Es en este tiempo donde se ha acrecentado el número de personas vulnerables, a causa de gente que con sus esquemas, desintegra a punta de palabra lo que hay en la razón y el corazón de otro; palabras cuales golpes de martillo, que reiteran como único propósito el rompimiento de lo que siempre ha parecido poseer firmeza.
El ámbito, recargado de voces, por momentos nos desenfoca, confunde y desanima. Comenzamos a escarbar en conjeturas, preludios y señalamientos subjetivos, intentando dar respuesta a una interrogante que pareciera no preguntar para aprender sino para contender.
Los alegatos opuestos a lo que sostenemos, se convierten en objetivo de crítica, de la menos constructiva, excluyendo la norma de toda verdad: cada uno tiene la suya, desde su individual procura en querer saber, sin dejar de indagar. El que ve, lo sabe, pero quien profundiza, lo comprende. Justamente lo contrario del que no conoce la causa, pero condena el efecto. Toda lógica examina el contexto de un suceso determinado, para poder brindar una afirmación coherente acerca de un porqué.
Hay un dicho popular que reza que "cada quien cosecha lo que siembra", y si y bien es una afirmación, pudiéramos volver al punto anterior, para cuestionar el tipo de tierra que intentamos labrar. Hay unas tan estériles que por más que intentemos que fecunden, jamás lograremos obtener algo de ellas. Parecieran ser indefinidamente yermas e infructuosas, secas e incultivables.
Quien pueda atentamente considerar las características de los tiempos que ahora vivimos, vislumbrará que las que fueron tierras fértiles, pasaron a páramos y sequedades. Muchos de quienes fructificaron, ahora son suelo pedregoso. Se han dejado condicionar por la pesadumbre y el lenguaje de odio de quienes ante sus ojos se sirven el veneno que otro procesa, y lo comparten. Y no es que sean ahora suelo arenoso a falta de sembrador, sino porque aún con la semilla, las herramientas y la tierra, el ambiente no les ayuda a germinar. Desean vivir en paz, parados en territorio de guerra. La verdadera PAZ en los PAÍSES sólo llegará cuando haya PAZ en las ALMAS de la gente. (Proverbio Sioux)
¿Con qué derecho emitimos un juicio de valor que tilda de violento al que altera el orden, desde el empeño en querer imponer nuestro credo al resto de los individuos a través de la retórica de la ofensa?, discursos que dramáticamente se han arraigado en todos los espacios de nuestra sociedad: calles, medios, Redes Sociales, política. El lenguaje incendiario de odio, es la forma de continuar usando la violencia a través de la palabra. Un poco más allá, misoginia, racismo, xenofobia, homofobia, antisemitismo, y un poco más acá, el asco y el desprecio que provocan los rivales políticos.
En este país, donde con tan funestas consecuencias se ha practicado el odio, el lenguaje que de éste hace alarde, jamás producirá nada, salvo más odio, desprecio y mala voluntad.
Hablar de democracia, es también estar consciente de que sin otras voces y convicciones, ésta jamás existiría. La mancillamos cada vez que repudiamos y condenamos la réplica y la expresión ajena.
Un médico de la Universidad de Andalucía, España, decía en una entrevista que "la ira es una emoción positiva porque te lleva a la autoafirmación, a la búsqueda de tu territorio, a defender lo que es tuyo, lo que es justo. Pero cuando la ira se convierte en irritabilidad, agresividad, resentimiento y odio, se vuelve contra ti, y te enferma".
El mayor desafío vendrá cuando, ante el ataque, empieces a conocer lo que has guardado en lo más profundo, y lo expreses.
Estos son tiempos idóneos para conocernos; y a los comentarios que a diario leo, de incitación a la muerte, ajusticiamiento, persecución y cacería, me remito.
Nota de esperanza:
Los seres humanos somos como árboles, mudamos hojas, pero sustentamos la cepa, y firmes abrimos los brazos, para soportar los vientos que nos sacuden, pero no nos doblegan.