Nacidas en familias de sanadores, rodeadas de semillas y plantas, y agradecidas con la Pachamama han puesto sus dones al servicio de sus comunidades.
Ellas, las curanderas, las sabias, las parteras, las conocedoras de la energía, las que llevan el saber de las abuelas y las transmiten a sus hijas. Son las mujeres del mundo andino, que pese a los cambios sociales que ha implicado para muchas dejar el campo y buscar fuentes de ingresos, se resisten a dejar sus principios que buscan el bien colectivo.
Con frecuencia son visitadas o llamadas por sus vecinos y familiares para atender partos, realizar limpias o preparar bebidas y alimentos para sanar el cuerpo y el alma. Algunas de ellas prestan sus servicios en los mercados y plazas de sus localidades. Otras son parte del Ministerio de Salud en el área de la medicina ancestral. (XTM) (I)
Blanca Balarezo, curandera y de la parroquia Zhidmad
Desde hace ocho años trabaja en conjunto con el distrito de Salud Gualaceo-Chordeleg para intervenir en los casos que los médicos le recomiendan asistir, ya sea anemia, depresión o mejorar la nutrición del paciente.
El aprendizaje lo recibió de sus abuelas, quienes eran muy apegadas a la medicina natural y a la vez aprendieron de las bisabuelas que eran comadronas de la zona.
"Antes no había acceso para trasladarse a un establecimiento de salud, y lo que ellas (mis abuelas) hacían era ayudarse a sanar las unas a otras con las plantitas de los huertos", añade.
Julia Tepán es hierbatera, partera y de Narancay Alto
Atiende en un centro de sanación en su casa y también trabaja en el Centro de Salud Carlos Elizalde, en el área de medicina intercultural.
Tiene el don de la sanación y lo atribuye a que desde pequeña vio a sus abuelos y a su madre curando, atendiendo partos y prestando sus manos para lograr que los miembros de su comunidad estuvieran sanos.
Desde la infancia sintió admiración y curiosidad por lo que hacían los mayores. Siempre prestaba atención a qué tipo de plantas chancadas le daba su abuelo para curarla. En la actualidad la medicina que aplica a sus pacientes proviene de su huerta.
Silvia Sánchez, ‘Chiva’, reconocida curandera cuencana
Lleva 12 años dedicada a la práctica de medicina ancestral andina para el tratamiento de afectaciones respiratorias, dolores musculares y la elaboración de productos naturales. Recuerda que su primera maestra fue su madre, a quien veía cómo recogía flores silvestres para adornar la casa, sahumar la ropa de los bebés, bañar a los hijos o nietos recién nacidos con pétalos de rosas, hojas de manzanilla o ruda.
"Así fue creciendo en mí el gusto por las plantas medicinales", explicó. En la actualidad en su casa cuenta con una habitación dedicada a la preparación de sus productos como jabones, shampoo, cremas para cara y cuerpo; repelentes, desodorantes, pomadas para dolores musculares y hongos y barras para masajes en problemas menstruales y estrías.
Josefina Lema es curandera y oriunda de Otavalo
Desde hace 25 años utiliza al cuy como una radiografía a fin de determinar los malestares las personas. Su conocimiento lo heredó de sus antepasados en forma de energía. "Hasta los ocho años aprendí de mis abuelas, pero luego lo dejó hasta los 20 años cuando ellas murieron y comprendí que no podía dejar que esta práctica desaparezca. En forma de energía me llegó el conocimiento y me preguntaba quien podría ayudar a mi comunidad, y decidí desde entonces retomarla", señaló. Su conocimietno consiste en observar al cuy por fuera y por dentro, para ello cortará el abdomen del animal. Asegura que en el cuello del cuy se visibiliza el estrés si esta hinchado, y la envidia si tiene abultamientos.
María, Rosalina, Clara y Rosa Sisalima, del Carmen de Jadán
Las primas Sisalimas aprendieron este oficio de su abuelita quien también era curandera y partera del sector. Según María Rosa, cuando eran niñas acompañaban a su abuela en los partos e incluso eran las encargadas de recoger las plantas de la huerta o del cerro.
Cada lunes y jueves recogen las hierbas y forman los atados que utilizan en las limpias que realizan en sus puestos ubicados en los mercados de Cuenca.
"Usted (dirigiéndose a la planta) y yo vamos a trabajar en el bien de una persona’, eso les digo siempre", comenta Rosalina, quien considera fundamental el diálogo con las plantas para evitar que se pongan tristes o se enfermen.
Delfa Iñamagua, curandera y conocedora de la cultura andina
Ella es técnica de Medicina Ancestral del Distrito 1 Pumapungo del Ministerio de Salud, hace más de una década. Su don es el tratamiento con hierbas medicinales y el uso de piedras. Recuerda que cada uno de sus conocimientos le fueron transmitidos por sus abuelos.
Iñamagua explica que en la cultura andina los hombres y mujeres tiene un alma, una fuerza de vida, al igual que todas las plantas, los animales y las montañas.
Enfatiza que "la medicina ancestral es entendida como aquella que proviene de dos maneras por herencia trasmitida de generación a generación, es decir, de abuela a nieta; o por necesidad, cuando la persona en un determinado momento desarrolla los dones que siempre tuvo".