Estuve viendo el programa del pasado miércoles, El Mazo Dando. Nunca fue de mi agrado y así lo he escrito en otros artículos por este portal. Terminé siguiéndolo con mayor frecuencia a causa de mi amigo secreto Diogenes, quien aprende allí mucho de la política venezolana. Pero sinceramente tanta retaliación, amenazas veladas y no tanto, exposición y burla continua de esta oposición podrida que tenemos, no me enriquece el espíritu. Para nada. Así como también me ocurre con Mario Silva y su Hojilla. Menos ahora que está empeñado en perseguir a la bombillito, con razón o sin razón, pero siempre me parece poco elegante, innoble, desagradable, empecinarse contra alguien en público, abusando de la pantalla televisa y del programa a su disposición. Así cualquiera. Es como cuando alguien grandote, forzudo, un cuarto bate, se eleva contra un delgadito, endeble, mequetrefe y se le lanza encima. Es cobardía. Y no porque bombillito sea una mujer. Es la fuerza de la pantalla televisiva, de la figura mediática de este compatriota nacido en Ciudad Bolívar de padres españoles.
Ambos programas que son considerados, en su género, estrellas de la revolución, se vuelven, desde mi muy personal punto de vista, en espacios inadecuados, prohibidos para los ojos y oídos inocentes de niños, adolescentes y hasta jóvenes que aprenderán de ellos la venganza, el desprecio, la burla grosera que enmascara mucho odio. Tampoco entiendo cómo el Capitán Cabello deja que su pequeña nieta lo siga en esas faenas tan desagradables. Además de exponerla frente a un público opositor al chavismo, algunos delincuentes, que seguramente lo odian. En verdad no lo entiendo.
Al escribir esto percibo que podrán llamarme, con mucha razón, "señora amargada", como acostumbraba Diosdado a dirigirse a los venezolanos de oposición, hace muchos años. Francamente me siento amargada. Pero no soy ni seré parte de la oposición, no voy a saltar la talanquera, nunca me pondré del lado de ese sector político desquiciado, alterado, rencoroso, desesperado que profusamente expone el conductor en su programa. Un sector hasta muy delincuente, sin valores morales, luchando únicamente por sus privilegios, los que tenía, los que tiene o los que desean tener. Lo cual no significa que uno, con corazón chavista, no vea, no piense, no proteste. Y mejor aclararlo para muchos compañeros que frecuentan este portal: soy una chavista con Maduro, tan claro como la luna llena.
Caiga quien caiga es falso. Simplemente porque por ahí, sin necesidad de "caerse", totalmente demostrados sus delitos contra la Patria, ante el mundo y Venezuela, tenemos a un venezolano ladrón, traidor a la patria junto a muchos de sus compañeros, que andan por ahí tan campantes optando a ser candidatos a las próximas elecciones presidenciales en el 2024.
Apreciados lectores, ciertamente el presidente de la Asamblea Nacional Jorge Rodríguez levanta su voz para hablar de los delitos de Juanito Alimaña, de su robo continuado, desde 2019, de dos mil millones de dólares por año. Sin embargo, vemos como éste se mueve muy cómodo como todo un santito a quien venerar. Nadie lo toca, nadie lo roza, ni con el pétalo de una rosa. ¿No ha sido ése un gran ejemplo para los tentados a la corrupción? ¿La evidente y descarada impunidad? (1).
En cambio, estos voceros del gobierno chavista, o del partido chavista, se esmeran por ofrecernos el grotesco, desagradable y lamentable espectáculo en la televisora del estado, en la noche tarde, mostrando a una hilera de los recientes detenidos, encadenados uno tras otro. Una verdadera triste visión.
¿Cómo hacer un show de la vergüenza ajena? ¿Cómo estar tan seguros del juicio si ni siquiera la ley se había pronunciado? ¿Cómo son esos voceros chavistas de alto nivel tan osados e impolutos para lanzar la primera piedra, muchas piedras, miles de piedras? ¿A quienes pretenden convencer, por ejemplo, de que los salarios son bajos porque estos vestidos de naranja, ya no de rojo rojito, se robaron el dinero?
Como dice Mario Silva refiriéndose a la tal bombillito: tiene rabo de paja.
