Rigoberto Lanz, en su artículo del día domingo 18 de noviembre de 2012, publicado por el diario El Nacional, hace algunas precisiones acerca de la advertencia del presidente Chávez al funcionariado de su gobierno y en particular al tren ministerial, en tornos a las deficiencias e incapacidades en sus respectivas gestiones, como administradores de las políticas públicas del Estado Venezolano.
La pregunta que se hace Lanz está referida al grado de efectividad que tendrá en esta oportunidad el llamado de atención del presidente, ya que en el pasado reciente, y, además, en forma continua y repetitiva, ha hecho el mismo tipo de afirmaciones sin que hayan surtido los efectos deseados, es decir, correcciones en positivo de la gestión.
El presidente ha creado una oficina ministerial para el seguimiento de proyectos y ejecutorias públicas, evidentemente que ello supone una herramienta de primera línea en esa dirección, pero, además, los catorce años de gobierno otorgan una experiencia nada despreciable en el conocimiento de la mayor parte de los entuertos que traban la administración y, en consecuencia, también la profundización de la revolución.
Estamos en presencia de una coyuntura de vital importancia para el futuro de la revolución, si no impulsamos cambios definitivos en el viejo Estado e insertamos mecanismos de alta calidad política y gerencial en el sistema público, poco podemos avanzar.
Como dice Lanz: el efecto inmediato de la mano de hierro del presidente es que la gestión pública mejore tangiblemente, que se hagan las cosas bien, que la entropía organizacional de paso a controles y ejecuciones de alta eficiencia.
Hay otro elemento que hay que tomar en cuenta, y en ello nos va el destino de este proceso político bolivariano, si simultáneamente no construimos la gestión comunal, con grados y niveles de eficacia y de control popular desde la gente, y que sea ella quien administre sus asuntos, la eficacia gubernamental, por más pulcra y eficaz que sea, será insuficiente.
Dicho de otra manera, si no asociamos la construcción del Estado comunal con la liquidación del burocratismo rampante, pueden ser estériles, tanto el llamado del presidente, como la transición al socialismo.
Ante tal reto, la gestión pública está llamada a dar el ejemplo, no cabe dentro de la más elemental lógica democrática, que el gobierno y sus funcionarios anden rezagados respecto al poder constituyente del pueblo.
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