¿La expropiación de Agroisleña? Yo diría la recuperación de la vida

El mundo se debate con fuerza entre dos corrientes que fluyen en direcciones opuestas. Una de esas corrientes  tira con ímpetu macabro en pos de la muerte,  avanza desolando las memorias y carcomiendo las conciencias;  la otra, siempre ha existido, es la razón primigenia de la existencia, se  basa en el Amor y la armonía profunda, en la dimensión espiritual y en la condición social de los seres humanos, de nuestros hermanos los animales, las plantas, el suelo, el aire, el agua, la luna, el sol, las estrellas, el universo cargado de vida. Estas dos corrientes son contrapuestas, diametralmente contrarias, es una pugna que nos permitirá existir desde el ser o morir en la vorágine de la ignorancia.

      Los albores de una sociedad justa, impregnada del Amor Universal, subyace en la esencia misma de esta lucha. La  libertad, es la esencia.

      Los campos de batalla donde se libra esa lucha son los escenarios de nuestro diario vivir. La agricultura es uno de ellos. Por un lado, la llamada agricultura  moderna apunta hacia la muerte. Ella está basada en esquemas capitalistas, rentistas, mercantiles,  que promueven la dependencia de los pueblos a las grandes corporaciones transnacionales que controlan los insumos para la producción, los programas de investigación,  educación agraria, transferencia de tecnología,  los mercados y las formas asociativas que se  sujetan a poderes e intereses económicos, representados por grupos oligarcas locales,  cómplices y fieles servidores del poderío económico mundial, que cercena  los derechos de la humanidad y destruye la vida en nombre del “progreso”.

    Pero allí están los frutos de ese tipo de agricultura capitalista.  Allí están los frutos del “progreso”: lluvia ácida, deterioro de la capa de ozono, efecto invernadero, deforestación, pérdida de la biodiversidad, desertificación, inundaciones, venenos, hambre, guerras, drogas, narcotráfico, desigualdad, injusticia, exclusión social y miseria de los pueblos.

     Esto es lo que representa Agroisleña. Esta empresa no puede hacer otra cosa que aquello para lo cual fue concebida. Para Agroisleña no existe la agricultura, solo un escenario para comercializar  “objetos”.  Ellos no propician ni promueven la producción de alimentos. ¿Se pueden llamar alimentos los “objetos” producidos con venenos y bajo la explotación del ser humano y la contaminación de nuestra comunidad de vida?

    Agroisleña, como instrumento del capitalismo mundial, no puede hacer otra cosa que envenenar, acaparar, explotar, monopolizar, oligopolizar, especular, burlarse del Estado que es el pueblo, manipular conciencias, borrar nuestra memoria ecológica, crear adoradores de su opresión. Por eso es que su lema era: Todo para el Agricultor, ¡claro, todo lo que ella representa: muerte!

    Allí  están sus ejemplos notorios: adquieren un saco de fertilizante a Pequiven (empresa del Estado que somos todos nosotros) a 14,4 Bs. y luego lo venden en 75 Bs. ¿Como se llama eso?; piden crédito al Banco de Venezuela (entidad financiera del Estado) al 8% de interés y luego, ese mismo dinero se lo prestan a los productores al 13% de interés. ¿Cómo se llama eso?; le venden a los productores toda una gama de venenos (insecticidas, fungicidas, herbicidas, etc.)  1a y 1b (extremada y altamente tóxicos), residuales, que generan mutaciones, malformaciones congénitas y enfermedades crónicas y agudas en los seres vivos, inclusive cambios genéticos que genera resistencia en los entes biológicos que intentan matar, lo que significa que hay que intensificar frecuencias y duplicar las dosis o incorporar otros venenos con mayor grado de toxicidad. ¿Cómo se llama eso?; asignan “técnicos fabricados” por las universidades con el enfoque de la revolución verde para que “asistan” a los productores, “técnicos” que solo conocen la agricultura venenosa y que ocultan, consciente o inconscientemente, el enfoque agroecológico. ¿Cómo se llama eso?; luego la cosecha va a sus silos donde los parámetros de calidad (% de humedad, grado de pureza, etc.) son impuestos por sus “técnicos”. ¿Cómo se llama eso?; penetran en nuestras escuelas y promueven entre nuestros niños el “manejo seguro de plaguicidas”, incentivándoles para que les digan a sus padres que los venenos no son peligrosos, basta con que se pongan una máscara, calibren bien sus equipos, apliquen según las dosis recomendadas y en dirección a favor del viento, luego lávense bien, laven la ropa y sean muy felices viendo televisión, comiendo perros calientes y tomando pepsicola. ¿Cómo se llama eso? ¿Quien le pone una máscara a los animales, al viento, a las aguas, al suelo, a los árboles, a las flores, a los consumidores, a la vida que nos matan? Más del 30% de los gases que provocan el efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso) proviene de los insumos químicos que Agroisleña promociona y vende a los productores. ¿Cómo se llama eso?

     No se trata de la expropiación de Agroisleña, se trata de la apropiación de la vida.

     La mayor especulación de esta representante del poderío capitalista mundial es la especulación hacia toda la comunidad de vida.

      Son ellos quienes deben indemnizarnos. “Sus” activos, adquiridos a través de la explotación de la vida, no son suficientes para costear los daños ambientales provocados por su oprobiosa actividad de muerte y miseria.

    Ante este panorama desolador, hay luces que el anchuroso firmamento pareciera reflejar como una esperanza para el renacer de la vida.   Hay memorias y hay pueblos escudriñando su pasado para remplazar  su futuro.  Hay valores agroecológicos, hay cultura local donde aún se respeta la vida y se privilegian las relaciones sociales por sobre las relaciones económicas. Esa es la esencia de nuestra Revolución Bolivariana.

        Son muchas las conciencias que están a la espera de ser despertadas, a partir del mundo-origen de los valores de aquellos que aún guardan y protegen sus memorias. Eso es exactamente lo que está haciendo nuestro presidente, despertando conciencias. Quién tenga ojos que vea.

        Allí está la Agroecología, emergiendo como un hilo de luz, conectada desde la esencia misma de los seres que habitamos este planeta y el cosmos, que apostada en el recodo del camino de la sabiduría de los pueblos, se hace luz, se hace eco de libertad y de valores espirituales para el bien de todos.


*UBV-PFG- AGROECOLOGÍA (SANARE)

FUNDAGRARIA


fundagraria@cantv.net

forimakius@gmail.com



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Héctor Honorio Rodríguez Orellana*

Ingeniero Agrónomo (Universidad Central de Venezuela), M.Sc. Desarrollo Sustentable de Territorios Rurales(ESAT), Dr. en Ciencias para el Desarrollo Estratégico(Universidad Bolivariana de Venezuela),Profesor en Agroecología(UBV), Fundador de Fundagraria (Fundación Ecológica).

 forimakius@gmail.com

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