"…Venezuela es como una península económica, aislada, por el cambio, los precios y los costos, del intercambio con el extranjero y unida a la economía mundial por un solo producto: el petróleo"
-Arturo Uslar Pietri.
Las severas distorsiones que han caracterizado a la economía venezolana vienen marcadas por el hierro candente de los sucesos del 18 de octubre de 1945, cuando el quiebre abrupto de un ensayo político - económico cambió el rumbo histórico de la nación. De ahí parte nuestra tragedia contemporánea en cuanto a política económica se refiere. La Ley de Reforma Petrolera de 1943 impulsada por el Presidente Isaias Medina Angarita equilibró la legislación en materia petrolera, fortaleció la presencia e injerencia de las empresas del Estado en toda la operación petrolera desde la extracción hasta la comercialización; así como el incremento y la apertura de caminos para que el Estado alcanzase una mayor participación en el negocio petrolero.
Esta Ley, junto a la del Impuesto sobre la Renta; la de Aduanas y, la de Reforma Agraria en 1945 (derogada por el gobierno del Trienio inmediatamente después de derrocamiento de Medina), eran parte de toda una arquitectura jurídica que habría de permitir al régimen llevar adelante lo que el propio Medina Angarita señalara en su alocución ante el Congreso Nacional en 1941: "… vitalizar la potencialidad económica de la República, estimular la producción de nuestras viejas fuentes de riqueza...Dirigir conscientemente los esfuerzos públicos y privados hacia la diversificación y el equilibrio de la economía venezolana en sus aspectos agrícola, pecuario, minero e industrial, a fin de que la riqueza de la Nación sea sólida y vigorosa y no se halle expuesta a las contingencias graves e impredecibles que normalmente pueden afectar a un solo producto o a una sola actividad".
Eran los tiempos en que un sector visionario de la burguesía asumía el control del Estado con un plan preestablecido denominado la "Siembra del Petróleo" y cuyos propósitos los caracteriza el Profesor Oscar Battaglini: "1. La modernización o transformación evolutiva de las estructuras institucionales del Estado venezolano y de sus contenidos políticos e ideológicos. 2. La superación del carácter rentístico petrolero, parasitario y atrasado de nuestra economía, e iniciar en su lugar un proceso económico de base reproductiva… industrializado y, en general, productor de riqueza". Inspirado en el llamado, que años atrás hizo Alberto Adriani, justificaba Uslar Pietri el plan económico del gobierno Medina como: "la necesidad angustiosa de invertir en fomento de nuestra capacidad económica el dinero que el petróleo le producía a esta Venezuela por tan largo tiempo desvalida". Esa dislocación de nuestra economía a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez (1935), producto de la caída de la producción agrícola y pecuaria y el veloz incremento de la renta petrolera era axiomático. Producíamos ya para entonces 300 mil barriles diarios, con inversiones en ese renglón que alcanzaban cerca de los 400 millones de dólares, llegando a ser la tercera región de colocación de capitales, detrás de Cuba y Chile, pero el primero en absorción de importaciones por habitante de América Latina. Hasta 1925 era la agricultura nuestra primera fuente de riqueza. De todos los bienes y servicios producidos en el país, el 40 % provenía de ese renglón. A la muerte de Gómez, son el petróleo y el comercio las dos esferas que desbordan las bases de la economía nacional; la banca y la construcción insurgen como actividades sustantivas. Con ellos una burguesía mercantil que presiona constantemente al gobierno para que mantenga el libre cambio y eleve sus gastos tanto como lo permita el flujo petrolero. El latifundio forma parte de la comparsa, Gómez es el primer gran latifundista seguido de su séquito de familiares y más allegados amigos. Toda actividad bancaria y de alto valor comercial tiene una tajada de compensación para el dictador. Quedan fuera de esta comilona los medianos y pequeños propietarios del campo a los cuales se les veja aún más, con bajos aranceles para algunos productos, en tanto que varios renglones de exportación dejan de recibir estímulos gubernamentales. El costo de la moneda favorece al comercio y, en el marco de la crisis económica mundial de 1929 que arruina nuestros campos, se va concentrando la propiedad de las tierras con vocación agrícola en pocas manos.
Encontramos entonces una poderosa razón por la que nuestros campesinos desolados buscan la Cuenca del Lago de Maracaibo para accionar los taladros y depender de cuanto producto nos trae el comercio desde el extranjero pagado con la renta petrolera. Para 1925, las cifras son elocuentes: el total de nuestras exportaciones alcanzan los 401 millones de bolívares, de los cuales 194 correspondían a la exportación petrolera y 207 a otros rubros. Para 1928 las exportaciones totales alcanzaron los 684 millones de bolívares, de los cuales 523 provenían de las exportaciones petroleras, en tanto que 161 correspondieron a otros rubros. Ya para 1939 el petróleo y sus derivados alcanzaron el 93% del total de nuestras exportaciones, en tanto que la participación del Estado venezolano en el negocio petrolero apenas llegaba a poco menos del 30%, con una banca promisoria negada a financiar sectores económicos reproductivos. Ya lo había proferido Uslar Pietri en 1936: "Las incongruencias de nuestro sistema bancario, si bien muy provechosas para una privilegiada minoría, no han sido en nada beneficiosas a la economía nacional". Ya no era la Venezuela de finales del siglo XIX que esporádicamente interesaba a las grandes potencias. Era la Venezuela que "…huele a oro", como lo exclamara el barón Louis de Rothschild, accionista de la Royal Dutch.
