Agua, desfalco y diálogo

1.- Lo peor de la actual pésima situación del servicio de suministro de agua potable a la población nacional, no es tanto lo mal que está sino lo mucho que puede empeorar. Lo dramática que se puede poner. Apostar la mejoría del servicio a la llegada de las lluvias, como sostenía el ahora ex-ministro de Ecosocialismo y Aguas, Cnel. Av. Ramón Velázquez Araguayán, era desconocer culposamente las múltiples y diversas causas que, conjuntamente, producen el actual caos en el servicio de agua potable y saneamiento. Es hacer creer que, con la llegada de las lluvias, se resolvería la quiebra operativa de las empresas hidrológicas públicas, tanto las agrupadas en HIDROVEN, como las de gestión estadal. Situación de quiebra ésta que se expresa, entre otras muchas cosas, en la inexistencia de vehículos para llevar a las cuadrillas de servicio a realizar las maniobras en las válvulas que permiten que se pase el agua de un sector a otro, a los efectos del cumplimiento del ciclo de suministro en los acueductos de régimen cíclico, que son mayoría en el país. Que no haya cuadrillas para reparar botes de agua escandalosos no tanto por lo caudalosos, sino por lo antiguos. O algo aún más grave. Con la llegada de las lluvias se agudiza el recurrente, cíclico y crónico problema del nivel del Lago Tacarigua/Valencia, lo que afecta gravemente a los acueductos de Caracas, Los Teques, Maracay y Valencia. Cuando, a causa de las lluvias, se eleva el nivel del lago amenazando con inundar a Valencia y Maracay, se corre el riesgo de que se ponga en funcionamiento nuevamente el pernicioso y dañino Trasvase al Valle del río Tucutunemo, de las aguas cloaquizadas del Lago Tacarigua/Valencia con la consiguiente contaminación del embalse de Camatagua que surte de agua a más del 75% de la población de Caracas. Reconozco que la problemática determinada por la carencia de agua se resuelve con las lluvias, pero pretender que es sólo carencia de agua lo que determina la situación actual del servicio de agua potable y saneamiento en el país es sostener una mentira colosal que se cae por su propio peso.

2.- Cuando insistimos en la idea de que el desfalco sufrido por el pueblo venezolano tiene que ser relacionado al estado de desastre en las condiciones de vida de éste, el ámbito del agua, el espacio que tiene que ver con el servicio de agua potable y saneamiento, es un lugar paradigmático de esta idea. Un acueducto es un sistema que diariamente se rompe, se desgasta, se quema, se agota, se revienta. Y al que diariamente hay que meterle válvulas, cauchos, retroexcavadoras, y toneladas de trabajo humano. Y si hubiera se pudiera, pero como no hay, no se puede. Y no se pueden reponer equipos, y no se pueden habilitar transportes de operarios, maquinaria y herramientas, y no se puede pagar salarios decentes a un personal que o emigra o desfallece. Eso es desfalco. Desfalco es debería haber pero no hay. Se lo llevaron malamente.

El destino del proyecto Tuy IV es un lugar en el que la noción de desfalco cobra ribetes aún más dramáticos, y por creer que induce a la discusión del modo como la problemática del agua lo exige, me detengo en elementos históricos cuya comprensión es necesaria. Es más o menos así: Cuando se planteó al principio el proyecto de represar en la sierra de Guatopo al río Cuira, embalsarlo y conducir desde ahí caudales muy importantes de agua hacia los acueductos de la Región Capital, lo que se conoce como Proyecto Tuy IV, en lo que yo conocía como ámbito de las empresas hidrológicas públicas supe de dos opiniones que disentían de la pertinencia de hacerlo: Eran las opiniones de la Ing. Jacqueline Faría, en aquel entonces Presidenta de Hidrocapital, y la del Ing Francisco Rangel, en ese entonces Gerente de Producción Tuy de Hidrocapital. Ella y él, con sus palabras, decían: El agua que queremos del Tuy IV la tenemos que sacar del ahorro del Tuy III. En aquellos, por todo el mundo reconocidos, brillantes momentos de gestión de Hidrocapital, en la red se botaba el 50 % del agua que se bombeaba desde los sistemas Tuy I,II y III. Para dar algunas cifras, cuando en su mejor momento a Caracas le entraban 18.000 lts/seg., 9000 lts/seg se botaban en la red. Se argumentaba, además, que la formalización de la red en los barrios de la Gran Caracas, lo que significaba muchísimas pequeñas obras de hidráulica, permitía pensar en una re ingeniería de los barrios de la gran Caracas, solventar así muchísimos problemas de vialidad y vivienda a un costo mucho menor que la inmensa inversión requerida para hacer el proyecto Tuy IV, con un impacto social muchísimas veces mayor.

