Disparando contra el cuartel general de la corrupción y la guerra económica

“Lo esencial no es lo que hemos hecho, sino lo que nos falta por hacer”

I

Asistimos al trazado de una línea divisoria en el proceso de la revolución bolivariana, a un antes y un después, con el discurso de Nicolás Maduro que fundamenta su exigencia de una Ley Habilitante: Chávez ha definido ese parte aguas  con su idea primordial  “Lo esencial no es lo que hemos, sino lo que nos falta por falta por hacer”. Y quizás esa idea es  decisiva, en su legado.

La cuestión de un nuevo sentido de la patria, es la razón de porque el rumbo y la situación actual de la sociedad venezolana exige, con fuerza inusitada, la reafirmación y reactualización de la Revolución Bolivariana.  Una auténtica revolución es la única alternativa contra el bloque   oligárquico e imperial que hegemoniza las fuerzas fascistas y de extrema derecha.

Un significativo reordenamiento y transformación de la sociedad venezolana está en movimiento y cristalizando. No se trata de una conmoción política,  social efímera y sin trascendencia. Está claro, para el pueblo y la oligarquía que no se trata de un arreglo de poca monta.

Para los chavistas y el movimiento popular, la alternativa  libre y forzada a la vez, es hacer efectiva la crisis y la despedida del país portátil.   En ese límite, en esa querella  nos encontramos. En ese tope, no hay lugar, desde el chavismo, para visiones estrechas, horizontes domesticados y esperanzas recatadas.

Hay que leer hacia adelante y persistir con los signos nuevos del cambio revolucionario.  Se impone establecer la ruptura con la lógica del capital, con el dominio de la oligarquía y de los grupos financieros.  Y derrotar las fuerzas fascistas y de extrema derecha que ya  vulneraron la frontera de la raya democrática.

No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero.  Y es ineludible recomenzar de nuevo y recorrer el camino de la revolución en la revolución: camino que  es un elemento común de todos los procesos  emancipadores y libertarios,  o clásico de la Causa eterna.   Desde siempre está planteada esa cuestión insoslayable,  y   ha sido ilustrada como sigue:

“Las revoluciones se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos…retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:¡Aquí está la rosa, baila aquí”: Marx

Quizás acontezca, como siempre, que la mejor estrategia es posible y surge después de pasos y acontecimientos decisivos, cruciales: el discurso de Nicolás Maduro el  08 de octubre, “in extremis”, es la mejor estrategia política del chavismo para defender la revolución bolivariana y avanzar con la revolución en la revolución.

Y no podemos obviar que la “mejor estrategia” política  es la alternativa que da cuenta de un hecho que no podemos desestimar: la contra revolución en general, y el fascismo en particular, son el resultado directo de procesos revolucionarios fallidos; de derrotas que son al mismo tiempo, innegables testimonios de la existencia de una potencia revolucionaria de los pueblos que no es organizada ni movilizada.

La crítica del capitalismo y la lucha  anticapitalista, de hecho, puede diluirse en las coordenadas de la lógica del Capital, sino se asumen los  antagonismos constitutivos  de las sociedades capitalistas. La posición política de  los gobiernos revolucionarios y la izquierda radical, no puede ser el corporativismo social de naturaleza burguesa; es decir, el chavismo tiene prohibido fundamentar  la  “revolución” en  la idea de que cada parte de la sociedad –clases, grupos sociales, elites- ya  y desde siempre ocupa su lugar: la política emancipada tiene por principio la igualdad no cómo un resultado o finalidad, sino como la forma y contenido de prácticas e intervenciones  políticas y de la transformación revolucionaria del Estado.

Un acto ético: es un imperativo delimitar la política que tiene por finalidad la quiebra absoluta de la usurpación y malversación de los bienes comunes: la ética siempre tiene un fundamento político,  no hay ética despolitizada. La autenticidad de la revolución bolivariana plantea que el chavismo y el pueblo venezolano   asuman su acto ético, el acontecimiento ético  de la lucha integral y radical contra la corrupción. No hay de otra que disolver, pulverizar,  las relaciones de poder existentes que establecen las condiciones de posibilidad de la “ética” utilitarista o liberal y burguesa.  

Alain Badiou, otra vez, es atinado: la ética es una bella palabra para “dejarla en manos de los perros guardianes” del capitalismo. Y entonces hay que referirla a los acontecimientos de verdad  y dar lugar a una “ética verdadera, que preserva, e incluso exige, los derechos de la creación, de la invención en el pensamiento, de la política de la emancipación…”

Entonces, la división entre la ética y la política, desde los procesos de construcción del poder del pueblo y las luchas anticapitalistas, carece de perspectiva radical. La cuestión no es que la ética da lugar a “mandatos incondicionales” u “obligaciones morales”. O en  el sentido más crítico y peligroso de la subordinación de la ética a las relaciones de poder y la lucha por el poder.  Sino, que lo subversivo es la unidad entre  la ética y la política. Y esa es la diferencia elemental que Chávez enuncia y demarca: la dimensión  ética intrínseca de la Revolución Bolivariana.

En el combate contra la guerra económica, contra la política imperial y oligárquica de “hacer sufrir la economía”, la política revolucionaria tiene que voltear la tortilla: estamos obligados a establecer las condiciones de posibilidad de “hacer sufrir la economía capitalista”.  

