Los caminos se cruzan. Emergen señales que orientan las perspectivas para aproximarnos al conocimiento, que desde las primigenias creencias, informaciones y matices de verdades de encontradores inciertos, refrescan la tibia memoria de los que apasionados por la razón del corazón, intentamos acercarnos a lo que nos permite vivir.
Ese intento de acercarnos a nosotros mismos, me invita a pensar en el pensamiento que dibuja y dirige la naturaleza de mis conocimientos. Es hermoso el dilema que anula el pensar por pensar. Llegan los hálitos vivificadores, de lo que desde mis profundidades atónitas, recrean el saber por el saber y la noción de lo cierto siendo incierto.
En este dilema de pareceres obtusos, abordo la reflexión de la epistemología del desarrollo. Es una advertencia de los que aprecian la naturaleza de una palabra, en función de lo que se vive de cerca como principio filosófico. Tenemos una vida para crearnos a nosotros mismos. Esa vida altera momento a momento, la certeza de lo que creíamos cierto. Fuimos conquistados por las necesidades culturales de un dominador, que más que una necesidad material, es el gemido de los rebullones que se ahogan en los tenebrosos sinfines de la noche apestosa, huérfana de los ideales de la armonía profunda.
Esta creencia desenfrenada en lúgubres aposentos del desdén, del que se siente vivo porque sudoroso de egoísmo, mata la ternura del Amor que salva todos los abismos, alimenta el tener más, ignorando que lo perderá todo.
Esta es la idea del desarrollo que nos enseñaron a defender. Desde la época histórica de la esclavitud, pasando por los fantasmas del feudalismo, los vericuetos y rancios rincones del oscurantismo del medioevo y la violenta emergencia del capitalismo y su proyección como barbarie neoliberal, el desarrollo es un discurso que alimenta los pérfidos encierros de la dimensión material.
¿Y por qué se habla de desarrollo en los efímeros retoques de este ciego sistema capitalista que anula la vida? A ellos les interesa el desarrollo que vende, que compra, que alquila, que oferta, que demanda, que conquista, que anula conciencias y mercantiliza la vida.
¿Pero y donde está el alma de los pueblos que emergió de la nada, de la nada que mora en el infinito porque se alimenta del todo? Claustrada por la escuela de las fábricas. Anulada por el conocimiento globalizado. Mutilada por el oprobioso capitalismo que fragmenta la funcionalidad de la célula que nos dibuja la esencia del SER.
Pero allí está el hallazgo de los horizontes de la libertad, las creencias transformadas en saberes para amar la vida desde la pasión. Así se enfila mi hermenética fugaz y revolucionaria para ir en pos de las teorías que crearán y darán vida a mi propia masa crítica. Esa masa crítica que soy yo desde el canto del azulejo de mis tejados, desde la lluvia divina que moja mis campos en retoño, desde el febril vinculo de mis nubes que guardan el cielo de mis padres, de mis hechizos, fiel respiro de mis luchas. Esa esencia del SER es la existencia vivenciada. Esa es la dimensión espiritual que nos corresponde hacer emerger en la Revolución Bolivariana. Seremos entonces las señales que orientan el desarrollo desde adentro, porque retornamos al espíritu vivo y eterno que somos todos. Estamos reconstruyendo la epistemología del Amor. Esa energía cósmica nos salvará.
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