Apreciados lectores, creo que todos tenemos rabo de paja pues somos humanos y, por lo tanto, imperfectos. No importa si nos acomunan sentimientos nobles, de amor por el más vulnerable, es usual equivocarnos, cometer fallas, hasta por omisión. Y creo que hay muchos pecados por omisión en esta revolución. Sobre todo, en aquellos que andan ofendidos e indignados lanzando gritos por la humillación sufrida de parte de sus compañeros.
¿Por ejemplo? Pecado de omisión por no resolver de una vez lo que todos y todas piden a grito pelado: justicia también para el caso de Juanito Alimaña y su gobierno interino. Para él y todos sus cómplices, los embajadores en el exterior, empezando por Guanipa, el canciller Borges, todos los miembros de un muy fantasioso tribunal supremo de justicia, los diputados aquellos que felices cobraban cinco mil dólares al mes en pleno período de escasez, de penurias para el pueblo. Y lo afirmaban sin más ni más. Yo lo escuché en uno de los programas de Vladimir Villegas, el muy ético periodista entrevistando a diputados de una asamblea extinta, demente y delincuente pues, a través de esa falsedad, siguieron cometiendo y permitiendo robos, delitos que deben ser penalizados. Omisión.
Lo que salta a la vista en estos voceros de la revolución y, personalmente me impacta, es que hablan desde un púlpito de iglesia donde lucen como curas dando sermones, pontificando. El espacio de la Asamblea Nacional en el Capitolio con sus hermosas cúpulas, es uno de esos lugares con púlpitos elevados. Superiores, indignados, ultrajados, humillados, pero con la moral en alto. Caiga quien caiga.
Apreciados lectores es un espacio, el de la Asamblea Nacional, que además no es igual para todas y todos las y los diputados. Escuché recientemente de la boca de un diputado quien nos dio una charla en la Escuela de Formación Kleiber Ramírez, que cambiaron el reglamento de debate en la Asamblea. Tan es así que, por ejemplo, si bien entendí, para que Oscar Figuera, único diputado por el PCV, pida el derecho de palabra, debe pasar antes por la aprobación de un adeco, o de la agrupación opositora. Si esos lo aprueban, le ceden su espacio para que participe en el debate como diputado que es. El diputado conferencista, chavista, para poder hablar debe pedirle permiso al diputado Pedro Carreño. Igualmente, supe que los bonos que entregan complementarios al sueldo, no son iguales para los miembros parlamentarios y, por lo que escuché, no hay ninguna transparencia. ¿Es eso tener una moral en alto? ¿Son normativas, actitudes dignas?
Lamento eso que escuché en la instructiva charla, y que estoy compartiendo con ustedes en este artículo que, muy seguramente, no agradará a mi amigo secreto Diogenes pues afirmará, y con toda razón, que se trata de un texto más donde hago juicios de valor: "Los juicios de valor se basan en la visión personal de quien los emite. Pueden ser morales, éticos, estéticos, políticos, religiosos, etc., y expresan gustos, preferencias e ideologías."
Me considero una fiel seguidora de la revolución bolivariana, comulgo con todos los buenos propósitos que se persiguen sobre la igualdad entre los venezolanos, la justa distribución de la riqueza, la soberanía e independencia de nuestro país para asegurar una vida digna, hacia la mayor felicidad posible, para todos los que aquí nacimos y también para los que acogimos de otros países.
Pero lo cierto es que estos últimos acontecimientos de corrupción y toda la parafernalia que se puso en juego, me producen náuseas.
Náuseas por la falta de valores en los cuales estamos cayendo toda la humanidad.
Sin ir muy lejos, en Venezuela, la descomposición desde sus instituciones, que creo es estructural y emana al exterior en determinados episodios de tiempo, la falta de valores desde sus funcionarios en los cuales se confió. Los venezolanos confiamos, nos apoyamos, creímos, esperamos en la estructura toda del Estado.
Por cierto: ¿dónde estaba el Contralor de la República cuando estos recientes delitos de corrupción estaban desarrollándose?
Yo sí me siento desmoralizada. Por las dificultades del camino. Por tantas interrupciones externas, pero muy graves las internas, hacia el logro de los objetivos. Por las contradicciones evidentes que no pueden taparse con discursos, arengas, sermones. Por ausencias evidentes como las del ex ministro Tarek El Aissami, alto personaje de la revolución quien hace apenas pocos meses levantaba fuerte su voz acusando a Rafael Ramírez ante el Ministerio Público, en sus manos todas las pruebas, ¡diez años después de haberse cometido los graves delitos! (2).
