Abril 23 de 2018.- Esa noche, en medio de la fiesta, sin mediar palabra, él le metió la mano entre las piernas, le apretó la vulva y trató de introducirle los dedos. Gabriella Hakansson, impactada, le empujó y le dio un bofetón antes de que Jean-Claude Arnault desapareciese de la sala en la que conversaban escritores, pintores y otros artistas. Quienes les rodeaban en aquella velada cultural en casa de un editor en Estocolmo murmuraron que Arnault había perdido los papeles. Otra vez. Después, cuenta Hakansson, giraron la cabeza y siguieron con la soirée. La escritora recogió sus cosas y se marchó. Había escuchado rumores sobre Arnault, dramaturgo y fotógrafo y uno los hombres con más poder del panorama artístico sueco por sus vínculos con la Academia de Suecia, prestigiosa institución que elige cada año al Nobel de Literatura. "Sabía que tenía cierta fama, pero jamás pensé que llegaría tan lejos", comentaba Hakansson el jueves.
Con su característica media melena y sus andares algo desgarbados, Arnault casi nunca se perdía una de esas veladas. Y escenas similares a las que vivió la escritora Hakansson se repitieron antes y después de ese día de hace casi una década. Nacido en Marsella, hace 71 años, Arnault está casado con Katarina Frostenson, una de los 18 miembros de la Academia sueca. Además, hasta hace unos meses, dirigía Fórum, un potente centro cultural al que eran asiduos muchos integrantes de esa prestigiosa entidad. Tanto, que consideraban el regio sótano en uno de los mejores barrios de Estocolmo —al que llamaban "el club"— como un anexo a la institución. Y Arnault, orgulloso, se consideraba uno de ellos. Llegaba a presentarse a sí mismo simbólicamente como "el académico número 19".
Hoy, es también el hombre que ha hecho tambalear los cimientos de la bicentenaria institución. El pasado noviembre, 18 mujeres le acusaron públicamente en el diario Dagens Nyheter de acoso sexual, agresiones e incluso de violación. Abusos cometidos entre 1997 y 2007—algunos de ellos en dependencias de la Academia o en uno de los lujosos apartamentos que la institución tiene en París o Estocolmo— y que, según la mayoría de quienes ahora alzan la voz, muchos de la élite cultural sueca conocían o sospechaban. Sobre todo, en la Academia. "Abusaba de su papel como líder artístico y de sus conexiones para explotar y humillar a mujeres, especialmente jóvenes, también para silenciarlas", afirma Anna-Karin Bylund. Esta artista de mirada lánguida y que hoy está en la cincuentena, sufrió los supuestos abusos del artista hace dos décadas. Especializada en tejidos, sobre todo en lino, tuvo la oportunidad de exponer su obra en Fórum. Allí conoció a Arnault, con el que, abrumada y presionada, terminó por mantener relaciones sexuales. Nunca se atrevió a acudir a las autoridades, pero más tarde mandó una carta al Consejo Cultural de Estocolmo y a la Academia, financiadores de su centro cultural, en la que alertaba del comportamiento del artista. Jamás tuvo respuesta.
El entonces secretario permanente de la institución que otorga el Nobel, Sture Allén, enterró el testimonio de la artista en un cajón. Después, reconocería que no consideró importante la misiva en la que Bylund había derramado su alma. La Academia reconoció el pasado viernes la existencia del escrito y lamentó "profundamente" haberlo ignorado. Tras días de silencio, y en plena crisis interna, sus miembros niegan que los abusos fueran "de conocimiento general"en la institución. Y ese es un argumento que duele especialmente a Bylund. La artista dejó la escena cultural tras su experiencia en Fórum. Hoy es profesora.
Con los estertores del movimiento global contra el acoso, Me Too, el caso ha escandalizado a Suecia, considerado uno de los lugares más igualitarios del mundo, un país que tiene un Gobierno feminista y que ha hecho de las políticas de igualdad su bandera. El escándalo ha sido uno de los temas de conversación en los corrillos del Foro de Igualdad de Género de Estocolmo, que ha congregado estos días a los agentes mundiales clave para la lucha por la equidad. Además, ha impactado en el corazón de uno de sus símbolos: la entidad que otorga el Nobel desde 1901.
Jean-Claude Arnault.
La institución, que se apresuró a cortar todos los lazos con Arnault cuando saltó la noticia, ha mostrado ser una entidad opaca y patriarcal, en la que ha pervivido la cultura del silencio. No solo jóvenes artistas, temerosas del poder del francés y dependientes de la financiación cultural para poder subsistir, han sido objeto de los supuestos abusos de quien sus víctimas describen como un "depredador sexual". También, esposas e hijas de miembros de la Academia y algunas empleadas han sufrido ese "comportamiento inaceptable en forma de intimidad no deseada" por parte del artista, según contó, conmocionada, Sara Danius, secretaria permanente hasta hace unos días de la institución y la mujer que se empeñó en levantar las alfombras para airear una entidad que huele a cerrado.
