Hace meses
leí en Aporrea un artículo de un camarada revolucionario que
me alarmó por su barniz antisemita (Ver "Theodoro Petkoff Malec", de Francisco Natera - http://www.aporrea.org/oposicion/a98070.html). Pasados los eventos electorales
de septiembre y diciembre, pienso que es hora de reflexionar en alta
letra sobre la inaceptable mezcla entre izquierdismo y antisemitismo.
Conocí
a Teodoro Petkoff en tiempos de Pérez Jiménez cuando yo era un niño,
en mi casa, donde mi arriesgada madre Elena Matos Arreaza ofrecía nuestro
hogar para reuniones clandestinas del PCV de Miranda. Entre los militantes
recuerdo a un buen hombre de apellido Galíndez, más conocido como
“El Terrible”, quien llegaba siempre en una Harley Davidson amarilla
que avivaba mis fantasías infantiles en anticipación del “submarino
amarillo” de los Beatles. También conspiraba la periodista Aurora
Martínez, novia de Petkoff, quien nos ofreció su inolvidable compañía
durante varias semanas.
Más adelante
cada quien tomó su propio camino, pero manteniendo el compromiso contra
la dictadura militar. Mis tres tíos, Martín, Luís (recién fallecido
a los 96 años, siempre en la Izquierda) y Pedro, junto a mi madre,
me enseñaron con prédica, lecturas y ejemplo las virtudes de la democracia
y los horrores de la injusticia social. De Petkoff se conocían sus
actividades clandestinas, primero contra el régimen militar y después
contra la democracia representativa; también lo vi brillar junto a
la élite de los líderes estudiantiles socialistas (Américo Martín,
Freddy Muñoz, Rómulo Henríquez, Juvencio Pulgar, Jorge Rodríguez,
Julio Escalona y Américo Díaz Núñez, entre otros) enfrentados en
la Universidad Central de Venezuela a los demócratas cristianos de
entonces,”Araguatos, Avanzados y Astronautas”. Estos últimos fuimos
la izquierda ideológica de COPEI, bautizados así por suponernos
“perdidos en el espacio”.
Mi familia
continuó apreciando a Petkoff, pero discrepando de la lucha armada
y siguió después con interés amistoso su evolución de pacificado
bajo Caldera I. Creo que más nunca se reencontró con mi madre, pero
debo agradecerle su noble llamada de condolencias cuando la perdí en
mis tiempos de Canciller.
Hoy día, Petkoff
ha arribado a las fronteras entre la derecha y la ultraderecha; ya no
es el “enfant terrible” a quien Leonid Brezhnev declaró hereje
en el histórico XXIV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética,
ni el que alborotó a la intelectualidad europea y latinoamericana de
izquierda con su obra Checoslovaquia: El Socialismo como problema.
Curiosamente, su rebeldía se desarrolló mucho después de muerto Stalin.
Confieso que
debo reprocharle que me hizo cometer pecado de ingenuidad a pesar de
mi adultez, porque durante los primeros años de nuestro proceso bolivariano
acostumbré señalarlo como un representante de la oposición razonable
(“con quien se podía hablar”) ante periodistas e interlocutores
internacionales serios. Ya no es el caso; ahora lo recomiendo para que
interesados y visitantes comprueben la extrema libertad de expresión
en Venezuela. Ya no me van a enterrar en “urnita blanca…”
Es dramático
como ni siquiera un político intelectual como Petkoff pudo evitar el
contagio de la dictadura mediática y derivó así de la crítica opositora
severa pero respetable y democrática a la insania del insulto y la
descalificación personal. Por ejemplo, hace varios meses se prodigó
en palabrotas insultantes contra la Presidenta del Tribunal Supremo
de Justicia para criticar unos pronunciamientos jurídicos e institucionales
de la Magistrada Luisa Estela Morales, demostrando que su inteligencia
es desbordada cada vez más por sus rabietas primitivas e indescifrables
resentimientos. En eso se parece a su admirado Álvaro Uribe.
Petkoff pertenece
a un grupo de izquierdistas históricos contemporáneos que soñó con
tomar el Palacio de Miraflores al final de una triunfante marcha revolucionaria
encabezada por una legión de catires progresistas de origen “musiú”.
iniciada en el cafetín de la Facultad de Economía de la UCV. Nunca
imaginó que esa apoteósis le correspondería a un soldado del pueblo,
acompañado por millones de venezolanos de todos los colores y todos
los orígenes. Como dicen en latín: “cochina envidia”.
El catire de
El Batey es uno de los que creen que en Venezuela no hay racismo porque
usamos los apelativos “mi negra” o “mi negro”, como expresión
cariñosa. También cree “que se la está comiendo” cada vez que
le roba al Presidente su nombre propio y con fruición engolosinada
lo sustituye por el de “Chacumbele”. ¡Qué ironía! Petkoff al
convertirse en un escuálido querre-querre, el mismito se mató…Tal
Cual.