La muerte del General Gómez, produce un nuevo escenario, súbito para la República, especialmente en las grandes urbes como Caracas y otras ciudades del interior. El Benemérito se constituía para la nación entera como la "leyenda negra", la pesadilla, una especie de Ricardo III para los ingleses, de Leopoldo II para los belgas, una especie de Iván el Terrible para los rusos. El país entra en el umbral que pretende su desintoxicación, su sanación física y emocional, o bien como lo dijera al respecto Domingo Alberto Rangel: "…vomitar su indigestión de 27 años. El pueblo que admitió la terrible lápida del gomecismo estaba allí, en las plazas públicas, encrespado de despertar. Era otra historia la que entraba a adueñarse del país.". Y llega a Miraflores el General Eleazar López Contreras y con él, el inicio de uno de los más interesantes procesos de transición de nuestra historia republicana. Seria mezquino no reconocer que López Contreras, de formación y concepción conservadora, abre un estrecho camino con destino a la anhelada democracia efectiva.
Ya para 1941 asume el General Isaias Medina Angarita como Presidente Constitucional, promoviendo un nuevo plan económico con las características ya mencionadas, junto a una concepción civilista y un ensayo democrático que presagiaban nuevos y significativos momentos para la nación. El plan económico no tardaría en encontrar poderosos detractores reunidos en el sector terciario de la economía, especialmente la banca y el comercio de importación, bases para el estímulo y sostén de la economía rentística, captadoras de la renta percibida y distribuida internamente por el Estado a través de los mecanismos presupuestarios.
Medina impulsa un proyecto modernizador, pretende dejar atrás el carácter parasitario de la economía por efecto de la dinámica de la renta petrolera; enfrenta las barreras que obstaculizan este gran paso a través de medidas intervencionistas tales como la supresión de los astronómicos recursos (de entonces) dedicados a financiar la banca y la importación - especialmente cuando por efectos de la Reforma Petrolera y la Ley de ISLR se incrementa el presupuesto de la República - la supresión de las primas a las exportaciones agrícolas, la reducción a los subsidios; el aumento del tipo de cambio a las importaciones; la ampliación de los mecanismo especiales de control y promoción económica del Estado; la regulación de la actividad inversora extranjera; así como la entrega de créditos para las actividades destinadas a la producción de bienes indispensables para el consumo interno y que reflejen de manera absoluta y transparente su contribución al desarrollo económico efectivo de Venezuela. Ya en 1944 el gobierno da dos pasos trascendentes en materia económica. 1. La aprobación de un plan de inversión por 60 millones de bolívares. 2. La creación de la Junta Nacional para el Fomento de la Producción Nacional, colocando énfasis a la inversión en tres áreas productivas: Agricultura; Ganadería e Industria. Para los dos primeros renglones (buscando las condiciones para poner en marcha la Ley de Reforma Agraria que se aprobó un año mas tarde); y en aras de producir un acelerado desarrollo capitalista, alcanzar un gran mercado interno que elevara la producción a los niveles que demandaba el consumo interno y los requerimientos de la industria nacional.
De manera entonces, que entre las causas fundamentales que propiciaron la caída de Medina Angarita el 18 de octubre de 1945 están, tal y como lo puntualiza en resumidas cuentas el Profesor Battaglini: 1. El asedio de la burguesía "… partidaria de la conservación del capitalismo rentístico y con los terratenientes opuestos al proceso de modernización capitalista del campo...". 2. El descontento estadounidense ante la Reforma petrolera de 1943. 3. La disminución del papel preponderante "…que tradicionalmente el Ejército había ocupado y desempeñado en la estructura y dirección del Estado…". 3. El papel de revestimiento civil que le impregnó a la asonada el sector dentro de Acción Democrática bajo la dirección de Rómulo Betancourt.
Con la defenestración de Medina retornan las viejas características del Estado rentista, aun prevalecientes, que, a juicio del autor mencionado, se reinstauraron a partir del gobierno del Trienio para operar "…como mecanismo de distribución de la renta petrolera en favor de una oligarquía improductiva, y de servir (por largas décadas) de soporte económico e institucional de un sistema político-electoral pervertido y concebido para la manipulación clientelar de la sociedad venezolana".
Pasado el tiempo nuevos factores inciden en nuestra economía rentística, tales cómo las sanciones a nuestra industria petrolera. Reminiscencias del radicalismo opositor las aplaude como un mero concepto de instrumento punitivo, que en nada resulta para un cambio de régimen, las experiencias en otras latitudes y en nuestro país son testimoniales, afectan principalmente la economía de las familias y por ende el consumo. En este contexto el ahogo económico a la nación por esta vía fortalece (y con razón) la prédica oficialista en cuanto a la limitación de garantías de políticas destinadas a sostener la calidad de vida de la gente. Aupar y aplaudir estas sanciones es como ser partícipe de la tesis del filósofo estadounidense Thomas Nagel, en cuanto a que "La absurdidad es la manifestación de nuestras características más avanzadas e interesantes".