Desde entonces, la mugre no deja de aflorar y la historia se asemeja a una novela negra. El inédito informe que encargó Danius a un despacho de abogados tras saltar la polémica ha destapado por el camino irregularidades. Como que Frostenson era socia del club que dirigía su esposo, que recibió miles de coronas de financiación de la institución. También que Arnault filtró en varias ocasiones el nombre del ganador del premio literario. "Al artista le gustaba deslizar de vez en cuando en algunas de sus conversaciones con mujeres a las que trataba de presionar que él conocía todas las interioridades de la Academia. Y eso incluyó varias veces la identidad del Nobel", comenta una fuente cercana a la institución. El artista no ha atendido a las preguntas de este diario.
Aunque aún es pronto para ver el verdadero impacto de lo sucedido en la Academia, el respeto por la entidad ha quedado dañado."Ha quedado claro que mucha gente sabía algo. Había demasiados rumores durante demasiado tiempo; lo que todavía se desconoce es quiénes lo sabían y cuánto", apunta Matilda Gustavsson, la periodista que reunió los testimonios de las 18 mujeres y destapó el escándalo. La periodista de Dagens Nyheter encuentra muchas similitudes entre el caso del poderoso artista vinculado a la Academia —a quien la mayoría de la prensa sueca por cuestiones legales denomina "la personalidad cultural"— y el de Harvey Weinstein, el poderoso productor de Hollywood que ha caído tras las denuncias públicas de cientos de mujeres y que alumbró el movimiento Me Too.
Sara Danius ante la prensa tras una reunión en la Academia el 12 de abril. REUTERS
Tras salir a la luz los abusos, ocho mujeres acudieron a las autoridades. Solo una de esas denuncias ha progresado, el resto de los casos han prescrito o no han reunido evidencias suficientes. Sin embargo, pueden llegar más, comenta Hakansson, mujeres que como ella decidan dar el paso y denunciar. El escándalo crece y la Academia trata de salir del paso. Mientras, la sociedad sueca reclama una renovación y controles para que casos como el que amenazan el prestigio de su Nobel de Literatura no vuelvan a ocurrir.
"LA LUCHA POR LA IGUALDAD CONTINÚA CADA DÍA"
Concentración en Estocolmo por la transparencia en la Academia sueca el pasado jueves. M. R. S.,
El escándalo de abusos sexuales que ha sacudido a la Academia Sueca ha derivado en una cascada de dimisiones, entre ellas, la de Sara Danius, la primera mujer secretaria permanente de la institución. Danius decidió salir a cambio de la renuncia de Katarina Frostenson, esposa del supuesto agresor y quien, al parecer, incurrió en conflictos de interés. La situación es tal que la Academia está paralizada. No hay quorum para trabajar y decidir, por ejemplo, el nuevo Nobel de Literatura.
El prestigio de la institución ha quedado tan seriamente dañado que el rey Carlos XVI Gustavo, garante de la entidad, se ha visto obligado a intervenir para anunciar una reforma de sus estatutos. Se cambiarán las normas que tienen dos siglos para permitir, por ejemplo, dimitir. Algo que hoy no se contempla. Los sillones de miembros en esta institución independiente son vitalicios.
"Se ha revelado que la Academia está fuera de la realidad. Es como un grupo de amigos que se protegen entre sí y que se consideran intocables", criticaba el pasado jueves Christine Westerlund, de 78 años, en una concentración a las puertas de la institución en el centro histórico de Estocolmo. Como otras cientos de personas, esta profesora jubilada lucía una blusa que se ata con una lazada como las que usa Danius. Una prenda que se ha convertido en símbolo de solidaridad hacia una mujer que, explica Björn Wiman, responsable de Cultura del diario Dagens Nyheter, se ve como la única que ha tratado de resolver lo ocurrido. "Tristemente, la mayoría de la Academia creen que el acoso sexual no es importante", apunta Wiman.
La ministra de Cultura, Alice Bah-Kuhnke, cree que aún es pronto para ver el impacto de lo ocurrido en el prestigio de Suecia. Bah-Kuhnke, ministra además de Democracia, también ha mostrado su solidaridad con Sara Danius, miembro de la Academia desde 2013. "Su dimisión debe verse con perspectiva, ligada a los testimonios de miles de mujeres a raíz del movimiento MeToo. Para mí, es un recordatorio de que la lucha por la igualdad de género continúa cada día", comenta a EL PAÍS.
La ingeniera Ulrika Wahlberg no perdona que la Academia no investigase los rumores y las alertas de abusos de Jean-Claude Arnault: "Hemos trabajado muy duro para tener una sociedad igualitaria y estos casos son imperdonables. No puede ser que en Suecia, uno de los países mas transparentes del mundo, exista una institución con normas de hace dos siglos".