“Tal Cual”
es hoy una versión en papel de Globovisión pero con un Director más
culto y en consecuencia más injustificable, apoyado por un mediocre
caricaturista criptonazi y un articulista español, de quien no sé
si es o NUEZ miembro del Partido Popular Franquista. Es muy desafortunado
pero en Venezuela quedan pocos opositores racionales y esos pocos hasta
ahora han carecido del valor para construir puentes desde uno de los
extremos del abismo, atemorizados por la dictadura mediática que es
la que pone los votos de los venezolanos envenenados y enloquecidos
sistemáticamente por ella.
¡Quién lo
habría imaginado del Júpiter tronante! El epígrafe de su obra “Proceso
a la Izquierda” (Editorial Planeta, 1976) reza: “Con modo todo se
puede (Simón Bolívar – Carta para Santander)”, pero Petkoff ni
pudo, ni puede, ni podrá ¡Ni mooodo!.
Ahora, ¿hay
alguna ética revolucionaria que pueda justificar que se escarbe en
la genealogía familiar de Petkoff
para tratar de condenarlo con conceptos antisemitas?
Nada más lejos
de básicos criterios de tolerancia y de antecedentes históricos, que
venir a estas alturas del partido, desde la izquierda, a ofender la
dignidad de la persona humana judía con descalificaciones que reflejan
una aberración de la psiquis social como es el antisemitismo. Ni siquiera
en el supuesto negado de que los judíos fuesen todos de ultraderecha,
habría excusas para el desprecio racista. El racismo es una perversa
disociación psicótica; es una negación contundente del izquierdismo.
Hago estos
comentarios porque en ese artículo que mencioné al inicio, se estableció
de manera arbitraria una vinculación entre la conducta política de
Petkoff y la condición judía de su Señora madre, quien por cierto
fue una médica que prestó generosos servicios a nuestro país en zonas
donde los galenos mercantilistas ni se atrevían ni se atreven a acercarse.
Ella, la Doctora Ida Malec de Petkoff, fue una precursora de Barrio
Adentro.
Es un deber
moral de cualquier revolucionario denunciar a los criminales de guerra
que gobiernan Israel, pero acusar a todos los judíos sin distinciones
como culpables de las atrocidades contra el pueblo palestino, es tan
injusto e irresponsable como si alguien pretendiese culparnos a todos
los católicos por las cruzadas, la inquisición o la pedofilia; a todos
los bautistas por Hiroshima y Nagasaki; a todos los reformistas holandeses
y anglicanos por el apartheid; a todos los metodistas por la invasión
de Irak y a todos los musulmanes por el holocausto súbito del 11 de
septiembre.
La curiosa
racionalidad (?) que empuja a algunos “socialistas” a abrazar el
antisemitismo, podría también servir de excusa para generar un fanatismo
anticatólico. Jerarcas católicos a lo largo de los siglos han sido
directamente responsables o cómplices de lo que hoy acostumbramos llamar
crímenes contra la humanidad: las Cruzadas, invasión medieval
de países islámicos y tratamiento de infieles a sus habitantes; la
Inquisición, que en España, Portugal y América perseguía, torturaba,
juzgaba y ejecutaba a todos los judíos o mal pensantes que se considerasen
enemigos o desleales a la “religión verdadera”; el Nazismo y el
Fascismo en tiempos más cercanos, que si bien no encarnaban oficialmente
a la Iglesia, fueron liderados por los católicos Hitler y Mussolini;
las decenas de años de dictadura católica franquista que martirizó
a la republicana España; o las bendiciones del Cardenal Spellman de
Nueva York a los crímenes de guerra en Vietnam y ¿qué decir de la
jerarquía eclesiástica que apoyó a los muy católicos Generales y
Almirantes argentinos de los años 70?. Como católico no puedo aceptar
que venga algún irresponsable disfrazado de “rojo rojito” a condenarme
y excluirme por la barbarie cometida por falsos cristianos o porque
la jerarquía católica venezolana renunció a ser puente entre mis
compatriotas en conflicto y apoya hoy a la dictadura mediática. Como
católico amigo del pueblo judío tampoco puedo aceptar que paguen justos
por pecadores.
Bajo la misma
lógica se podría condenar o renunciar al Socialismo por las prácticas
genocidas de Stalin en la Unión Soviética o de Pol Pot en Kampuchea;
¡vaya excusa para pasarse con armas y bagajes al “paraíso” neoliberal!.
