Médicos de alma grande

¡Un médico por favor. Sálvele doctor! Palabras habituales que se dejan oír en algún centro hospitalario y sobre todo en el área de emergencia.

Es tan convincente la presencia del médico que se han dado casos en que una sola palabra suya nos puede curar en salud en el incierto mundo de nuestros temores. Palabras que psicológicamente también forman parte esencial de un medicamento que de forma figurativa se inyecta en nuestro ser, hasta aliviar en buena parte algún padecimiento físico que nos pudiera aquejar. De allí la necesidad de entender y respetar la identidad filosófica del médico, que va intrínseca en la humildad de su noble profesión de la cual es un abnegado y eterno estudioso.

El médico también es padre, es hijo, es hermano, es amigo y, sobre todo, es un ser humano con una misión en la vida muy especial.

Recuerdo el testimonio de un buen amigo, que cuando fue dado de alta, luego le preguntó al médico, doctor ¿cuánto le debo?, a lo cual respetuosamente le respondió el galeno de vocación grande y juramento hipocrático: "Señor, el sólo hecho de levantarse de esa cama para convalecientes y caminar, eso para mí es la mejor paga".

Son incontables las ocasiones en los momentos mas requeridos cuando a ese médico le vemos llegar hasta el lecho de nuestro infortunio, para calmar la sed de sanación y salvación de nuestras mortales vidas.

Muchas veces, el médico también comparte nuestros multiplicados dolores, cuando por designios del destino o por alguna circunstancia adversa a su voluntad, con gran impotencia y tristeza siente que de sus manos se le escapa una vida…

El médico no se debe a un milagro, el médico se debe al trabajo profundo y científico del cuerpo humano y sus patologías. ¿Quién no podría amar a los médicos, si a los médicos les debemos una porción de nuestra hermosa existencia?

El médico siempre consecuente con su morral de primeros auxilios en las catástrofes de toda índole, en las guerras y en la paz. Salvar una vida es la representación mas sublime de todo accionar. Por tantas cosas maravillosas, desde lo mas recóndito de la naturaleza y espiritualidad humana, vaya para ustedes mujeres y hombres de la medicina nuestra mas excesiva gratitud y bendiciones. ¡Gracias por tener la osadía de aplazar una vez mas nuestra obligada cita con el Creador!



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Julio César Carrillo


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