El Nobel que mataría la esperanza negra

Los espíritus burlones y malévolos hasta donde son capaces de tramar una estrategia a hurtadillas, cuando le otorgan el premio Nobel de la Paz al señor Barack Obama presidente de los Estados Unidos. Merecedor o no de tan alta distinción, muy bien pudiéramos decirles a estas respetables personalidades que auspician tan codiciado cetro, ESTÁ BIEN QUE JALEN PERO NO SE GUINDEN.

Con relación al recién timonel que en gran parte rige los destinos del planeta, también pudiéramos decir: que la rara intencionalidad de premiarlo con el Nobel de la Paz, en reo pudiera convertirlo y una gruesa soga pendería de su cuello, aligerando una inesperada circunstancia fatídica, que a todos por igual nos partiría el corazón en mil pedazos.

El premio Nobel de la Paz que se le concede al presidente Obama también pudiera ser una trampa, como aquella que una vez en el desierto infructuosamente quiso tentar contra la fe y la buena disposición de un HOMBRE, que por cuarenta días y cuarenta noches pernoctaba bajo la intemperie junto a su Santo Ayuno.

Esta alharaca, cualquiera que sea el resultado no nos agarraría desprevenidos, hace mucho tiempo que la imbecilidad que alimentaba a nuestra ignorancia, enterrada quedó al pie de una montaña que hoy sirve de escenario a las cruentas luchas.

La corona de espinas que se le acaba de otorgar al presidente Barack Obama, no alcanzaría su oscuro objetivo, pues la sola HAZAÑA de convertirse en el presidente de la primera potencia, lo catapulta de una individualidad a un evento irreversible que colectivizó un sentimiento a gran escala.

¿Honores y premios nobel para quién y para que, me pregunto? El Comandante Ernesto Che Guevara bien lo decía: “LOS HONORES SON UNA MIERDA”. Fin de la cita.

Mejor sería rendirles homenaje póstumo y todos los honores y todos los premios Nobel a todos los NIÑOS que han perecido por causa del hambre y de las guerras de ayer y de hoy. Ellos son los verdaderos héroes de la raza humana, ellos son la flor en botón que un día les sorprendió la sequía indolente, que se reluce ante nuestros ojos cuan dulce y manso puñal para cercenar los órganos vitales de todo lo que recién nace. De allá ilesos venimos todos los que por suerte aquí acampamos, aún así miremos con recelo el premio que sin MERECERLO se nos quiera regalar.



julio.cesar.carrillo@hotmail.com


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Julio César Carrillo


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