La Revolución es cultural

La cárcel: tortura y destrucción humana


“…como quién se encuentra en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación…”(1)

El caminar fuerte, taconear, traquetear las armas, el constante silbato de los carceleros en las platabandas de la demolida cárcel Modelo, en Pro-Patria, Caracas, hacían en las frías madrugadas que los rehenes se sintiesen bien presos, y aquellos ruidos de los custodios que dominaban el ambiente impregnaba la sique del recluso reafirmando su condición sub-humana. Los maquilladores de la represión lo llamarían seguramente técnicas disuasivas.

Este recinto construido para presos “comunes”, fue utilizado por la Democracia del Punto Fijismo, también para los “presos políticos”. Y a raíz del cierre del “campo de concentración” de la isla de Tacarigua (Lago de Valencia) en 1969, fue habilitado un espacio para recibir a los isleños y pasó a llamarse “Pabellón de los presos políticos”, luego estos prisioneros comenzando la década del 70, fueron enviados al Cuartel San Carlos, por la demolición de la Cárcel Modelo, para dar paso a las obras del Metro.

El antiguo penal ubicado en una isla en el medio del Lago de Valencia o de Tacarigua, siguiendo un diseño constructivo nazi, fue habilitado como “campo de concentración” por la Democracia, para recluir a los insurrectos, civiles y militares. Este lugar también conocido como la “Isla del Burro”, era absolutamente insalubre, poblado con un caracolillo que ocasionaba diversas patologías, además de abundancia de reptiles e insectos y una temperatura inclemente. Los insumos alimentarios básicos, así como el agua potable provenían de Valencia o de Maracay, y las aguas para las duchas directamente del lago.

Es que acaso el Poder de Turno, ignoraba que esos prisioneros iban a una muerte lenta, pero segura, pues si no morían en prisión su futuro biológico no sería auspicioso. La cárcel política en Venezuela ha sido una aberración, usada por los gobernantes en el poder, para sostener un aparato gubernamental grupal, que hasta ahora ha sido de irrelevante trascendencia en la construcción de una república, formal, constituida por ciudadanos, que intentase acercarse a lo que se conoce como el modelo teórico de la Democracia Liberal.

Esta cárcel en el pleno corazón del País, para la gente del poder debió atender a una necesidad estratégica de la seguridad de la Nación, pues como explicar que le hayan asignado la custodia a los cuatro componentes de las Fuerzas Armadas, a menos que, haya sido una política de los politiqueros, de involucrar a los militares y hacerlos cómplices en las perversiones del Poder.

Antes de la apertura democrática de 1958, hubo famosas cárceles y famosos gobernantes represores; en ese sentido algunos escritores entre ellos: José Rafael Pocaterra, retrató la condición aberrante represora del gobierno de Juan Vicente Gómez, en la obra “ Memorias de un venezolano de la Decadencia”; del gobierno de otro general, pero esta vez militar de Academia, Marcos Pérez Jiménez, quien también duró varios años en el Poder; el también escritor y militante político José Vicente Abreu, escribió: “Se llamaba SN”. En ambas obras y en diferentes épocas, estos escritores dejan su testimonio sobre cárceles y torturas, como actores y testigos de un tiempo histórico de dudoso liderazgo republicano, en la tierra de Bolívar y Simón Rodríguez.

La Democracia pos-dictadura como hemos visto, no se quedó atrás, ante los movimientos golpistas, insurreccionales y subversivos igualmente actuó con severidad en defensa del poder establecido; el general Jesús María Castro León, exministro de la Defensa, en el gobierno de Larrazábal, hecho prisionero después de un fallido alzamiento en el Táchira, falleció en el Cuartel San Carlos de Caracas, según sus familiares, por falta de oportuna atención médica, igualmente cosa parecida le aconteció al Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, jefe del “Porteñazo” también recluido en la misma prisión, y también los familiares ante su muerte señalaron inadecuada atención, algo así como …dejar morir. Por esas cosas de la historia de las vidas humanas, ambos hombres de uniformes abrazaban ideas diferentes, uno en lo que convencionalmente se llama “derecha” y otro en la “izquierda”, pero ambos ciudadanos, gente, personas, venezolanos con Derechos Humanos, ya considerados por los gobiernos desde 1948, en la Asamblea general de la ONU, realizada en París.

