Ante la mirada indiferente de los entes responsables de garantizar y velar por la seguridad ciudadana, la comunidad internacional observa con asombro el asesinato paulatino y constante de niños, jóvenes y adultos en las últimas semanas que ha cobrado la vida de al menos 27 personas en diversos territorios colombianos.
Dos nuevas masacres ocurrieron el pasado viernes, la primera de ellas en Arauca departamento fronterizo con Venezuela donde disidencias de las Farc se atribuyeron el asesinato de cinco personas a través de un panfleto. Irónicamente el mismo día pero en la comunidad rural de El Tambo en el Cauca colombiano masacraron a otras seis personas.
Cabe destacar que con los hechos de El Tambo y Arauca, ya son cinco masacres en Colombia en las últimas dos semanas. El 11 de agosto fueron asesinados cinco menores en el barrio Llano Verde, en Cali; el 16 de agosto, ocho personas en Samaniego, Nariño, y el 18 de agosto, tres indígenas de la comunidad Awá en Ricaurte, a pocos kilómetros de Samaniego.
"En lo que va del año, la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos ha documentado 33 masacres y viene dando seguimiento a 97 personas defensoras de derechos humanos, de los cuales, a la fecha, ha verificado 45 homicidios", expresó la ONU.
Ante estos terribles hechos que la población colombiana y mundial repudia nos preguntamos, ¿qué más tiene que ocurrir para que la violencia despiadada y el exterminio continuado de jóvenes llamen la atención verdadera de las autoridades y de una vez por todas Colombia no sea un país donde matar se vuelva una costumbre? Señores políticos, senadores, ministros y autoridades llegó la hora de pasar a la historia por la consolidación de una verdadera paz y defensa de una de las principales garantías constitucionales como lo es el ‘Derecho a la vida’.
