Si algo era común, en la Venezuela cuarto republicana, a la hora de enfrentar los hechos de corrupción cometidos por funcionarios de la administración pública, es que estos eran concebidos solo como un delito de carácter jurídico; y no, como un hecho que formaba parte del proceso socio-político venezolano, originado por una variedad de causas inherentes a la propia conformación institucional del Estado y de su administración. No se tenía una perspectiva integral de ella.
Razones por las cuales sus causas, efectos y causalidad no eran percibidas como elementos fundamentales para enfrentarla. No se tomaba en cuenta el relacionamiento e interrelacionamiento que, como acción recíproca o comunidad, esta tiene para la sociedad. Se prescindía de su ubicación en un tiempo y un espacio que es causado y que genera causas. No era considerada un delito sociopolítico.
Pero, las cosas han cambiado. Ante la criminal corrupción descubierta en algunas empresas propiedad de la nación, el Presidente Nicolás Maduro, ha asumido con la mayor dignidad, seriedad y responsabilidad su combate. No es cualquier enemigo al que está enfrentando. El engaño, la traición, la deslealtad, al igual que el desarraigo, son conceptos que generan conductas que van más allá de su propia etimología. Depositas tu confianza en un "compañero" con quien crees abrazas un mismo proyecto y, éste, por satisfacer sus ambiciones personales, "lo patea". Ello no es cualquier cosa, el dolor es grande; en algunos casos un sentimiento de culpa se apodera del sujeto burlado. Pero, una situación como ésta es una difícil y dura prueba, la cual debe enfrentarse sin dobleces hasta vencerla. La duda no tiene asidero en casos como éste.
Por lo que, desentrañar los enigmas que rodean la corrupción, enfrentarla de una manera distinta a como se hizo en el siglo XX, nos permite afirmar la pertinencia que hoy tiene, en el campo de las ciencias políticas y sociales, abordar la discusión sobre su sentido y objeto, en función de dar explicación al estado de incertidumbre, incredibilidad y frustración que ella genera en el pueblo. Estimular esta reflexión es un reto impostergable que hoy tiene la dirigencia política venezolana.
El Presidente Nicolás Maduro está demostrando que el hecho político no puede
separarse de la ética. Que no hay política, real y verdadera, sin ética. Y, no es que la ética sea subalterna de la política; no, es que la ética, en sí misma, es una manifestación política.
No hay lugar a duda de que estamos en presencia de un "gravísimo" caso de "delincuencia organizada", no otra cosa es la corrupción, habría que ser un irresponsable para no admitirlo. Pero tampoco podemos asumir ante él una conducta fatalista. Ellos, los corruptos, no son Venezuela. Éste no es un problema estructural de la formación social venezolana. Tampoco estamos en presencia de una situación insuperable, catastrófica. Pero, no podemos seguir viendo la corrupción como un hecho coyuntural, su ocurrencia es de muy larga data y recurrente.
De tal modo, pues, que hacernos de una conducta ética frente a la corrupción, significa formular una estrategia que, partiendo de la comprensión de nuestra actual situación, nos permita establecer con precisión su génesis. Es por ello que nos resistimos a seguir explicándola sólo a partir de razones morales; no por que no sean importantes, sólo que son insuficientes. En tal sentido, una visión diferente en el estudio de la corrupción, una visión ética, debe conducirnos a reflexionar sobre los valores y normas que han fraguado el ethos político del liderazgo nacional.
Hoy se impone enfrentar la corrupción con la mayor decisión. Con soluciones que superen su carácter coyuntural. Necesario es derrotarla. Y, ello es posible. El Presidente Nicolás Maduro está convencido de que, el venezolano, es un pueblo imaginativo y creador, trabajador y productivo, educado y capacitado, honesto y bondadoso, elementos que forman parte de la fortaleza y capital moral de la nación.
Quitar las piedras del camino es una tarea dura, pero necesaria para llegar al destino propuesto; y, el nuestro es la construcción del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI. Para lograrlo, debemos inundar nuestras acciones y comportamiento humano, nuestras convicciones, de profundos principios éticos. Tener presente que, la ética y la política son un binomio inseparable. Solo así lograremos entender que: LA CORRUPCIÓN TAMBIÉN DEBE SER DERROTADA.