Claro, estos ciudadanos mostraron en su tiempo y a su manera, sus desacuerdos políticos y de gobernanza con los usufructuarios de turno en el Poder Transitorio, y las respuestas a las contradicciones siempre han estado dadas por la calidad del talante democrático o autoritario de quienes gobiernan.

Pero en la Democracia, además de las cárceles tradicionales, se pobló el país de centros de reclusión, algunos improvisados como los Teatro de Operaciones (TO) de las Fuerzas Armadas, donde se torturó y se desapareció gente, todo ello justificado por la acción antiguerrillera contra el castro-comunismo, de ello se ocupó bastante en su condición de defensor de los Derechos Humanos el antiguo diputado (F) José Vicente Rangel. Es inevitable recordar las extrañas muertes en prisión de: Fabricio Ojeda, José Gregorio Rodríguez, Jorge Rodríguez…la narrativa de este periodo, sobre las cárceles, torturas y desapariciones, fue recogido y editado en un amplio documento que debe estar en algún archivo de la comisión que se encargó de ello.

Pero el pesado fardo de las cárceles gravita en la conciencia de algunos gobernantes, no siempre se puede evadir el mundo interior, y la opinión pública; después de la muerte de Gómez, factores del poder decidieron demoler la “Rotunda” prisión nefasta ubicada por Santa Rosalía en Caracas, y en su lugar diseñar una plaza, cuyo proyecto se le encargó al reputado arquitecto Carlos Raúl Villanueva, de todo ello surgió lo que hoy se conoce como la plaza de la Concordia.

Tal serían los malsanos efluvios de aquel antro carcelario, o, quizás ironía histórica, que unos cuantos años después, en 1959, a pocos meses de instalado el gobierno democrático liderado por Rómulo Betancourt, precisamente en la Plaza de la Concordia, una manifestación de obreros cesantes del Plan de Emergencia, fueron ametrallados por la policía con un saldo de varios muertos.

Es que la historia humana es abundante en ironías y paradojas, una amiga intelectual me escribía sobre la importancia de la simbología en nuestras conductas culturales, y me decía, puede que se nos califique de eurocéntricos, pero los dioses griegos y romanos, andan por allí, y Crono continúa impertérrito, devorando a sus hijos: En 1821, en pleno Campo de Carabobo, derrotado el ejército español, Bolívar le confiere al indiscutible héroe José Antonio Páez, el grado de general en jefe del ejército de Colombia; el Orinoco continuo encontrándose con el mar, y la política venezolana siguió sus rumbos históricos, Páez, siguió cabalgando, y luego, años después en el siglo XXI, el proceso político bolivariano en el poder, en búsqueda de su camino ideológico, esbozó sus particularidades ideas sobre aquel político, líder y guerrero territorial, que no encajaba en la visión revolucionaria de los nuevos tiempos.

Raúl Isaías Baduel, militar integrante de un grupo de revolucionarios bolivarianos de uniforme, en el 2006, en un aniversario de la Batalla de Carabobo, y en el marco del desfile celebratorio, fue ascendido por el Presidente Chávez a general en jefe y a su vez fue designado Ministro de la Defensa. Este general, cuando los sucesos de Carmona, la defenestración de Chávez y su secuestro, era el militar que mayor poder de fuego tenía en su comando en Maracay, y todos los ojos de la población antigolpista se centraron en el jefe de la División Blindada, a él le correspondió además coordinar el rescate y restitución del Presidente a Miraflores. Pero alguien dijo una vez que “ el hombre , es él y sus circunstancias”, y el general terminó preso, y muriendo en prisión. A estos dos generales en jefe se refería mi amiga intelectual, como víctimas de Crono.

