Chávez: Alfarero del Poder Popular en América Latina (I)

Vamos juntos a levantar la bandera hermosa de la revolución bolivariana”
Hugo Rafael Chávez Frías.

El tiempo, esa elusiva concepción y definición, ha sido considerado como una magnitud física con la cual se mide la duración o separación de acontecimientos, los hechos que los sujetos realizan durante ciertos períodos factibles de ser observables y que, según todas las teorías físicas, mantienen un pasado, un futuro y lo no pasado ni lo no futuro, que remite a una actualidad o simultaneidad, lo que de alguna manera viene a representar el llamado “tiempo absoluto” o lo que Kant, deteniéndose en la concepción tiempo y espacio, filosóficamente define como conceptos subjetivos.

El concepto físico del tiempo – y desde aquí ya no queremos seguir metiéndonos en honduras – me indicará la existencia de un evento UNO, de un evento DOS, y de un Observador, a quien definiremos como un Sujeto que bien ha sido partícipe de ambos momentos o de uno de ellos, o los ha apreciado y estudiado con el “transcurrir del tiempo”, es decir, el Sujeto puede medir los eventos o acontecimientos partiendo de una concepción cronológica, es decir, sosteniéndose, por ejemplo, en la Historia, la Geología e incluso la Arqueología, etc.

Dicho lo anterior, podríamos sostener, históricamente, la presencia de Hugo Rafael Chávez Frías, a partir de dos momentos cruciales: el primero la mañana del cuatro de febrero de 1992, cuando las pantallas de la televisión venezolana mostraron a un desconocido y cansado militar que se reconoció como líder de la sublevación bolivariana que pretendió el derrocamiento del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, y quien al comprobar el fracaso de dicha sublevación, trasciende a la historia venezolana cuando hace un llamado a sus subalternos para que depongan las armas pues “por ahora” los objetivos propuestos no habían sido logrados. Inmediatamente se identifica como el Comandante Hugo Chávez y asume cualquier responsabilidad.

El segundo momento lo pudiéramos enmarcar como el cierre de la campaña electoral de 2012 en la ciudad de Caracas, en medio de un torrencial aguacero. Octubre cuatro, Hugo Chávez viene de recorrer todo el país y los últimos días había salido desde su natal Barinas, concentrándose en distintas ciudades del llano y del centro para luego realizar un apoteósico cierre electoral que lo llevaría a un triunfo holgado el siete de octubre de ese mismo año. Las imágenes de Chávez en medio de la lluvia recorrerían el mundo y mostrarían al carismático líder venezolano “soportando” junto al pueblo un descomunal aguacero que cayó sobre la Caracas.

Dos momentos capitales que permitirán apreciar, conocer y estudiar el tiempo de Hugo Chávez, la consolidación de su ideología revolucionaria, bolivariana, socialista, trascendental, transformadora, que el pueblo ha llamado “El Chavismo”, y que trasciende a la presencia física del líder. El tiempo físico de Hugo Chávez, por otra parte, deja como legado su acción política y militar, y con ambas su pensamiento: de estadista, de culto lector, de economista, educador, comunicador, de transformador de una sociedad deprimida, maltratada, expoliada. Su pensamiento político, cultural, social, que traspasa las fronteras patrias venezolanas y, según lo propusieran intelectuales y pensadores de los siglos pasados – Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Antonio José de Sucre, José Martí, Emiliano Zapata, Sandino, Fidel y un larguísimo etcétera -, se extiende por la patria grande, por la América mestiza, para reconocerse en los pueblos subalternos, que con el discurso y el pensamiento de Hugo Chávez comienza a tener voz propia, a reconocerse como sujeto histórico y no como masa amorfa que sólo tiene presencia y valía en cualquiera de nuestros países cuando llegan las elecciones para seguir votando por las castas oligárquicas que desde los albores del siglo XIX se adueñaron de nuestras patrias.

Si bien es cierto que Hugo Rafael Chávez Frías, el sujeto histórico, irrumpe el cuatro de febrero, como ya lo señaláramos, esto no significa que antes “no existiera”. Ese otro tiempo, que pudiéramos dividir en dos grandes etapas: el de formación en “La Casa de Los Sueños Azules”, como cadete y luego como oficial subalterno destinado en distintas guarniciones del país; y un segundo momento que, subterráneamente, arranca con el “Juramento del Samán de Güere”, y le permite al oficial comenzar a formarse junto a maestros y guías – el viejo maestro Ruiz Guevara, su hermano Adán Chávez, entre otros -, tomando conciencia de la situación real del pueblo venezolano y de la América toda. Un pueblo indefenso, humillado; “un pueblo noble y montaraz”, para parodiar al grande de la canción latinoamericana, Alí Primera; un pueblo inmensamente rico sumergido en la miseria y el olvido. Momento que hará eclosión con los terribles y trágicos sucesos del llamado “caracazo de 1989” y que sacudirá la conciencia de los jóvenes militares, intelectuales, profesores, maestros, estudiantes y obreros de entonces, quienes angustiosamente reconocen la necesidad de sacudirse a un régimen autodenominado democrático – puntofijista -, pero que había agotado ya su legalidad y su accionar en el tiempo. De la célebre coronación de Carlos Andrés Pérez, aquel funesto año 89, emergerá la desconocida figura del comandante Hugo Chávez la madrugada del cuatro de febrero, también llamada “La noche de los comandantes”.

De la misma manera, posterior al siete de octubre de 2012, una vez que el organismo electoral lo proclama vencedor en las elecciones nacionales presidenciales, Hugo Chávez, si bien diluye sus apariciones públicas a causa de su extraña enfermedad, continúa con su trabajo de estadista, de militar, de forjador de una patria grande, inmensa y soberana, como el sueño de los libertadores del XIX. Acción que nos sitúa ante el ocho de diciembre de ese mismo año, cuando en cadena nacional, previendo su fatal desenlace físico, exhorta al pueblo revolucionario venezolano a apoyar a quien define como “su hijo”, para continuar con el proceso revolucionario: Nicolás Maduro, quien a partir de abril de 2013 dará inicio formal a una segunda etapa del denominado chavismo, esta vez sin la presencia física de Hugo Rafael Chávez Frías, el alfarero del poder popular en América Latina.

El 2 de febrero de 1999, mismo día en que asume la presidencia de la República de Venezuela, Hugo Chávez, luego de los actos y discursos protocolares, se traslada hasta “La Casa de los Sueños Azules”, y en el mismo patio donde recibiera su sable como Subteniente del Ejército venezolano, convoca al pueblo todo al “nacimiento del nuevo tiempo venezolano, el nacimiento de la Venezuela nueva, el nacimiento de la Venezuela libre, de la Venezuela bolivariana que siempre hemos soñado”*. Daba inicio a la nueva historia del país y del continente y comenzaba a forjarse un pensamiento y una acción que devendría en la consolidación del ejercicio del poder por parte del pueblo; del ejercicio social, educativo, cultural, deportivo, político, en fin, en todas las estructuras de la nación, llevadas adelante por la acción y la soberanía del pueblo venezolano.

Con ello se daba inicio también a la formación de un pensamiento político e ideológico que trascendería la historia continental: nos referimos al llamado “chavismo”, y con él a lo que el propio Hugo Chávez definió como “Socialismo del siglo XXI”, que se mantiene latente para su investigación y su estudio, y que iremos abordando en sucesivas reflexiones.

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* Discurso en la Academia Militar posterior al acto de toma de posesión en Miraflores. 2 de febrero de 1999.


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Enrique Plata Ramírez

Escritor Revolucionario Profesor Escuela de Letras de la ULA

 plataenr@ula.ve

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