"No hay mal que por bien no venga"
(Refrán popular)
Los hechos ocurridos recientemente en la frontera colombo-venezolana no son sino la consecuencia de una serie de acontecimientos que para bien o para mal y por múltiples razones, se veían venir en una extensión de más de 2.019 kilómetros fronterizos que separan a Venezuela de la vecina Colombia.
Los frecuentes episodios que muestran cada vez más el acento violento y la tormentosa relación entre los venezolanos con algunos pobladores del vecino país, no son más sino la suma de varios hechos y acontecimientos acumulados en el tiempo.
Muchos de ellos han sido permitidos y otros encubados en nuestras propias narices, gracias a la política de un gobierno podrido y sostenido por un esquema de valores turbios e inmorales, como los que han caracterizado a la sociedad neogranadina y a un pueblo oprimido y gobernado por una oligarquía narco-paramilitar.
Demasiado ha sido la paciencia que ha caracterizado a los dirigentes y al Gobierno de la Revolución Bolivariana, desde la llegada del Comandante Hugo Chávez al poder en diciembre de 1999, líder quien de manera abnegada comenzó a poner orden y a colocar las cosas en su lugar, en las fronteras de Venezuela (hubo varios cierres).
Todos sabemos que ya desde la IV República, gobernada por una oposición también lacaya, se soportaba con un silencio cómplice, los embates de un vecino incómodo y cipayo del imperialismo norteamericano.
Muchos historiadores y estudiosos han calificado a nuestra frontera con Colombia como una "frontera viva", quizá por las características peculiares de una zona con bastante movilidad económica y un alto tránsito de personas.
Son ciudadanos quienes por diferentes razones familiares, económicas y culturales se mueven diariamente por estos espacios con vida propia y con un "modos vivendi" muy singular, quizá único, para quienes transitan o habitan esta región de América Latina.
En el caso de la frontera de nuestro país con los estados Táchira, Zulia, Apure y Amazonas y la vecina República, la movilidad es muy frecuente pero con un mayor porcentaje que transita a través del Puente Internacional "Simón Bolívar" entre San Antonio y Cúcuta; es decir, entre el estado Táchira de Venezuela y el Departamento Norte de Santander de Colombia.
Para bien o para mal y por razones históricas, los dos países vecinos al norte de este continente, nacidos de un mismo padre, han crecido por encima de sus diferencias.
Las mismas han sido explotadas por nuestros enemigos internos y externos, gracias a la manipulación y la envidia presente en algunos líderes desde la misma fundación de las Repúblicas, las cuales fueron una sola "Gran Colombia" hasta 1830, cuando se produjo su separación después de la muerte de nuestro Libertador Simón Bolívar. La misma fue auspiciada por los traidores José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander.
En los últimos meses por episodios ya conocidos por la opinión pública nacional e internacional y gracias a unos protagonistas - no muy deseados - se ha destapado la olla del mundo fronterizo.
Un mundo precisamente donde conviven intereses de los más detestables como los de una mafia que se cree dueña y señora de estos espacios los cuales considera su patio trasero, para poder realizar sus oscuros negocios como el tráfico de drogas, el contrabando de combustible y la trata de personas.
En otras palabras, estamos hablando de una tierra sin Ley, donde se dan la mano - desde hace mucho tiempo - los delincuentes de los bajos fondos y los de cuello blanco de ambos países, quienes alimentan sus negocios, en este caso, amparados por el propio Estado colombiano junto a sus secuaces y compinches que conviven en la tierra venezolana.
Alguien dijo por ahí que "no tiene la culpa el ciego sino quien le da el garrote" y eso es precisamente lo que ha ocurrido en la frontera entre Venezuela y Colombia.
Una frontera donde se ha sido permisivo y además, se ha dejado correr la arruga en muchas oportunidades, para actuar sólo con "cierres epilépticos" y reglas de juego no muy claras, las cuales han permitido que se formen y pululen grupos de las más bajas especies como los Rastrojos, grupos paramilitares y narcotraficantes que abundan en la frontera con Colombia y han creado allí sus propias leyes.
