Una de las mayores cualidades que posee la Revolución Bolivariana es su permanente estar haciéndose. De allí su originalidad. Nada la detiene en el empeño de reflexionar sobre los problemas relacionados, tanto con la estrategia revolucionaria como con la construcción de la sociedad socialista. Convencidos de que, la posibilidad de alcanzar dicho objetivo, pasa por deslastrarse de las rémoras del capitalismo, aun presentes en la formación social venezolana. Convencidos, igualmente, que la nueva estrategia revolucionaria debe fundamentarse en un marco conceptual basado en la idea de hegemonía. Es por lo que se afirma que la batalla para derrotar el capitalismo y construir el socialismo es un continuum, en el que la toma del poder es solamente uno de los momentos.
Se trata, para decirlo a manera de sintesis, de sustituir la hegemonía burguesa, capitalista y neoliberal por la hegemonía socialista. Proceso que está claramente definido en los Cuadernos de la cárcel, en donde Gramsci plasma su tesis de la oposición entre dominación y dirección. La primera referida a los adversarios y la segunda a los aliados. Y que, en el caso de la hegemonía capitalista, no se limita a los aliados, sino que se extiende hasta los adversarios y la dirección queda subsumida en la dominación.
¿Puede la hegemonía socialista reproducir esta figura del poder? Valentino Gerratana dice que no se puede ya que, las ideologías burguesas están diseñadas para enmascarar intereses contradictorios ofreciendo la apariencia de una reconciliación pacífica que oculta la explotación que está en la base de la sociedad capitalista.
La construcción de la hegemonía socialista, de manera contraria, es un proceso que va mucho más allá. Alcanzarla demanda de sus constructores asumir nuevas conductas en el ejercicio de la política. Nos dice que no basta con saber cómo llegamos al poder; sino que, debemos definir cómo conseguiremos ser aceptados, no solo como políticos y gobernantes, sino como conductores de la transformación social.
Para lograrlo es necesario establecer una nueva relación partido-pueblo, intelectuales-pueblo, entre conciencia y espontaneidad, entre teoría y práctica social. Es necesario entender que lo que une a la economía, las clases sociales y la política se condensa en el concepto de hegemonía, como este, a su vez, se despliega históricamente en la guerra de posiciones. Necesario es, en ese sentido, lograr establecer una indisoluble relación entre saber, comprender y sentir, ya que como bien lo dijo Gramsci: "El elemento popular ´siente´ pero no siempre comprende o sabe. El elemento intelectual ´sabe´ pero no comprende o, particularmente ´siente´… el error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin comprender y especialmente sin sentir ni ser apasionado (no solo del saber en sí, sino del objeto del saber), esto es, que el intelectual pueda ser tal (y no un puro pedante) si se halla separado del pueblo-nación, o sea, sin sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica determinada; vinculándola dialécticamente a las leyes de la historia, a una superior concepción del mundo, científica y coherentemente elaborada: el saber. No se hace política-historia sin esta pasión, sin esta vinculación sentimental entre intelectuales y pueblo-nación…", a los que Gramsci llamó intelectuales orgánicos.
Es por ello que, el llamado hecho por el Presidente Nicolás Maduro para diseñar una nueva estrategia revolucionaria que nos conduzca a hacer realidad la construcción de la sociedad socialista, es un llamado de alta monta. Nos invita a revisar lo hecho hasta ahora para redimensionar la revolución bolivariana. Nos invita a que veamos el proceso de manera dialéctica, que lo despojemos de todo resquicio sectario y dogmático. A no verlo como un proceso mineralizado, de verdades absolutas. Que lo percibamos como un permanente estar haciéndose.
