Estirar completamente el brazo derecho, elevarlo a la altura del hombre y con la mano de ese lado sostener de manera horizontal el fusil FN-30. Resistir en esa posición cinco minutos. Este era una de las penas que aplicaba el Teniente Alirio Rodríguez a los cadetes nuevos que ingresaron a la Escuela de Aviación Militar en Agosto de 1963. Éramos 79 aspirantes que deseaban volar aviones de guerra. Comenzábamos el período preparatorio de tres meses. Los oficiales de planta nos recibieron sentenciado: "ustedes tienen que luchar para graduarse, nosotros lo haremos para que no se gradúen". Pero no eran todos los que lo decían. Destacaba uno, recio, de personalidad inmutable, de ojos claros, voz resonante que se esparcía por todo el patio de ejercicios cuando se dirigía a los cadetes, impecablemente uniformado. Su figura, en posición erguida, dando las voces de mando a la formación del Escuadrón de cadetes, irradiaba respeto, fuerza de voluntad y estímulo para apreciar la carrera militar. Este oficial se destacaba del resto de los oficiales que le correspondió aplicar la transición de la vida civil a la militar. Ese era Alirio Rodríguez. Las sanciones, castigos o penas que nos imponía portaban una razón. Al aplicarlas, las justificaba como obstáculos o dificultades que encontraríamos en la vida militar y al cumplirlas, sin señales de debilidad, estábamos demostrando capacidad para superarlas. La sumatoria de todos los castigos ejecutados fortalecería el espíritu de lucha para batir a las resistencias que nos aparecieran. Era una preparación para el combate de la vida. No pocas veces viene a mi el recuerdo del brazo estirado con el fusil en la mano intentando llegar a esos cinco minutos y, con mucha dificultad, lograrlo a medias. Aparece la evocación cuando confronto trabas que se oponen a la marcha de mi camino. Ahí surge la imagen de Alirio. Su enseñanza como siembra de espíritu cosecha el producto final del triunfo ante las resistencias. Preparación que nos dio para batir al oponente.
Un día, de ese período preparatorio entre agosto y octubre de 1963, en un evento de educación física a primeras horas de la mañana, un mal paso en campo traviesa generó un esguince en mi pie derecho. Con ayuda de otros cadetes acatamos la orden del oficial de guardia: "llévenlo a la enfermería". En efecto, se cumplió la disposición del superior y allí quedé recluído. Esa noche se presentó en el cubículo de la enfermería donde me encontraba hospitalizado el Alférez Auxiliar, Luis Barreno Linares. Venía por instrucciones del Mayor Julio César Moreno Huérfano, Comandante del Escuadrón de Cadetes, a notificarme que en la formación de las 7pm, antes de asistir al comedor para la cena, se procedió a dar lectura a la Resolución de la Dirección de la EAM donde se me ascendía a Distinguido de 1er año. Por lo tanto, él traía la orden de entregarme la jerarquía (Jinetas) y ascenderme colocándolas en mis hombros. Qué expresión cabe ante tanta satisfacción y considerable sorpresa: Calma y reflexión por la responsabilidad que se me daba y porque se alejaba más la posibilidad de retirarme de la Escuela en momentos críticos.
Varias veces distintos cadetes de 1er año quisimos pedir la baja (abandonar el Período Preparatorio) por los excesivos castigos que nos ponían día a día los oficiales, los alféreces y los cadetes de los años superiores (2do y 3er año) y por lo intenso de la educación militar. Pero, en esos momentos de desánimo y debilidad aparecía la voz ductora, potenciadora de bríos y portadora de vitalidad de Alirio. Un discurso en la formación nocturna elevaba la moral y nos conectaba con la reflexión interna, generando sosiego y disposición de continuar resistiendo.
