Siento orgullo de haber nacido en las condiciones históricas que me han hecho de la Juventud Bicentenaria. Juventud con historia, dirección y sentido. Todo cuanto esta etapa de la nacionalidad venezolana ha dado para nuestra tierra y el mundo es luz y vida para un futuro digno de la humanidad.
La irrupción del movimiento bolivariano, rescatando las banderas del socialismo en el mundo y convirtiendo las crisis del planeta en una oportunidad de los pueblos es un resultado concreto de este tiempo bicentenario y para nuestra generación tiene nombre y apellido: Hugo Chávez.
Toda esta generación, está marcada por la victoria de nuestros héroes de la independencia y por la del comandante eterno, ahora por el joven presidente Maduro. Así pues el tiempo nos obliga a honrar a nuestros héroes y mártires, vivir en la causa patriótica de nuestros iguales de hace 200 años.
¿Quién podría recordar, un día de La Victoria, sin sentirse un venezolano triunfador? ¿Cuál es la causa que celebramos en la memorable avenida bicentenaria de La Victoria, todos los años? ¿Cuál es la emoción que mueve a la juventud a seguir, conmovida, celebrando estas fechas cada vez con más participación?
¡Es el fuego sagrado de la patria que ha prendido en los corazones de la juventud patriótica, bolivariana y chavista! Eso es una llama que quema por dentro y obliga a cada uno a luchar, a indignarse ante la injusticia y perseguir la tiranía para instaurar los valores de la auténtica libertad.
En el balance del bicentenario de nuestra juventud, hay que seguir exigiéndole al gobierno Colombiano la extradición de los asesinos de Robert Serra, joven diputado, de nuestra generación bicentenaria asesinado por los enemigos de la libertad bolivariana. La historia bicentenaria de Colombia y Venezuela debe llevar al gobierno neogranadino a estimar la sensatez y permitirle a nuestra generación ver justicia en el crimen de uno de los hijos prodigios de la generación bicentenaria de nuestra independencia.
Saben los neogranadinos que nunca habrá paz si no hay justicia.