La praxis de un vocero del Poder Popular

  “…Cuando el amor se enfría el entusiasmo se apaga y la dedicación se retrae. La causa como pasión desaparece, como el romance entre una pareja que ya no se ama. Lo que era nuestro resuena como mío y las seducciones  del capitalismo reblandecen los principios, cambian los valores y si todavía proseguimos en la lucha es porque la estética  del poder ejerce mayor fascinación  que la ética del servicio…”

                                                                                                       FREI BETTO

     Es evidente que algunos de los fenómenos más negativos del proceso que vivimos lo constituyen la burocracia, la corrupción y los llamados rojos rojitos. Si miramos los diferentes organismos públicos y los funcionarios que los están dirigiendo (Ministros, Presidentes de Fundaciones, Autoridades de Universidades e Institutos Autónomos, Alcaldes, Concejales, Gobernadores, Diputados, entre otros), se puede notar claramente que alrededor de ellos o ellas se encuentran una cantidad importante de personas que no reúnen el perfil, que en mi modesto parecer, deben poseer  quienes tienen sobre sus hombros el asumir la vocería del pueblo; a saber: 1- conocimiento sobre la problemática que les toca dirigir, valorable (aunque no exclusivamente) en términos de la formación académica recibida al respecto; 2- experiencia en trabajos anteriores, lo cual supone un proceso de aprendizaje sostenido, producto del ejercicio práctico, orientado a la administración de recursos y a la toma de decisiones en ámbitos complejos y; 3-compromiso y lealtad con el proceso revolucionario, entendiendo por ello una trayectoria comprobable a través de una praxis de vida orientada al servicio para con la sociedad, por encima de sus intereses como individuo, en lugar de la actitud servil que exhiben muchos de los altos mandos gubernamentales. Según mi criterio, estas son las cualidades que deben reunir los aspirantes a ocupar altos cargos en la administración pública.

     Sin embargo, con tristeza observamos que en muchos casos, se observa ausencia parcial o total de estos requisitos. Nos encontramos con funcionarios que no tienen la más mínima idea de donde están parados, llegan a los puestos claves por recomendación o porque son parientes de aquel “chivo”. Logran ubicarse sin proyecto, ni planes ni equipos de trabajo. Empieza el empirismo, la botazón, la improvisación y el nepotismo con cada funcionario de alto rango que toma posesión; muchos de ellos gobiernan con resentimiento, odio visceral, imponiendo a rajatabla su mando y con la idea de revancha hacia los camaradas que por una u otra razón tienen una forma de pensar diferente o simplemente no comparten su forma de” gerenciar”.

Un revolucionario  consecuente no se sirve de su posición para ganar privilegios, ni atropellar a sus compañeros de trabajo, cumple sus funciones para servir a su patria; no persigue beneficios egoístas, trabaja por el bien común; no se desanima por las decepciones y traiciones, lucha cada día sabiendo que con cada una de sus acciones se acerca un paso más a la victoria plena: la construcción de una patria grande, libre, soberana y más humana. Sería un ejercicio necesario para identificarse con el ideario bolivariano evaluar si el ciudadano que dice ser “patria o muerte” o “rojo rojito” tiene disposición para el sacrificio personal de comodidades o prebendas, más que el deseo solapado o abierto de hacerse de privilegios groseros a costa de la revolución. El revolucionario se mide por su desprendimiento, por su solidaridad, por su austeridad y sinceridad, valores estos que se indican en el verdadero bolivariano, capaz de imitar al Libertador y renunciar a su propia calma y comodidad para luchar a favor del bien de su pueblo. En  ese orden de ideas ERNESTO CHE  GUEVARA señalaba, que “… no se puede directamente, por decreto, cambiar la manera de pensar de la gente, la gente tiene que cambiar su manera de pensar por convencimiento propio y la mejor manera de que cambien su manera de pensar, es demostrar la capacidad de sacrificio de los verdaderos revolucionarios, la capacidad de ayuda al compañero, la capacidad de hacer las cosas concretas por la colectividad y por el individuo, es decir, que quien es miembro de una organización revolucionaria no ha adquirido ninguna clase de derecho extra, lo que ha adquirido son deberes que tiene que cumplir…”.

     En definitiva, tenemos una quinta columna minando la revolución bolivariana con su trabajo de zapa. El espíritu contestatario que me alienta a escribir sobre estos temas,  tiene como soporte decir las cosas que otros no expresan por ignorancia o que simplemente no quieren expresar, debido a que se manejan de acuerdo con los dictámenes de los más variados intereses, pudiendo entonces al hablar, arriesgarse a perder algunos de los privilegios que les ha otorgado la revolución. Es por ello que, en el mismo espíritu revolucionario, exijo que mis opiniones no sean anuladas por la vía de la descalificación con señalamientos falsamente políticos, tales como: “contrarrevolucionario”, “ese brincó la talanquera”, “revolucionario disfrazado”, “está en la oposición por  resentimiento”, “está sangrando por la herida”, “es un escuálido” y otros epítetos más que se suelen utilizar como práctica común para desautorizar o desacreditar a quienes nos atrevemos a juzgar sobre las cosas que, en nuestro parecer, necesitan ser revisadas, rectificadas y reimpulsadas, desde el seno mismo de la revolución, tal y como lo ha señalado el Presidente.

     Finalizo con otra frase del universal Guerrillero Heroico, Ernesto Guevara: “…Tenemos la imperiosa obligación de pensar, ¡imperiosa!, prefiero mil veces un tipo que me dice: “Mire, yo no creo todo lo que usted dice, usted es un animal y aquí está lo que dice el manual, lo he pensado  y lo he contrastado con lo suyo y usted no tiene razón por esto y esto, o tengo mis dudas” “... Y es que la creatividad, la capacidad para innovar y adaptarse a los cambios, es lo que delata a un revolucionario. La obediencia mecánica en reiteradas ocasiones, más que un signo de disciplina militante, es una forma de desentenderse de los problemas reales y complejos. El “yo sólo cumplo órdenes” es, en reiteradas oportunidades, una manera de excluirse convenientemente de la búsqueda colectiva de soluciones, de hacerse el sordo ante el clamor general por inventar salidas rápidas y realizables…”.



Doctor Docente/Investigador titular- UCV

pedrogarciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño


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