Pesaron más otros argumentos, válidos también, como la necesidad de disminuir la presión urbana sobre el embalse de Camatagua a fin de que pudiera cumplir con sus objetivos de riego, para los que también fue construida; el caso es que la transnacional de la construcción brasileña, Camargo y Correa, arrancó el proyecto Tuy IV.

¿Se gastó bien lo que se invirtió? Esa no es mi pregunta ni en este texto, ni en este momento. A los efectos de esta discusión sobre la coyuntura del agua, que juzgo más que necesaria imprescindible, considero que hay otro aspecto más grave y más inmediato. Como no se terminó, como no hay plata para seguir construyéndolo, como hasta la maquinaria se la llevaron del sitio, los cientos de millones de dólares que se metieron en lo que hasta el presente se había construido, se enterraron. A lo que más se parece el proyecto Tuy IV es al ferrocarril Valencia-Caracas, con sus colosales pilotes de concreto y sus inmensas vigas metálicas, que vemos al pasar por la Autopista Regional del Centro, esperando que vuelva a haber plata para continuar la obra y algún día lejano un tren pase por ahí.

Mientras vuelve a haber plata, la selva barloventeña se traga lo que se había avanzado, como si fuera Penélope destejiendo lo tejido todos los días. Y el agua que se esperaba tener para mejorar el servicio, ahora no se puede esperar, porque no va a venir.

Hay ahí muchos desfalcos entremezclados, pero el que resalta más dolorosamente es el desfalco informativo. ¿Cuánto más tendríamos derecho y necesidad de saber y no sabemos por cercenamiento puro y duro del derecho a la información?

En todo caso, el conjunto de muy concretos problemas operativos que se desprenden de esa realidad es el disparador de la siguiente afirmación: Tal parece que vamos a tener que volver al disentimiento inicial expresado por la Ing. Faría y el Ing. Rangel. Tal parece que la única agua adicional posible para resolver los problemas de suministro que se tienen es la que podamos recuperar de la que se pierde en la red. Si alguien pensaba que la habladera tenía que terminar para pasar a la acción, yo le digo que ahora es que viene habladera. Que tiene que hablar mucha gente para que la acción no signifique, como tantas veces en el pasado, como por ejemplo en el Trasvase al Tucutunemo, pagar millones de dólares en hacernos daño.

3.- El gobierno del Presidente Maduro hizo muy mal emponzoñando la idea de diálogo. Para cualquier grupo humano o comunidad, pretender dialogar para enfrentar los problemas parecía no tanto un reconocimiento del gobierno, que también, sino un acto de sumisión a éste; cuando la reivindicación del diálogo es, por definición, la manifestación de la insurgencia, del revire, del desacuerdo. Y resulta que ahora es cuando hay que dialogar. Como nos lo recuerda con sistema y periodicidad el Prof. Esteban Emilio Mosonyi, es absolutamente necesaria la activación de un multidiálogo entre todas y todos los que no acepten resignadamente seguir cayendo indefinidamente en el abismo de la desgracia.