Personalmente,
prefiero inspirarme en el judío Cristo, asesinado por el poder imperial
de la época; o en el guerrero santo Pablo de Tarso en los tiempos más
lejanos de una fe que nació en procura de la justicia y que reconocía
a todos los seres humanos como hermanos o hermanas; o en Sor Juana Inés
de la Cruz, quien desde el México colonial con su fina pluma escandalizó
a los dogmáticos conservadores de su tiempo. Incursionando en el siglo
XX, recuerdo el sacrificio del cura polaco Maximilian Kolbe en Auschwitz,
quien salvó de la muerte a un desconocido prisionero judío y murió
después de ocupar voluntariamente su puesto en la lista de ejecutables;
o a nuestro Monseñor Salvador Montes de Oca, asesinado por los nazis
en Italia por esconder judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Si evocamos
además a Dom Helder Camara en Brasil, a Camilo Torres Restrepo en Colombia,
a la Vicaría de la Solidaridad en Chile que protegió a los perseguidos
por Pinochet, al Arzobispo Oscar Romero y los mártires jesuitas de
El Salvador, a Monseñor Sergio Méndez Arceo en México o a las
mártires monjitas gringas en Guatemala, habría que ser un atrasado
mental o un fanático político para juzgarnos a todos los católicos
con el mismo rasero pseudo revolucionario.
Igual pasa
con los judíos; pero la arremetida antisemita es más grave cuando
proviene de pretendidos chavistas. Los sufrimientos históricos del
pueblo judío también son consecuencia de su lucha por la justicia
y la libertad. ¿Cuántos saben que Carlos Marx, Rosa Luxemburgo y León
Trostky eran judíos?, ¿cuántos están familiarizados con la solidaridad
de los judíos de izquierda con las luchas contra la discriminación
racial y los derechos civiles en los Estados Unidos en los años 60,
junto al Pastor bautista Martin Luther King?. ¿Quién conoce a Daniel
Ellsberg, el judío estadounidense, analista del Pentágono que filtró
a la prensa las pruebas del montaje del “incidente” del Golfo de
Tonkin utilizado para justificar la escalada en la Guerra de Vietnam?;
por cierto, precursor artesanal de “Wiki-Leaks”. ¿Alguien sabe
de los cientos de judíos encarcelados, amordazados, torturados y desaparecidos
por las dictaduras militares de Argentina, Chile y Uruguay?. ¿Alguien
se enteró de que bajo un Canciller judío el Gobierno de Argentina
acaba de reconocer al Estado Palestino?.
Recordemos
que el primer Ministro de Israel Ishak Rabin fue asesinado por un fanático
judío ortodoxo porque buscó la paz y la reconciliación con sus hermanos
palestinos. Desde entonces se han venido dando recurrentemente en Israel
marchas y protestas masivas de sus ciudadanos por la paz, por los derechos
humanos y contra el genocidio en el ghetto de Gaza, en desafío a su
Gobierno fascista islamófobo. El intelectual más famoso de los Estados
Unidos y el más prestigioso defensor del Presidente Chávez en ese
país es un judío llamado Noam Chomsky, sin olvidar a Joseph Stiglitz,
Premio Nobel de Economía y amigo también del proceso bolivariano.
Paradójicamente,
algunos “izquierdistas” antisemitas parecen alimentarse exclusivamente
de la información censurada o manipulada por las corporaciones mediáticas
que transmiten sólo lo que conviene al Imperio o al opresor israelita.
Me pregunto si se enteraron del apoyo que le dieron los judíos de Curazao
a un Simón Bolívar caído en desgracia.
La historia
nos enseña que en Venezuela el “rollo” antisemita siempre ha sido
monopolio de una ínfima minoría ultraderechista católica, aislada
de un pueblo al cual no le inquieta si uno va a la iglesia, a la mezquita,
a la sinagoga o si uno es ateo. También es pasatiempo de personajes
cristianos dentro de la clase media alta, quienes en sus cuchicheos,
en confianza, no pierden oportunidad para gozar entre ellos chistecitos
racistas contra los negros o los judíos.
Tenemos viejos
ejemplos como el de una campaña antisemita desatada por un cura párroco
y la prensa de Coro durante la segunda mitad del Siglo XIX con la amañada
historia del deicidio. Cien años después hizo mucho ruido en Caracas
un grupo llamado Movimiento Social Nacionalista que cometió acciones
aisladas contra Templos, lugares y propiedades de compatriotas judíos.
Ese movimiento no tuvo vida, desapareció temprano por falta de oxígeno
popular; por eso no deja de sorprenderme cuando veo a algunos compatriotas
judíos ejerciendo sus derechos políticos democráticos pero participando
en las marchas anti-chavistas codo a codo con “nuestros” escuálidos
simpatizantes nazis, sin darse cuenta. En la democracia venezolana su
lugar no debe ser ese, como tampoco los espacios revolucionarios deben
ser terreno fértil para fanáticos políticos; a Dios gracias son muy
pocos y no tendrán vida en la revolución.
Roy Chaderton Matos, Socialista cristiano
rcmatos17gmail.com