Pero ahora el exministro no aparece, siendo un funcionario extremadamente pertinente en los sucesos que se están exponiendo a grito frente a la opinión pública. Y uno se pregunta el porqué.
Pero sí nos muestran a los detenidos, su humillación, sus cadenas y trajes color naranja que, en algún momento, impuso la Fosforito en los centros carcelarios.
Como tampoco aparecen con gritos y tambores los buenos resultados del trabajo penitenciario, la revolución judicial, la reforma que le encomendó solemnemente el presidente Nicolás Maduro en 2021 a Diosdado y Cilita, para atacar el desastre en su funcionamiento: hacinamiento, retardo procesal inaceptable en los trámites judiciales, condiciones infrahumanas que violan sus derechos humanos. Si el informe apareció, seguramente, no se le dio la debida propagación de su contenido.
Pidió el presidente Maduro a Diosdado Cabello y a Cilita hacer una revolución judicial que estremezca y sacuda todo el sistema de justicia del país. Una revolución completa de los órganos de justicia. Con plena conciencia de que hacía falta una reforma profunda y acelerada del sistema de justicia (3).
Una tarea "profunda y acelerada" solicitada la respuesta en sesenta días, con sesenta diputados escogidos, más de cincuenta mil entrevistas, revisión centro penitenciario por centro penitenciario, todo lo cual llevó a Diosdado, hace apenas menos de un año, asegurarnos que habían reestructurado el poder judicial, revisado todos los currículos de los funcionarios judiciales y garantizando que "los que aquí ejercen son ciudadanos que cumplen con lo establecido en la ley". ¿Misión cumplida? (4).
¿Y en este mes de marzo que acaba de finalizar qué vemos? Un verdadero desastre en el Palacio de Justicia. Venta de sentencias, fiscales incluso que anulan medidas previas de imputación por el Ministerio Público, sin tener potestad para ello (a mi me pasó). Persiste el hacinamiento y, según reitera a menudo Vladimir Villegas, hay sentencias de excarcelación ignoradas campantemente por funcionarios administrativos. El gran poder no elegido del cual habla nuestro querido maestro Enrique Dussel.
Apreciados lectores, ¿hablábamos de rabo de paja?
Los diputados involucrados en la comisión de la reforma judicial (¿quién sabe si estaría Hugbel Rojas?) declaraban haber hecho una pasantía en los centros penitenciarios: policías que cobran por entregar comida a los detenidos, por los traslados a los tribunales, hacinamiento donde, por ejemplo, en cuartos pequeños colocaban a ochenta detenidos sin ventilación, policías que siembran armas en algunos porque no pueden pagar sobornos, fiscales que no hacen su tarea de investigar y dan por hecho el acta policial, detenidos en su gran mayoría jóvenes morenos, humildes, desasistidos por la revolución que hace visibles a los antes invisibles, pero no a éstos (5).
¿Se aprobaría dentro de esa reforma judicial el código de ética de los funcionarios judiciales? Lo mencionaba desde su alto púlpito el vicepresidente del PSUV cuando en mayo dos mil veintidós daba su informe ante la Asamblea Nacional. Si se aprobó por lo visto no se aplica a cabalidad. No hay seguimiento, no existe supervisión, estamos en las manos de Dios y como dice el programa a Dios rogando y con el mazo dando. A protestar con estas líneas, es lo único que nos queda.
La justicia debe ser para todos. No solo para chavistas vestidos de rojo rojito, sino también para aquellos que protege el imperio a costa de toda la nación venezolana. Aplicarla con firmeza, pero con la mayor seriedad y prudencia. Con la necesaria dosis de humildad y compasión. Porque no somos Dios para juzgar ni estamos libres de pecado. Para que ese sistema de justicia que quisieron nuevamente revolucionar (ya la diputada Iris Varela había tenido esa tarea encomendada por Hugo Chávez) para que "Venezuela tenga el mejor sistema de justicia del mundo", no se lo adornen solo con hechos y palabras altisonantes, estridentes, oportunistas.
Para que se cumpla lo que nuestro Libertador Simón Bolívar, siempre él, afirmara:
"La justicia es la reina de las virtudes republicanas y sobre ella descansa la igualdad y la libertad".
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https://www.aporrea.org/actualidad/a315235.html