Es con este esquema que se ha sustentado la economía del vecino país y tiene además como su principal aliado, al narcotráfico junto al contrabando; es decir, representa una manzana podrida que hace daño y corrompe; por eso hemos visto como brotan sus males y sus raíces a plena luz del día, en toda la frontera colombo-venezolana.
Detrás de este esquema que busca corromper y penetrar hasta los tuétanos a toda Venezuela, la oligarquía colombiana ha manejado un pueblo a su antojo y a través de una guerra permanente, mata y asesina a los líderes sociales (más de 760 en el período del Presidente Duque). Esta situación ya afecta también a los venezolanos.
Recientemente hemos visto la actuación de un personaje nacido y formado por oscuros intereses y con una alta dosis de anti-patria, la cual jamás habíamos visto en Venezuela. Se trata de "Juanito Alimaña" y sus escoltas, formados por el grupo paramilitar, los Rastrojos de Colombia.
Este último episodio ha destapado la olla para hacer pública la política de un narco Estado, quien de manera descarada pretende trasladar todos sus males y su metástasis hasta nuestra frontera, con la presunta complicidad de la gobernadora del Táchira y la existencia de "parácos" infiltrados en cuerpos policiales y hasta centros de comunicaciones.
Es la peor calaña anidada en la tierra neogranadina y quien orquesta sus planes desde el Palacio de Nariño, como explosión de un Narco-Estado el cual ya no puede esconder a su pueblo un cáncer maligno que atenta contra la paz.
Es por eso que ahora se pretende trasladar una guerra semejante a la colombiana - con más de 70 años de existencia - y es azuzada por el imperialismo norteamericano para que afecte a sus vecinos.
Desde luego que siempre este último panorama ha sido el esquema deseado y soñado por el Departamento de Estado, quien es el verdadero artífice y autor de un nuevo campo de batalla a su imagen y semejanza y el cual además ha sido aplicado en otros escenarios o teatros de operaciones con guerras en el mundo.
Las escenas que han trascendido ya son la comidilla internacional de los últimos días en el marco de una guerra no convencional, la cual es alimentada por el imperialismo contra Venezuela.
La actuación de Juan Guaidó en el escenario de la fracasada "Ayuda Humanitaria" por el Puente Las Tienditas ( en febrero) fue muy celebrada por los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay, así como también su paso por las trochas y caminos verdes desde La Fría, Guaramito, El Paraíso y Puerto Santander hasta Cúcuta, escoltado por "Los Rastrojos".
Este episodio debería ser el capítulo final de un triste papel, en el filme de su última actuación escrita por el Departamento de Estado, Donald Trump y su acólito Marcos Rubio.
El descaro no tiene nombre y la oportunidad es propicia para hacer nuestro llamado a las fuerzas de Seguridad del Estado venezolano conjuntamente con la FANB, para que hagan de una vez por todas, una limpieza general de paramilitares e infiltrados en toda la frontera.
Toda la extensión fronteriza con Colombia debe ser revisada, punto por punto, metro a metro, kilómetro a kilómetro. Los toques de queda ya no deben repetirse, ni mucho menos permitirse en nuestra frontera venezolana, el modus operandi de los grupos paramilitares y del narcotráfico.
No tenemos excusa porque "no hay mal que por bien no venga". Por eso los pueblos, los caseríos y las haciendas con todos sus braseros y peones, deben ser censados y registrados junto a sus legítimos dueños en la zona fronteriza de los estados Apure, Táchira, Zulia y Amazonas.
En los linderos de los dos países ha proliferado una población flotante y unos personajes, quienes actúan al margen de la Ley, alimentados por los propios terratenientes y por algunos ganaderos del Sur del Lago de Maracaibo y de la Zona norte del Táchira.
Muchos habitantes de esta zona comentan, que desde hace mucho tiempo – presuntamente – los ganaderos y hacendados, pagan peaje y coimas por su protección, a los paramilitares colombianos.
En la zona fronteriza ya no hay tiempo que perder. El Estado venezolano debe instrumentar de manera inmediata una limpieza a fondo, porque como dice la canción: "quizá para mañana sea tarde".
¡Amanecerá y veremos!