Líderes africanos exigen paz y seguridad

Los líderes africanos reunidos en la Unión Africana acordaron desde el 2009 que este año se realicen las celebraciones del Día de África bajo el lema “2010, Año de Paz y Seguridad”, dos condiciones básicas para poder continuar aplicando las políticas económicas y sociales que en los últimos cinco años vienen cambiando el panorama estructural africano en varios países del continente.

Para los africanos, la paz y la seguridad constituyen también dos tradicionales valores de sus culturas, en la mayoría de las 1300 etnias que habitan los más de 30 millones de kilómetros cuadrados de ese continente, rico en fuentes de agua y vegetación tropical, pero amenazado por la desertización creciente desde el norte con la prolongación del desierto del Sahara (9 millones de kms2) en las cuatro direcciones cardinales y por el suroeste con el crecimiento del desierto de Kalahari (700 mil kms2).

La Unión Africana (UA), surgida en marzo del 2001 por el acuerdo de Sirte en Libia, sustituyó a la Organización de la Unidad Africana (OUA) que había sido creada el 25 de mayo de 1963, y de aquí que se haya acordado ese día para celebrar la jornada diaria anual en el mundo que recuerde al continente que iluminaron con su pensamiento y acción los independentistas africanos, aquellos que nunca aceptaron la colonización europea como “la bendición de Dios” según trataron de hacer creer los colonizadores a los africanos durante varias décadas.

El organismo regional agrupa a todos los países del continente, salvo Marruecos que decidió abandonarla por la entrada que los gobiernos africanos le dieron a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), constituida por los saharuíes en su territorio, reclamado feudalmente por la monarquía marroquí.

Hoy, el mundo y los más de 800 millones de africanos deberían celebrar con mayor ímpetu y razones el Día de África y recordar las nobles ideas de todos esos padres de las independencias africanas ya muertos, desde Abdel Kader, Abdel Krim y Gamal Abdel Nasser en el norte africano, pasando por Kwame Nkrumah, Sekou Toure, Modibo Keita y Tomás Sankara en el centro occidental africano, y por Patricio Lubumba, Agostihno Neto, Masemba Debat, Marien Gouabi, Jomo Kenyatta en el ecuador de África, hasta llegar a ese cono sur y oriental bañado del pensamiento de Samora Machel, Julius Neyerere, Oliver Tambo, Joshua Nkomo y Walter Sisulu.

Las independencias africanas son relativamente recientes en comparación con otros continentes, lo que hace que muchos de los líderes con visión independentista aún vivan y los africanos les sigan rindiendo culto y respeto correspondiente sean o no jefes de Estado, como es el caso de Sam Nujoma en Namibia, Nelson Mandela en Sadáfrica, Keneth Kaunda en Zambia, Abdelazzis Buteflika en Argelia, Muhamar El Kadafi en Libia, José Dos Santos en Angola, Didier Ratsiraka en Madagascar, Denis Sassou-Nguesso en el Congo Brazzaville, Robert Mugabe en Zimbabwe, entre otros que continúan reconstruyendo sus países.

El Día de África sirve también para condenar la esclavitud porque fue la causante principal de los problemas del África actual, al provocar la violencia entre los africanos a partir de los intereses europeos y desestructurar los sistemas sociales nacidos del propio desarrollo africano para garantizar luego los sistemas de explotación en función de las demandas europeas hasta llegar a la triste y angustiosa etapa de la instauración del sistema colonial.

Pero ni con el férreo sistema colonial se pudo doblegar el espíritu independentista africano. Hoy es más fuerte que nunca como se pudo constatar en las recientes cumbres de la UA y en las cumbres celebradas con China y con América Latina.

Como una voz, africanos y africanas han unido sus voluntades para decir al mundo que ya Europa no los puede seguir explotando, ni ellos quieren que así sea, aún cuando todavía hayan gobernantes subordinados al dictamen de la Unión Europea o de Estados Unidos.

Las comunidades africanas cada día son más conscientes de sus problemas y de la forma de resolverlos, aún cuando la cruel realidad heredada siga dañando en muchos lugares las voluntades unitarias y sean débiles ante el poder extranjero.

Si algo se debe comprender en toda su magnitud, es que los pueblos actúan según sus culturas y sus expectativas, y en ello África es un crisol de diversidad fundada sobre dos troncos étnicos principales: el persa y el bantú, mezclados por algunos lados con la religión islámica, el cristianismo o el hinduismo, y por otros con las ideas tradicionalistas, mezcladas con capitalistas o socialistas, con multiestructuras sociales por donde se encauzan sus expectativas no siempre satisfechas y muchas veces inviables que conducen a la desesperación, anarquía e inestabilidad política.

El fortalecimiento de varios polos de poder económico en África posibilitará el reforzamiento de sus entornos y así evitar la vulnerabilidad político-militar que décadas atrás primó en África frente a las apetencias europeas y estadounidenses. Entre esos polos africanos deben considerarse a Sudáfrica y Mozambique en el sur, Angola y Congo (B) en la cuenca congolesa, Libia y Argelia en el norte, Ghana y Nigeria en el golfo de Guinea y Mali con Gambia y Senegal hacia la ribera occidental africana.

Por ello, dos anhelos de los gobiernos y pueblos africanos que cada día más transitan el camino hacia la consolidación de sus independencias en alianza con otros poderes extracontinentales no coloniales, a partir de la explotación de sus recursos naturales en funciones nacionales, son la paz y la seguridad, sin las cuales esos pueblos no podrían avanzar al ritmo que sus actuales generaciones lo demandan.

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Ernesto Wong Maestre


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