Sólo quien ha perdido violentamente a un ser querido sabe que nos han abierto una herida que será nuestra compañera por siempre.
Cada 9 de abril se nos destroza el alma, no sólo a lo familiares directos de Jorge Eliécer Gaitán, sino también, y con el mismo dolor, a los familiares de los miles de luchadores anónimos que cayeron sacrificados aquel día, en un esfuerzo heróico por derrocar al gobierno de Unión Nacional, presidido por Mariano Ospina Pérez, quien desde que tomó posesión de la Primera Magistratura en 1946, sistematizó la persecución criminal contra las huestes gaitanistas que avanzaban inexorablemente hacia el poder.
Y ahora, 61 años después de aquella horrenda fecha, como si el magnicidio de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán y de quienes lo acompañaron en su sacrificio no fuera drama suficiente, me entero en la Secretaría de Gobierno, de la Alcaldía Mayor de Bogotá, que el proyecto bandera de ese despacho es la construcción – sobre las fosas comunes donde yacen los restos de los compañeros gaitanistas que cayeron aquel día – de una edificación que busca la RECONCILIACIÓN y, por lo tanto, el olvido de aquellos crímenes abominables. Sacrilegio inconcebible: encubrir y hacer desaparecer las fosas comunes con un edificio cuyo nombre – “Reconciliación” - llama al olvido de las víctimas sobre cuyas tumbas levantarán los cimientos del oprobio. Ocultamiento de las fosas comunes de los héroes anónimos, sepultando así su memoria y el derecho que tienen a que les rindamos homenaje perenne.
¡No nos pidan que sobre los cimientos levantados en las fosas comunes de nuestros mártires nos reconciliemos con nuestros verdugos de ayer y de hoy! ¡No nos pidan que olvidemos que los que hoy nos gobiernan han pedido – por escrito – que nos convirtamos en sepultureros de nuestros héroes de ayer diciendo: “Cuando una cultura empieza a convertirse en campo de difuntos insepultos – que nos acechan con su hedor (sic)…se hace imprescindible aclimatar la profesión de enterradores. Astutos maestros del olvido que nos ayuden a recuperar la fuerza y la inocencia en aquellos momentos en que el culto a los muertos – y a los poderes que los representan – torna irrespirable el ambiente para los vivos”. [1]
Ese es el mensaje que nos envía ahora, a los 61 años de aquel crimen colectivo atroz, la Alcaldía Mayor de Bogotá al promover y financiar la construcción de un edificio del perdón y la “reconciliación”, que se elevará sacrílegamente sobre las tumbas de los héroes anónimos. Así lo pregona una tarjeta postal que enumera a quienes la Alcaldía considera víctimas, sólo las figuras notorias, pero donde callan por completo el recuerdo de los luchadores anónimos y humildes caídos aquel 9 de abril. Esa tarjeta postal, que promueve la construcción del EDIFICIO SACRÍLEGO, es una muestra de la indolencia, del elitismo y del deseo de enterrar la historia popular para abrirle paso a las élites que requieren del perdón, el olvido y la reconciliación para gobernar tranquilos.
Razón encuentro ahora para que, después de que le gané todas las batallas al gobierno nacional, reivindicando el derecho a tomar posesión de mi casa paterna, confiscada por Álvaro Uribe, no haya podido gozar de la entrega que debía hacerme el gobierno porque la Alcaldía Mayor de Bogotá me demandó ante la Superintendencia de Notariado y Registro alegando que la Casa-Museo Jorge Eliécer Gaitán les pertenece y no a la familia de Jorge Eliécer Gaitán.
Doloroso
aniversario éste del 9 de abril, cuando se propone el olvido del pueblo
que entregó su vida en aras de una Colombia mejor, equitativa e
igualitaria. Nosotros, en cambio, repetiremos con Jorge Eliécer Gaitán:
“Compañeros de lucha: Os habéis ido físicamente, pero qué tremendamente vivos estáis entre nosotros! Al pie de vuestras tumbas juramos, con la victoria del pueblo, restablecer los
fueros de la paz y de la justicia en Colombia. Compañeros: Vuestro silencio es grito. Vuestra muerte es vida de nuestro destino final!”
Invito a los sindicalistas, a los luchadores populares, a las madres de los sacrificados por los falsos positivos, a los defensores de los derechos humanos, para que me acompañen el día en que llegarán las excavadoras a violar las tumbas de aquellos héroes anónimos, sacrificados el 9 de abril de 1948, a que ocupemos el terreno para impedir tan horrendo sacrilegio.
Bogotá, abril de 2009
[1] Apartes del infamante artículo de Luis Carlos Restrepo, pags. 179 a 189 del libro Saqueo de una Ilusión.