En el caso de las parroquias Antímano y El Junquito, recuperar el hoy perdido derecho a un ciclo de suministro de agua potable implica dialogar con los barrios asentados entre el Km 0 y el Km 4 de la Carretera de El Junquito, pues el modo como se incorporaron en el tramo ascendente de la tubería que comunica la Estación de Bombeo de Vista Alegre con el tanque y la Estación de Bombeo Canaima, significa que una Estación diseñada para bombear contra un tanque se ve forzada a bombear contra una red, teniendo como triste resultado los botes masivos de agua al interior de dichos barrios, lo que hace el sempiterno caudal de agua que baja por la cuneta de la carretera de El Junquito, en invierno y en verano, 24 horas al día, 365 días al año. Que la cantaleta de que la Estación de Bombeo de Vista Alegre se echó a perder, no se puede seguir dando como explicación si frente a esa masiva incorporación a la tubería ascendente no hay una verdadera actuación de gobierno. Una situación similar ocurre entre la Estación de bombeo de Mamera Vieja y la Estación de bombeo y Tanque Luis Hurtado. La incorporación del barrio José Antonio Páez en el tramo ascendente de la tubería que conecta a Mamera Vieja con Luis Hurtado genera una fragilidad permanente de un sistema de por sí muy frágil y pérdidas muy considerables de agua. La consecuencia de esa falta de diálogo es que en Antímano y El Junquito la situación del suministro acabó con la noción de ciclo de agua. Estamos como en 1993, antes de que iniciáramos la obra del Acueducto Antímano-El Junquito cuando tampoco había ciclo de suministro y el agua la echaban, como a perros, cuando San Juan agachaba el dedo.

En el caso de los acueductos afectados por el problema de la elevación del nivel del Lago Tacarigua/Valencia, o sea, los de Caracas, Los Teques, Maracay y Valencia, el diálogo no sólo es de una magnitud territorial y habitacional distinta, sino de una innegable significación nacional. Hace años el Frente Ecosocialista Aragua-Carabobo representado por insignes luchadoras y luchadores por el ambiente como José Manuel Hurtado, Guiomar Rodríguez, Edwars Castillo, Isabel Villarte, Aitor Achutegui, entre otras y otros, levantó como bandera de transformación radical de la situación, en el conjunto de la cuenca del Lago Tacarigua/Valencia, la propuesta formulada en 1988 por el Ing. Carlos Bordón: La eliminación de la condición endorreica de dicha cuenca. El trasvase de la misma a la cuenca del mar Caribe mediante la realización de un conjunto de mega obras de ingeniería. La solución dada hasta el presente, el bombeo del agua cloaquizada a las cuencas del sur, como lo ha sido el trasvase al Valle del Río Tucutunemo, redundó en la contaminación por eutroficación del embalse de Camatagua, sin que el problema del nivel se hubiese resuelto en lo absoluto.

La comprensión del problema del nivel del lago de Tacarigua/Valencia, la permanente amenaza de inundación de los núcleos urbanos que lo bordean, el sufrimiento por la pérdida vertiginosa de la calidad del agua que se suministra como agua potable tanto en Valencia y Maracay como en Caracas, requiere de un vasto, descomunal y necesario ejercicio de diálogo, que fue tímidamente iniciado mas no continuado, y que tendría obligatoriamente que continuar pues algo tan grave y riesgoso como lo que se plantea, no puede hacerse contra nadie y sí a favor del colosal conjunto social que debe acordarse, el cual dista mucho de haber logrado consenso, cuando ni siquiera maneja la información del grave problema que se sufre.

Tener actitud de diálogo implica tener voluntad de procesar, no como dádiva sino como derecho, la información que concierne al conjunto de la ciudadanía.

Tener voluntad de diálogo no es decirle a una comunidad que está protestando porque no tiene agua que vayan a hacer Mesas Técnicas de Agua. Esa es una manera de matar a las Mesas Técnicas de Agua que algunos representantes de empresas hidrológicas han intentado. Tener voluntad de diálogo es sentarse a la Mesa Técnica de Agua a dar la información que permite que ésta se transforme en el poder de la información que maneja.



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Santiago Arconada


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