Ahora bien, este texto no se escribe desde una perspectiva ingenua o boba, pues no, la cárcel atiende a una realidad social, política, ideológica, sobre la que se ha escrito mucho; el presidente Chávez, puso en manos de unos cuantos venezolanos la posibilidad de leer “Los Miserables” de Víctor Hugo, allí hay narrativa carcelaria para rato con Jean Valjean, que nos hace entender, que la cárcel política, no difiere de la común, pues al fin y al cabo es inherente a la sociedad en general con sus especificidades, puesto que el robo de un pan nos puede pasear por el inmenso paisaje de las iniquidades de una fulana “justicia” que sirve a un zutano “Estado”, que es el instrumento que pone “orden” en una sociedad de desigualdades clasistas en permanente y abierta contradicción.

Sin embargo, es preciso significar que la cárcel política convencional, es una perversión, y desde hace mucho ha sido concebida como una forma de neutralizar al enemigo y destruirlo…a veces violentamente, otras lentamente. Los gringos en ese sentido han sido multimodales, se habla de que poseen cárceles secretas, y de privatizar parte del sistema lo que al parecer ha resultado un buen negocio; y abiertamente han establecido sitios de reclusión extraterritoriales como en Guantanamo, violadoras de cualquier derecho humano.

Lo que siempre resultaría difícil de digerir son las cárceles revolucionarias o socialistas, pues trae a la conciencia lo del humanismo como eje doctrinario, y si realmente se tiene idea de lo que es una cárcel y sus finalidades reales sin enmascaramientos y eufemismos, se estaría en presencia de un dilema superior.

En estos pragmáticos tiempos aunque el quehacer de la política y la preservación del poder, nos lleve a transitar duros caminos, va a ser cuesta arriba explicar y menos justificar las muertes de prisioneros llámense Fernando Galván, Acosta Arévalo o Raúl Isaías Baduel; estos eventos siempre serán hechos repudiables, que nos traen a la memoria histórica lo acontecido a unos cuantos prisioneros políticos en el “pasado democrático venezolano”. Pero la cárcel política tiene una dimensión mayor, pues no se reduce a un prisionero, a un simple recluso, ataca y agravia a la familia, igualmente le reduce la vida biológica y espiritual, pues para ellos también es una tortura y dolor permanente, cese de sueños y escasez de alegrías…La espera los fines de semana, bajo un sol inclemente en el embarcadero de Yuma, de la barcaza que llevaría a la “Isla de Tacarigua” a los familiares de los presos, madres, esposas, hermanos, hijos, y luego sometidos a requisas y tratamientos vejatorios, cosa que igualmente ocurría en el cuartel San Carlos, Cárcel Modelo, y demás infames centros de reclusión... Dudo que los gobernantes de aquellos tiempos y de cualquier tiempo que incurra en las mismas prácticas, sean históricamente recordados como Estadistas, de la República de Bolívar y Simón Rodríguez.

Hace unos días murió en una cárcel peruana el profesor de filosofía Rubén Abimael Guzmán, fundador y líder de Sendero Luminoso; agrupación política de la década del setenta señalada como maoísta, y fundamentalmente acusada de terrorista, por el poder de turno y por los medios a su servicio. Capturado el profesor fue condenado a cadena perpetua. ¿Terrorista Abimael?. ¿ Y la oligarquía peruana, y la clase política, los Fujimori, Toledo y otros, acaso son inocentes de la pobreza y miseria peruana, en el antiguo y más rico virreinato colonial?.
En una cárcel francesa, muere lentamente cada día Carlos Ilich Ramírez , venezolano, condenado a perpetuidad, por terrorista, este ciudadano fue miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Como cosa curiosa de la historia, este revolucionario para unos y terrorista para otros, ha sido sentenciado por la justicia del Estado Francés, ahora bien, tratándose de “justicia”, que hacemos entonces con la memoria histórica, para no ser impertinentes y rememorar sobre las andanzas coloniales del Estado Galo en Viet nam, Argelia y otros países africanos, y su deplorable incursión e instalación de un emperador en México y recientemente activos participantes en la destrucción de Libia y supuestamente expropiadores de recursos económicos del Estado africano que estaban bajo su custodia.

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Rafael Castro

Especializado en Gestión Cultural. Colaborador y Fundador de Instituciones de la Cultura, en el Sector Público y Privado.

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