Al expirar el día completo de cuidados médicos estaba listo para incorporarme a la dinámica cotidiana de la transición de la vida civil a la militar. Antes de darme de alta, el "Recorrida" (guardia diurna que hacen los cadetes del 3er año) vino a verme para informarme que el Teniente Alirio Rodríguez quería hablar conmigo. Que me le presentara al salir de allí. Fui al edificio "A" que aloja las oficinas del personal de planta. En la entrada, un juego de muebles muy modesto. Ahí estaba sentado Alirio. Lo primero que hizo fue felicitarme por el ascenso y me dijo: "la responsabilidad de la jerarquía es con todos los nuevos. Ahora eres su líder". Me preguntó: "¿te has fijado metas?" Le respondí, dos me he establecido: ser Alférez Mayor y Volar el F86-F. "Persevera en alcanzarlas. Se constante en la lucha para concretar lo posible. Hazlas un acto tangible y verificable". Sentencia que me acompañó en los cuatro años de vida como cadete en la EAM y que trascendió los momentos de aprendiz de piloto militar para meterse en mi espíritu como modelo e imagen objetivo del qué hacer. En Julio de 1966 cuando pasamos a 4to año se cumplió mi primera meta: ser Alférez Mayor. Tres años más tarde, marzo de 1969 despegaba mi primer vuelo en un F86-F. Segunda meta alcanzada. Ambas metas las logré, consciente o inconscientemente, con perseverancia y haciéndolas "un acto concreto, tangible y verificable". Ahí estaba reflejada la preparación de Alirio.
Otra de las enseñanzas de Alirio, al menos nos las hizo descubrir a los del período preparatorio, fue "contar los pasos que damos al caminar de 4 en 4". Instrucción del Orden Cerrado que consiste en enumerar en bloque de 4 pasos la marcha del militar hacia adelante. Cada 4 pasos es una unidad. Valga decir, si se caminan 12 pasos se cuentan como 3 unidades de 4. "…uno, dos, tres…UNO; uno, dos, tres…DOS; uno, dos, tres…TRES" (3 por 4 = 12). Eso quedó grabado y nunca se borra. Hoy yo camino y cuento de 4 en 4.
Hablar de Alirio me lleva, obligatoriamente, a referirme a Argenis. Leí de Argenis Rodríguez Memorias 1 y 2; Entre las Breñas; Escrito con Odio. Me empapé de su fuerza narrativa y de lo amargo de sus frases . Las imágenes que transmiten sus palabras llegan muy hondo. Crudeza, pasiones existenciales, angustias, realidad desgarradora…todo esas sensaciones las capté de Argenis. Un día lo llamé y lo visité en su casa de Los Rosales en Caracas. Sabía de él por Alejandra Hurtado, directora de La Razón. Ella nos enlazaba y fue quien me dio la noticia de su decisión final. Argenis detuvo una obra no concluida que yo quise seguir. Congeló emociones esperadas de sus creaciones. Argenis, además de haber sido un escritor venezolano, único en su estilo, fue hermano de Alirio. Condición que me traslada a un pasado que marcó mi vida. Estas líneas que le escribo hoy a Alirio me inspiran para regresar a los libros de Argenis, los que ya leí y los que quedaron pendiente por leer. Alirio y Argenis dos seres admirados por mi.
Pero, ahí no queda todo lo que me vincula con los hermanos Rodríguez Rodríguez. En 1999, siendo Senador de la República en el último Congreso Nacional de Venezuela, por vía del Senador Palacios de Mérida conocí a José. La identificación política nos acercó y al saber que era hermano de Alirio la relación adquirió una dimensión espiritual. José Sant Roz lleva la emocionalidad que me transmitieron sus hermanos. La agudeza de su escritura, rica en historia y su talento para narrar las especificidades de actos políticos, pasados y presentes, conjugan la herencia de sus hermanos. Me atrevo a decir que José lleva el alma de Argenis y la fuerza espiritual de Alirio. Tres seres individuales con sus respectivas cualidades; pero, tres energías que dimanan una en particular y homogénea que identifica la fuerza para hacer y transformar.
Alirio Rodríguez fue un maestro sin pretender serlo, porque también era humilde. Él era un conductor de principiantes militares que encontraron en sus orientaciones los caminos para tomar el rumbo de su carrera. Esto lo supe siempre, pero de manera precisa lo sentí, y por ello me convencí de esta afirmación, la noche que mi promoción asistió en conjunto a visitarlo cuando tuvo su primer accidente ocurrido en Amazonas. Esa noche todos juntos pudieron irradiar de manera involuntaria una halo de energía que estremeció el recinto del hospital. Todos captamos la fuerza que genera el encuentro con un originario y auténtico líder que nos indicó por donde caminar para alcanzar grado, profesión y metas de vida. Alirio: a veces me salen lágrimas al recordarme de ese período preparatorio en la Escuela de Aviación Militar donde fuiste figura y luz.
Alirio, mi primer maestro militar.