Ban ki Moon, si lo hay: uranio empobrecido

Ban se rapó la cabeza, ingirió sus pastillas contra el ántrax y la malaria, se colgó ropa militar de camuflaje, cercó su cuerpo con arsenal bélico de IV generación (fusil de asalto Gali, granadas, pistola, su mini ordenador portátil, cargadores de balas 9 mm y 5.66 mm, chaleco anti bala, visores nocturnos y máscaras con filtros químicos y biológicos)|; caminó hacia el espejo de cuerpo entero, ubicado en la parte posterior de su hiper lujosa habitación que tiene paredes a prueba de explosiones. Ufano, supremacista como Zarkozy y Le Pen, pendenciero, tal cual Zapatero y Aznar, bufo como Obama y Berlusconi, se dijo: me voy a la guerra.

Ban Ki Moon, flagrantemente, se saltó la diferencia de rigor: Secretario General y “oficial” del Estado Mayor del ejército imperial, al mismo tiempo. Dos funciones que perversamente, Ban asume como inseparables; y para que no queden dudas acerca de su belicismo, exige su rápido ingreso a la red de veteranos de las Fuerzas Especiales del Ejército de los EEUU.

Hay que recordarle a este guerrerista una vieja lección: “la prohibición de llevar el uniforme”, la orden de dejar el uniforme en el closet, de no exhibirlo públicamente; esto, es el trauma, todavía efectivo, de Viet Nam.

Jamás en la historia de las Naciones Unidas, el Secretario General asume el papel de organizar operaciones militares. Ban, eufórico, exultante hasta el paroxismo, de reuniones, como la de París con, el objetivo de diseñar y aprobar el plan de guerra contra Libia: participa con derecho a voz y voto y en tiempo real, y convoca ruedas de prensa para despejar toda duda, si la hubiese, que él es un señor de la guerra.

“Planificador operativo de la intervención militar en Libia” expresó sobresaltada, arrecha, la señora que se baja de la “camioneta”, al oír la noticia por Radio Mundial. La compatriota, no se mordió la lengua, “aguanta un momentico chofer”, y nos dijo a todos: “lo que falta es la ONU nos declare la guerra, claro sí a ese señor, el tal Ban, se le fueron los tapones.”

No es para menos, nada de titubeos en este punto. Demasiadas pruebas confirman que la ONU es incapaz de promover y asegurar la paz y la seguridad en el planeta Tierra; y Ban Ki Moon como miembro de la fuerza militar del mundo de Davos, y Secretario General de la ONU, ha sepultado toda posibilidad remota que así sea.

Ban, para dejar claro que es parte del Estado Mayor de los guerreristas, que no es un convidado de piedra, ha declarado que: “me notifiquen todas las acciones…me informen los pasos que den”; ducho en el libreto cínico endilga que “los líderes de la comunidad internacional toman medidas para evitar que se asesinen civiles…el Consejo de Seguridad aprobará nuevas medidas contra el régimen libio”.

Las bombas y mísiles que el ejército de los EEUU e Inglaterra lanzan contra el pueblo libio contienen ojivas de uranio empobrecido. Así hace el “General Ban” la guerra. Guerra en la cual su equipo de supervivencia está obsoleto, desde ya, desde siempre. Los progromos neonazi en los tiempos que corren, la guerra del caos, evidencia que la autoridad “civilizada” de la ONU ya no oculta, ya no esconde el cruel y brutal del ejercicio del poder global: la violencia real en tiempo real.

Como el “general Ban Ki Moon” sabe: EEUU, Inglaterra, Francia; Israel, Corea del Sur y Canadá, utilizan uranio empobrecido en su industria militar. Por ejemplo los misiles Tomahaws tienen “cabeza de uranio empobrecido”; por eso pueden perforar tanques blindados, se inflama cuando estalla, y el impacto genera residuos altamente radioactivos y tóxicos. Las consecuencias, parte importante de los daños colaterales, para la salud de los soldados y la población civil están sobradamente demostradas: muerte de células, cáncer y mutación genética que alcanza a los descendientes de los afectados y afectadas.

En la cuenta de los misiles lanzados en Kosovo, Irak, Afganistan y ahora en Libia, hay que tener presente el efecto de las toneladas métricas de desechos radioactivos y tóxicos. En Irak están enfermos más de 300. 000 ciudadanos y la contaminación ambiental es devastadora. El Síndrome de la Guerra del Golfo es un cínico eufemismo que alude al conjunto de enfermedades que padecen los soldados estadounidenses e ingleses, como el pueblo iraquí.

El uso de uranio empobrecido con fines bélicos es un delito de guerra, un crimen contra la humanidad. Efectivamente el general Ban, el Estado Mayor de la OTAN y de los ejércitos del mundo de Davos tienen que ser enjuiciados. La izquierda, los movimientos sociales y por la paz debemos asumir ese objetivo. La señora Ignacia, a quien Rafael le hace entrega inmediata de un volante que denuncia la intervención militar en Libia, remata: “Sí, hay que enjuiciarlo, para que Ban sea serio y para que nosotros, los chavistas, seamos serios”


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Francisco Cedeño


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