Ser militar, demanda una suerte de estereotipo que debe irradiar, indiscutiblemente en una conducta comprobada en lo que se refiere al ámbito de la moral y la ética, los militares tienen el deber de enarbolar un marco referencial positivo ante sus conciudadanos, a fin de que estos puedan gozar de la consideración y respeto de la población. El militar desde la escuela trabaja el carácter, con la finalidad de que la disciplina, rectitud y la buena práctica en sus futuras designaciones y cargos estén convalidados con su proceso de formación integral. El compromiso de resguardo a la patria no puede estar en manos de individuos que con facilidad rompen ese bello camino de ser un sujeto de honor. La responsabilidad de proteger los cielos, los mares y el territorio todo, de una nación, solo se le asignado a grandes hombres, como no recordar a Ricaurte que se inmolo en la Victoria en nombre de la patria y sus sueños libertarios. Pero no se trata de inmolarse, el asunto se centra en reencontrase con la vocación de ser militar y practicar con responsabilidad lo que demanda su significado. Da nostalgia como en los últimos tiempos se ha hecho recurrente conocer de uniformados involucrados en situaciones irregulares, cometiendo actividades que enluta la majestuosidad del estamento militar.
Nuestra Fuerza Armada Bolivariana, no merece que algunos de sus hombres la hagan caminar por caminos de espinas, al contrario sus hombres deben procurar que esta Fuerza Armada Chavista y revolucionaria camine por los senderos de los olivos y la gloria, es preciso volver a Carabobo y extraer de ese hecho histórico la sabia refundación de una institución necesaria que reclama en las filas de su personal el apego a las buenas prácticas del oficio Militar. No se le puede permitir a nadie que promulgue juicios de valores hacia la institución, es momento de corregir aguas adentro, con estrategias de captación de personal, inspectoría, inteligencia y contrainteligencia. Se tiene que dar ese punto de quiebre a la mala interpretación de la acciones operacionales fuera del marco de la Ley. El comandante Chávez, con su gran visión generó las condiciones para que el militar se sintiera pueblo y que el pueblo se sintiera militar, configuró en sus sueños esa articulación que denominó unión cívico – militar, dicha configuración era imposible llegar a pensarla antes de su llegada al gobierno. Creo que este último elemento funda las bases para no dejar desvanecer la intención manifesta de quien le dio una dirección distinta a nuestra República Bolivariana de Venezuela.
Una de las cosas más grandes que hice en mi vida fue ser oficial de la Fuerza Armada Bolivariana, con orgullo llevé mi uniforme que al usarlo, me hacía honrar mi deber ante mi país, se trataba para de coadyuvar en la tan necesaria reconstrucción de la república, acompañando sin ningún interés personal el sueño del gigante Chávez, cosa que en mi vida civil continué haciéndolo con espíritu de cuerpo y sentimiento patrio, mi solicitud de baja no obedeció a situaciones irregulares, solo fue una salida, para con mi profesión de Geógrafo aportar desde el accionar político a mi querida Venezuela . Esto me permitió estudiar mejor al comandante Chávez y de sus buenas intenciones para el futuro de mi país, la revolución me permitió ocupar cargos de dirección nacional, en lo que apliqué las prácticas aprendidas en mi vida militar, logrando cumplir en cada uno de ellos lo encomendado. Ahora bien, quienes están dentro de las filas militares y gozan de una conducta comprobada en él deber ser representantes de una mayoría que deben articularse a viva voz para erradicar toda intención de marchitar el mejor tesoro que tiene nuestra nación y se ve representado en la Fuerzas Armadas Bolivarianas. En este sentido sentirse y ser militar es pararse cada día de nuestras vidas con la fuerza transformadora del bien y la acción que conduce a la solidaridad con el pueblo, trabajar a su lado en sus luchas reivindicadoras, celosos en todo momento de cualquier elemento capaz de irrumpir la tranquilidad que genera la esperanza de estar protegidos por una institución que antepone el bienestar colectivo ante lo beneficios grupales e individuales.