Marzo 10 de 2017.- El 8 de marzo muchas mujeres nos sumamos al paro internacional, en sororidad con las hermanas argentinas y también con todas las mujeres de Latinoamérica y en sororidad, por supuesto, con nuestras hermanas venezolanas.
Ese día, la agenda "oficial" del Estado convocó al Panteón Nacional. No nos parece mal reivindicar a nuestras ancestras luchadoras indígenas y negras que tanta historia han hecho en nuestra Matria, pero existen hechos concretos y cotidianos necesarios visibilizar y atender. Otros colectivos de mujeres trazaron sus agendas:
La Araña Feminista, convocó para la Maternidad Concepción Palacios y alzar la voz en contra de la violencia obstétrica que tantas vidas y cuerpos –de mujeres- han cobrado y marcado, entre tambores, performace, declaraciones y vocerías, crearon una mística de trabajo y en construcción de la palabra necesaria. Allí distintos colectivos, grupos, hermanas de este andar, se encontraron y reconocieron en un causa en común.
Las Comadres Púrpuras nos presentamos en la plaza El Venezolano para encontrarnos y reconocernos con otras mujeres y así realizar algunas actividades de artivismo: arte y denuncia. Estuvimos disfrazadas "casualmente" de los animales con que algunas veces nos asocian: "cerda" "vaca" y "yegua", y otros disfraces más estrambóticos. Seguidamente, llegaron los colectivos La Urdimbre Colectiva y Tetas en Revolución con quienes nos juntamos y hermanamos.
Apróximadamente al mediodía -cuando el catire está más arrecho que nunca-, La Urdimbre Colectiva y Las Comadres Púrpuras nos fuimos para la Fiscalía de Atención a la Víctima, ubicada en la Av. Urdaneta, con consignas y letreros. Nuestra intención: denunciar el alto índice de mujeres asesinadas en manos de sus maridos o ex maridos, novios o ex novios, mujeres que son tomados como "casos" en la fiscalía, pero que en realidad son Feminicidios, es decir, asesinatos a mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, por el sólo hecho de no obedecer a los mandatos y órdenes de los maridos. Mujeres que no sobrevivieron a la violencia física, verbal, psicológica y sexual a la que son sometidas en el lugar donde supuestamente deben estar más seguras "sus hogares". Mujeres asesinadas a coñazos, a puñaladas, penetradas por vía anal y vaginal con botellas de vidrio. Sí. Mujeres. No son casos. Estas mujeres pudieran seguir vivas si la Fiscalía realmente hiciera su trabajo: tomar las denuncias y hacer el seguimiento.
Numerosas mujeres se acercan a la fiscalía antes mencionada, a la fiscalía de Parque Central y la Policía, éstos son órganos receptores de denuncia, (que de receptores no tienen nada) pues ni son receptivos ni toman la denuncia. Pero lo que sí saben hacer es maltratar a las mujeres re-victimizándolas, burlándose de ellas y no toman la denuncia. Es decir su declaración no queda registrada. Su discurso pasa a ser invisibilizado y regresa de nuevo a su hogar, a su cotidianidad acosada y perseguida por el agresor: su marido o novio- que alguna vez fue su amor y que ahora es el hombre a quien más le teme.
Cantidad de mujeres denuncian inclusive Acoso sexual (tipificado en el artículo 15 de la Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia) señalando lo siguiente: Es la solicitud de cualquier acto o comportamiento de contenido sexual, para sí o para un tercero, o el procurar cualquier tipo de acercamiento sexual no deseado que realice un hombre prevaliéndose de una situación de superioridad laboral, docente o análoga, o con ocasión de relaciones derivadas del ejercicio profesional, y con la amenaza expresa o tácita de causarle a la mujer un daño relacionado con las legítimas expectativas que ésta pueda tener en el ámbito de dicha relación.
Para que se entienda mejor, lo ilustramos en criollo –y es verídico-: cuando un profesor se aprovecha de una estudiante y quiere robarle un beso, darle un beso a la fuerza, le toma la mano, le solicita quedarse a solas para una "consulta académica", etc. Ante situaciones como estas que las estudiantes logran salir del miedo y van a denunciar los órganos receptores de denuncia las devuelven porque para ellos "no pasó nada", léase bien: "NADA". ¿Nada? ¡Pero si es un delito!, ¡Y este delito debe procesarse! Pero si el personal que labora en los órganos receptores de denuncia cree que "no pasó nada" qué podemos esperar. Así como también casos de mujeres maltratadas a quienes se les exige evidencias físicas para procesar su denuncia. Su relato y su experiencia quedan invisibilizados,
Llegamos al lugar elevando nuestras voces con consignas, tales como: "Ni una menos, Vivas nos queremos!, ¡Nos están violando y asesinado! ¡Mi cuerpo no es objeto!, y más. Visibilizamos nuestras pancartas y carteles, la gente nos miraba, unxs sorprendidxs, otrxs se sumaron, otrxs preocupados. Nos lanzamos al suelo simulando estar muertas –en honor a las ausentes-. Y así estuvimos un rato: entregando volantes, declarando y accionando con nuestros disfraces. Y bajó una de las fiscales a hablar con nosotras a solicitar que subiéramos a su despacho para hablar y presentar casos específicos. Respondimos que no queríamos hablar de especificidades, estábamos denunciando la generalidad, la mayoría invisible.
Continuamos la protesta y la policía se apersonó para sacarnos del lugar. En virtud de que no les hicimos caso, llamaron al cuerpo femenino antimotín. Se pararon al frente de nosotras, con sus chalecos y escudos, aquello nos sorprendió, nos preocupó también. Y en medio de consignas: una voz se alzó diciendo: "¡No estamos armadas, estamos cansadas!". Así estuvimos cerca de 40 minutos y decidimos culminar la faena. Caminamos hacia la plaza La Candelaria para hacer una especie de balance de la actividad, en medio de la plaza entre abrazos, y rostros cansados. Nuestras escoltas cobraban vida detrás de nosotras: la policía nos siguió hasta la plaza. ¿Ahora somos criminales? ¿Alzar nuestras voces es un crimen? ¿un delito? ¿Dónde está la policía cuando una mujer es coñazeada por su marido? ¿Dónde está la policía cuando el marido quiere tomarla a la fuerza? Buena pregunta
Por otra parte, una compañera advirtió: "si estuviéramos en otro país hasta lacrimógenas nos hubieran lanzado". Cierto. Pero no hizo falta. La violencia se manifestó de igual manera. Nos sentimos violentadas y perseguidas. Un 8 de marzo distinto. Queda pues este relato para las ausentes, para las invisibilizadas, las que no son masoquistas sino víctimas y en el mejor de lo casos sobrevivientes a la violencia machista.