La oficialidad castrense supone un modelo de gran significancia nacional, pero como en todas las cosas, nos podemos encontrar con oficiales que enarbolan el reconocimiento público mediante la aplicación de sus valores, éticas, principios y ese don de mando y conducción hacia sus subalternos. El comportamiento militar es un asunto de mucha sublimidad, ya que pone de manifiesto público un paradigma caracterizado por la obediencia, buenas costumbre y disciplina. En momento, el Oficial es visto ante la ciudadanía como un recurso muy preciado, capaz de garantizarle su seguridad y bienestar. La relación cívico – militar, intentan armonizar una relación que años atrás era imposible pensarla, fueron los grandes esfuerzo del Presidente Chávez los que condujeron a visualizar una nueva relación que simulaba una perfecta armonía, transformando a dos sectores que hacían vidas distinta en un gran sustantivo llamado pueblo.
El reto debe ser una máxima, ante los deseos de Chávez al buscar que se dejara ver al estamento militar como un sector que no participaba en los grandes problemas sociales y el desarrollo económico del país, lo logro y posiciono a un buen sector de oficiales con extra currículos militares, en puesto y responsabilidades estratégicas, que le daban un nuevo sitial a las Fuerzas Armadas de Venezuela.
Entramos ahora en la reflexión que debemos hacernos, honramos en estos momentos tan difíciles, con el ejercicio gerencial adjudicado la memoria del Presidente Chávez. Hasta qué punto entendimos el planteamiento o alcance político de esas designaciones y lo más importante, se estará reconociendo por parte de la sociedad civil la eficiencia, eficacia y trasparencia de las responsabilidades administrativas. Se cumple la orden de protección al Poder Popular o podrán existir algunas acciones aisladas por algunos oficiales que dejaron de entender que su servicio debe ser a la patria y no a su peculio personal o familiar.
Ser oficial representa a lo interno el mejor de los compromisos y Chávez les reconoció su capacidad y destrezas sobre el orden interno y externo, pero a su vez, permitió su participación activa en la cosa pública, es hora de preguntarse si merecemos llamarnos hijos de esta patria, que amerita con urgencia el consenso de todos para lograr emancipar el pensamiento bolivariano y chavista, no se puede jugar con la confianza depositada de un pueblo que asumió con entusiasmo y decisión esta unión cívico – militar. Convencido estoy que es muy grueso el segmento de oficiales que al leer esta reflexión estarán de acuerdo conmigo, no se puede incurrir en la irresponsabilidad de la generalización, ante una verdad irrenunciable de saber que contamos dentro de la Fuerzas Armadas Bolivarianas con hombres y mujeres que anteponen el bien común y el bienestar nacional. A esos mi reconocimiento, respeto y bendiciones familiares extensivas a su cuadro familiar.