aeropuerto militar de El Alto, permitiéndole seguir desde allí hasta Sucre. En su discurso, el mandatario insistió en un plan económico bastante ajeno a las preocupaciones del país, centradas por estos días en el tema de los hidrocarburos y las autonomías regionales.
Los nueve distritos alteños aprobaron en la tarde de ayer mociones en el sentido de “hacer sentir el paro en la ‘hoyada’ paceña”, incluso provocando desabastecimiento a partir del bloqueo de caminos. “Entre nosotros nos estamos bloqueando, mientras en la zona sur (donde viven los sectores paceños acomodados) están felices; debemos hacer sentir el paro también allá”, reclamó un dirigente del distrito 3. El ampliado votó una marcha para hoy, que bajará a La Paz a “tomar puntos estratégicos”, en alianza con los “hermanos campesinos y mineros”, el cierre de la alcaldía alteña y otros edificios públicos, vigilias nocturnas y barricadas para paralizar completamente El Alto, y un ultimátum a Evo Morales “para que se defina” si está o no con la nacionalización. En un clima caldeado, los alteños rechazaron una carta de la ministra de Trabajo, Audalia Zurita, convocando al diálogo. “Con esa carta nos limpiamos el trasero”, dijo el dirigente del distrito 6 en medio del aplauso entusiasta del público.
Poco antes, varias marchas multitudinarias confluyeron en el centro paceño, generando escaramuzas en torno de la Plaza Murillo –transformada en un espacio en disputa, fuertemente custodiado–, con un saldo de varios heridos y la detención del concejal alteño Roberto de la Cruz, posteriormente liberado. La policía reportó que los manifestantes apedrearon al menos a cinco vehículos del transporte público y de particulares y cometieron otros desmanes a su paso por el centro de La Paz. Por su parte, el ministro de Gobierno, Saúl Lara, se limitó a instar a los manifestantes a “conservar la cordura”, mientras Morales advertía al Ejecutivo que “deje de apostar al cansancio del pueblo”. “Cuidado con que la cosa reviente”, amenazó.
En ese caso, quizás el helicóptero que ayer alejó al mandatario de la bronca de los manifestantes sea un anticipo del que –a imagen y semejanza de otros mandatarios latinoamericanos– lo ayude a alejarse definitivamente de un poder que cada día se le escurre más de las manos. Hoy volverán a confluir mineros, campesinos, maestros y alteños, entre otros sectores que reclaman la “recuperación total de los hidrocarburos” con métodos cada vez más radicales y continúan haciendo guardia en La Paz. Han llegado para quedarse.


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