En esta predica y esta acción no tengamos temor de tirar al cesto "verdades" que creíamos verdaderas. Entendamos que socialismo no significa solamente socialización de la producción; sino que, en sentido político –y, la construcción de una sociedad es un acto político-, socialización es la construcción de Pueblo, para avanzar hacia unas nuevas relaciones humanas y unas estructuras de poder genuinamente populares. Donde las barreras entre Estado y sociedad civil sean disueltas. Por lo que, necesario es entender que la edificación de la hegemonía socialista solo es posible con la participación activa del Pueblo. Por eso decimos que la política es algo más que el poder; que las sociedades no son solamente estructuras de dominación económica o de fuerza política, sino que estas son construcciones culturales, en el más amplio sentido conceptual de esta categoría.
Necesario es –entonces- tener presente que la relación entre política e ideología es una realidad material. Que a través de la Política formulamos una determinada concepción del mundo; y que, la ideología no es solo la idealización de ese mundo. Que es, precisamente, de la relación unitaria de política e ideología de donde se conforma la base económica y emana la justificación ideológica de la misma; y, esto es lo que Gramsci llamó Bloque Histórico: "La estructura y la superestructura forman un "bloque histórico", o sea que el conjunto complejo y discorde de las superestructuras son el reflejo del conjunto de relaciones sociales de producción… el razonamiento se basa en la reciprocidad necesaria entre estructura y superestructura".
Necesario es entender que, el fraguado de un nuevo bloque histórico en nuestro país, no es una tarea fácil. Entender que, como políticos, el diseño del mismo debe hacerse a partir de una cabal comprensión de nuestra realidad de pueblo. Que la edificación del mismo tiene como objetivo alcanzar la justicia social, la igualdad, la felicidad, de los venezolanos. Que entienda el fraguado del bloque histórico como un proceso trascendente a todo determinismo y reduccionismo sociopolítico y socioeconómico. Que esta no es una tarea cualquiera. Que no se trata de una determinada alianza de clases. Que no se trata de simples reformas, de cambios; sino de una transformación radical de la sociedad venezolana, de la construcción de una nueva realidad cultural, de otra civilización.
Es, a partir de este orden de ideas, de donde puede hablarse del método de Gramsci. Para él, la realidad sociopolítica y socioeconómica de una determinada nación, "son realidades históricas definidas –más allá de los criterios objetivos que pueden universalizar sus rasgos- por peculiaridades nacionales".
A este respecto, bien vale la pena recordar el discurso de Gramsci pronunciado en el III Congreso del Partico Comunista de Italia celebrado en Lyon en enero de 1926, mejor conocido como Tesis de Lyon. A manera de síntesis, podemos decir que "cuatro unidades componen la estructura fundamental de ese discurso en el cual, por primera vez se sintetiza, en el campo de la ciencia política, la maduración del socialismo. Ellas son: 1) la definición del Estado como síntesis de un sistema hegemónico; 2) la caracterización de la crisis de Estado; 3) las condiciones para la creación de un nuevo bloque histórico; 4) los rasgos del principal instrumento de transformación social, el partido, el ´nuevo príncipe´".
Gramsci define el Estado como "combinación de coerción y consenso, como articulación entre sociedad civil y sociedad política"; lo que constituye "la base para su teoría de la revolución, entendida como guerra de posiciones". De allí su teoría de la crisis. Dice que una sociedad entra en crisis cuando esta es orgánica, cuando es una crisis de hegemonía. De tal manera que, la crisis de hegemonía "se enlaza con la estrategia para la constitución de un bloque histórico alternativo, capaz de sustituir la dominación vigente e instalar un nuevo sistema hegemónico. La realización del bloque histórico solo es pensable desde el poder, como construcción de un nuevo sistema hegemónico, en el que una clase dirige y domina la totalidad social desde las instituciones de la sociedad política (estado-gobierno) y las instituciones de la sociedad civil (estado-sociedad).
Teniendo presente, entonces, estas reflexiones, podemos decir que el reto que las fuerzas revolucionarias venezolanas tienen frente a sí es de grandes dimensiones. Reto que es difícil y complejo, pero no imposible.