“… no se puede directamente, por decreto, cambiar la manera de pensar de la gente, la gente tiene que cambiar su manera de pensar por convencimiento propio y la mejor manera de que cambien su manera de pensar, es demostrar la capacidad de sacrificio de los verdaderos revolucionarios, la capacidad de ayuda al compañero, la capacidad de hacer las cosas concretas por la colectividad y por el individuo, es decir, que quien es miembro de una organización revolucionaria no ha adquirido ninguna clase de derecho extra, lo que ha adquirido son deberes que tiene que cumplir…”.
ERNESTO CHE GUEVARA.
Una de las características que distingue la metamorfosis que sufren algunos “líderes revolucionarios” cuando ocupan cargos de alto y medio nivel en este proceso, es la amnesia total en la que se sumergen. Por un lado, se olvidan de que están para servir y no para ser servidos, asimismo tachan con un plumazo de la memoria momentos de camaradería, luchas y sacrificios. También hacen borrón y cuenta nueva de los sitios donde crecieron, de sus amigos de infancia y adolescencia. En fin, todo un cambio de estilo de vida, de conciencia y de “amigos”, reemplazando a los de “toda la vida”, por aquellos que comparten sus mismos privilegios e intereses coyunturalmente.
Cuando se les llama por teléfono nunca devuelven la llamada. Si lo visitas en su despacho, oficina o en cualquier sitio de la administración del Estado, es imposible que te atienda, pues esta en una reunión. Si te lo consigues en una concentración o marcha, te saludan de “lejitos”, no se mezclan con uno, pues ellos son líderes, lo que los coloca por encima de la “chusma” la cual, por decoro aún llaman pueblo, aunque sientan que gracias a Dios, ya no forman parte de ella, aduciendo como excusa a su comportamiento clasista cosas como que “ya trascendieron esa etapa” o que “ellos no están para eso”.
Viven rodeados de escoltas, tienen chóferes y por qué no decirlo, se hacen acompañar de hermosas mujeres, lo que los convierten en “galanes” con chequera revolucionaria. Cambian hasta su forma de hablar y mirar a la gente, de vez en cuando te observan por encima del hombro, cual gigante que mira a un enano, con evidentes aires de grandeza soplando a su alrededor. Tienen cuantas tarjetas de crédito y chequeras uno pueda imaginarse, son atraídos por el lado oscuro del consumismo exacerbado y, en muchos casos, incurren en gastos groseros con la única intención de hacerse notar. Algunos de estos dirigentes (los de más alto nivel) alquilan yates, vehículos aéreos para irse de vacaciones a su chalet o algún resort importante.
Algunos de estos “revolucionarios” se convierten en expertos degustadores de cuanta exquisitez hay en el mercado y presentan una especie de olvido delante de alimentos y bebidas que durante mucho tiempo formaron parte de su consumo diario tales como el popular “tercio”, la caraota, “la bala fría”, que han sido borradas de su lista sustituyéndolas por el escocés 18 años y el caviar, más acordes con su nuevo status. Asimismo, estos recién ascendidos al nivel de “líder revolucionario” suelen conformar sus equipos de trabajo con gente que tiene escasa o ninguna experiencia, así como formación y conocimientos deficientes en el área de interés. En nuestro entender, esta perversión muy propia de la cuarta República que no termina de salir puede deberse a dos razones: primero, para no poner al descubierto su incompetencia y, segundo, temor a ser desplazado por un funcionario competente de su equipo.
Estos “revolucionarios” forman un manto de aduladores, que constantemente le dice al jefe lo que el quiere oír. ¡Ah, pero cuidado! No se te ocurra pedirle un favor, como por ejemplo: un empleo, una ayuda para la comunidad o algo tan sencillo, como dame algo para matar el hambre. Por supuesto la respuesta, todos la conocemos, tampoco debes cometer el error de enviar o referir a un amigo, simplemente no te recuerda o peor aún, te descalifica con expresiones como esta: “y ese loco que está haciendo” o “qué es de la vida de ese marginal”, olvidando su verdadero origen. Asimismo, estos “señores gerentes” son los que en privado comentan el fastidio que les produce ir obligados al programa “Alo Presidente” y que después de estar en esos puestos de alta jerarquía alegan problemas de salud para abandonar sus responsabilidades.
El compromiso como dirigentes revolucionarios debería materializarse en hechos concretos, tales como el perseguir cada día convertirse en mejores seres humanos, preocupados por la comunidad y sus problemas, buscando el cambio de conciencia, pensando más en lo colectivo que en lo individual. Sólo así podemos contribuir con los cambios que reclama el país. Pongamos en práctica las 3.R de revisión, rectificación y reimpulso en la administración pública, pues es el único camino que permite profundizar nuestra conciencia revolucionaria y caminar a paso firme hacia el socialismo.
PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE…. ¡VENCEREMOS!
Dr. (UCV)
pedro_garciaa@yahoo.es