Hace poco, en el marco del campeonato mundial de beisbol, Venezuela le propinó al equipo dominicano una aplastante y humillante derrota. Este resultado viene a reivindicar la asquerosa jugarreta que factores bien conocidos, y en complicidad con unos árbitros venales y corrompidos, le hicieron al equipo de nuestro país; lo cual impidió que nuestra novena obtuviese una brillante y merecida victoria ante este bochornoso hecho, que llenó de oprobio a quienes estuvieron detrás de esa repudiable conspiración, y que todo el mundo sabe quiénes son, escribimos una nota de protesta. En ella, no sólo expresábamos nuestra indignación, sino que también exigíamos la despolitización de una actividad tan sana y constructiva como es el deporte.
Sin embargo, circunstancias que no vienen al caso mencionar, nos impidieron enviarle oportunamente a esta página para su publicación. Ahora, superadas esas circunstancias, la enviamos a aporrea para los fines consiguientes. Y lo hacemos, pese al tiempo transcurrido, porque la hostilidad del exterior hacia nosotros no ha desaparecido.
ATRACO CONTRA VENEZUELA
¿Qué mal defendido estuvo el honor deportivo de nuestro país en la Serie del Caribe celebrada en Rep. Dominicana!. Pues ante la negativa del cuerpo arbitral de revisar la jugada en tercera base, el equipo venezolano debió negarse a continuar celebrando el encuentro que venía sosteniendo con el conjunto anfitrión. Ya que nada lo obligaba hacerlo ante unos árbitros manifiesta y desvergonzadamente parcializados a favor del equipo de la casa, ni a seguir jugando en condiciones tan desfavorables como las que existían en ese partido.
Por otra parte, Magallanes tampoco debió aceptar enfrentarse el día siguiente a la novena colombiana, al menos hasta que los organizadores del evento reconocieron el triunfo inobjetable de nuestro equipo sobre la representación dominicana. Porque eso fue lo que, sin discusión ninguna, ocurrió en el terreno de juego.
En efecto, al producirse el último out del encuentro en el cierre del noveno episodio, y al no haber podido, y al no haber podido el equipo quisqueyano hacer carreras en esa misma entrada, porque el corredor que pudo haber anotado la del empate había sido liquidado en la antesala, el triunfo de Venezuela se produjo de manera automática e inobjetable. Hecho que oficialmente no se produjo al término del encuentro, debido a la arbitraria y dolosa negativa de los árbitros de revisar la jugada, pues de haberla revisado, el corredor de tercera hubiera sido declarado out, y el triunfo de Venezuela se hubiera producido a la finalización del juego en el noveno inning. De manera que si no ganamos, no fue porque el equipo contrario, limpiamente y en buena lid, nos derrotó, sino por la circunstancia señalada, es decir, por la caprichosa e ilegal negativa de los árbitros de revisar como era obligado hacerlo, la jugada en cuestión.
Pero, tampoco es válido el argumento de que el corredor de tercera había anotado la del empate, porque de hecho ese corredor, debido a la razón antes indicada, jamás existió como tal. Y no podía existir, porque como lo demostraron las imágenes de la televisión, ese corredor había sido puesto fuera al intentar llegar, después de un toque de pelota, hasta el tercer cojín. Cosa que en ningún momento pudo lograr, porque un certero disparo del cátcher venezolano, unido a un magistral desempeño del tercera base, también venezolano, lo inmolaron en el intento.
Ahora, creemos que no está demás que tratemos de precisar lo que hemos estado llamando "de manera automática" y la mejor forma de hacerlo es con el siguiente ejemplo:
Supongamos que en un encuentro entre dos equipos el bateador de uno de ellos, del equipo home club, con las bases llenas, recibe las cuatro malas en la parte baja del noveno y con el juego empatado.
Como se sabe, en circunstancias como esta, el triunfo del equipo cerrador se produce de manera automática, sin necesidad de que nadie lo decrete; lo único que se necesita es que se acepte y se proceda en consecuencia.
De este tipo fue, en primera instancia, el triunfo de Venezuela sobre Dominicana, sin importar que los árbitros, que como lo demostraron, no fueron precisamente unos escrupulosos dechados de imparcialidad, lo hayan reconocido en el momento. Pero, luego, al conocerse las imágenes de la televisión sobre una jugada que tuvo mucho que ver con el resultado final del encuentro, un resultado que tampoco había sido válido, ese triunfo automático, para el bien del deporte y, en particular, para el beisbol, ha debido declararse, porque hechos como el protagonizado por los árbitros desacreditan y enturbian el juego, y la presentan como un pasatiempo de rufianes.
Ahora, que no haya ocurrido así, sino que por el contrario a Magallanes se le haya despojado arbitrariamente de una victoria legítima, no ha dependido ni se ha basado en situaciones propias del juego, sino de otras consideraciones relacionadas con la ética y la moral deportiva. Y de eso, mejor es no hablar. Aunque no estaría demás acotar, para ir finalizando, que al politizar la Serie, como en efecto viene ocurriendo, se desnaturalizan los nobles y elevados fines que inspiraron su creación, como fueron el fortalecimiento de los lazos de amistad y de unión entre los distintos pueblos hermanos del Caribe.
Sin embargo, triste es constatar que todos estos nobles ideales, incluyendo la misión del deporte de unir fraternalmente esos pueblos, se encuentran ante la indeseable alternativa de desaparecer de la Serie del Caribe. Y ello, debido al abusivo y hasta grosero y despótico control que sobre la misma y, sobre nuestro beisbol en general, han llegado a tener unos intrusos foráneos, cuya consigna más fanáticamente practicada es la de "divide y vencerás". Consigna que está haciendo que nuestro beisbol, lejos de su elevada misión de entretener y unir, se esté convirtiendo, como ya lo dijimos, en un peligroso factor de rivalidad entre nuestros países.
Ya, en este sentido, han logrado mantener a Cuba un pueblo hermano, mestizo como nosotros, fuera de este torneo. Y ahora Rep. Dominicana, haciendo el triste trabajo de sicario, de matón a sueldo, está proponiendo por presiones seguramente de sus amos del norte, que la Serie del año entrante no se realice en nuestro país, como corresponde hacerlo.
Si esta cainesca propuesta llegara a prosperar, la muerte de este evento nadie podría evitar. Por lo que sería conveniente ir pensando en la creación de una liga de beisbol entre nosotros, cuyo campeón se mediría, en un principio, a los campeones de Cuba y Nicaragua. Ya está bueno de tantos ultrajes y humillaciones.