Tomada la debida nota de que el capitalismo continua naturalizado o normalizado; que  se desempeña con cierta inmunidad, de cara a los avances de la revolución bolivariana; que el capital sobrevive y mediatiza el proceso de cambio; que el capital, todavía o aún,  se reproduce a gran escala, se mimetiza  y establece el peligro real del auto aniquilamiento de la revolución bolivariana y de la idea política de Chávez;  y que desarrolla la estrategia de ahora o nunca: entonces, se

Los grupos oligárquicos (industriales o productivos, financieros, bancarios y comerciales)  controlan  un segmento importante de la renta petrolera, la riqueza social y las divisas.  En la perspectiva  de desmantelar esa red  de poder, es perentorio:

Posicionar procesos económicos (de diversas escalas y dimensiones) e  iniciativas socio-productivas para:

  • Configurar  una potencia económica sostenible y autosustentable; afianzada en el desarrollo endógeno y en las relaciones de integración regional.
  • Producir, desde el pueblo,   la “riqueza social” común, los bienes comunes, la igualdad, la democracia, la emancipación, como nuestra modalidad de vivir juntos: sólo el pueblo salva al pueblo.
  • Con el trabajo de todos producir la vida de todos. 
  • Hacer efectiva la idea de que lo común no es limitable a lo  público (en el sentido de la cosa pública administrada por el Estado y la propiedad estatal).
  • Construir y fortalecer los lugares de producción y hacer el trabajo controlados por el poder del pueblo y de los trabajadores. 
  • Establecer una relación de vida con la naturaleza, con la Madre Tierra.

Desmontar y desplazar la lógica productiva y la ideología económica que producen hombres y mujeres “aptos para dejarse” gobernar y mandar, en base a la normativa y racionalidad de:

  • El individualismo: el sujeto no democrático,   atrapado por el cálculo egoísta.
  • La figura empresarial estructurada de acuerdo a  los fines de la propiedad  privada y la rentabilidad capitalista.
  • La lógica del capital y de la economía de mercado.

Generar  experiencias de vida colectiva y apropiarnos de la producción de lo “Común” y  la invención de la vida.

  • Producción de lo común: de la mismísima vida, más allá de lo económico, para disolver y erradicar  las formas de vida capitalista.
  • Producir experiencias de vida  que transformen las maneras y formas de estar juntos, pero separados por los muros de la miseria, la pobreza, el desempleo, la opresión y la explotación:
  • Cambiar radicalmente  la realidad, transformando  nuestros sueños, nuestras maneras de percibir y hacer nuestra propia vida. Para eso son las ilusiones del pueblo venezolano  y el chavismo: hay que vivir por encima de nuestras ilusiones.

Erradicar la modalidad de gobernar en base a la ideología de la seguridad, en  correspondencia con esa modalidad capitalista de la seguridad que se desencadena con violencia,  crueldad  y sin piedad, después que acontecen las rebeliones o revueltas de los pueblos, a causa del desmantelamiento de las políticas sociales,  la gran moderación fiscal,  las medidas estatales que salvaguardan la súper vivencia de las finanzas mundiales (a costa de las finanzas públicas) y el odio de la elite imperial a la democracia.

Para la revolución bolivariana se trata de superar la gobernanza de la ingobernabilidad que es el resultado directo de los resabios capitalistas vigentes y afirmados en la voraz apropiación de la renta petrolera y a contrapelo de la voluntad del pueblo.

II

Lo económico como problema: como forma ideológica y lugar donde se decide todo o casi todo. En la economía se decide todo o casi todo: es preciso efectuar un significativo desplazamiento de la idea de que todo es político, de la política pura. Los hechos sociales, culturales, organizativos, económicos, culturales gerenciales, administrativos, no son  reducidos por la  política.

No obstante, así como la economía es mucho más que otra esfera de la sociedad (esto es, la economía no tiene un peso específico equivalente al de las otras esferas, sino un peso diferencial y decisivo), la política indica que todas las luchas  (incluso la lucha en la economía-la lucha económica y las estrategias económicas) son políticas.  Ni la política lo es todo, ni la economía lo es todo. Empero,  también es verdad que todo es político  y  que todo es económico. Es imposible eludir, la inevitable  mediación entre la política y  la economía, por tanto es indispensable delimitar el campo específico de  eficacia de la política y de la economía.

Y este es un dato que el chavismo no puede obviar: la insuficiencia de la “política pura” y omnipotente que lo reduce y soluciona todo. De esta manera: la política (la lucha de clases) media la economía que es la esfera donde se decide todo o casi todo. La lucha política emancipadora nada garantiza,  si en la lucha económica, si en la esfera de la economía no hay victoria significativa.

La economía despolitizada  es una vieja creencia liberal burguesa y del socialismo real; la enunciación de una figura ideológica cuyo matiz es velar que la economía está desde  siempre  politizada. Precisamente,  la idea que otorga  fuerza a las oleadas neoliberales (que ya agotaron todas las expectativas de  esperanza promisoria de tipo capitalista), a la euforia neoliberal,  es la espuria postulación de  “que el mundo social está escrito en lenguaje económico”.

Ellen Meiksins Wood es lo suficientemente clara  y precisa en este punto: “… comprender el nuevo imperialismo –es más que decidir si en efecto existe- hay que comprender las especificidades del poder capitalista y la naturaleza de la relación entre fuerza económica y extraeconómica…el capitalismo es único en su capacidad de separar el poder económico del extraeconómico y que en otras cosas implica que el poder económico del capital puede llegar mucho más lejos que el alcance de cualquier poder político o militar concebible. Al mismo tiempo, el poder económico del capital no puede  existir sin el apoyo de la fuerza extraeconómica…”

Es indispensable decir que la economía no es significativa, desde el campo de la revolución, sino se asume su eficacia radical en la delimitación fundamental del antagonismo social constitutivo de las sociedades capitalista y de la lógica del capital. Eficacia radical que  media el conjunto de los antagonismos típicos del capitalismo. Si aceptamos que todas las luchas tienen el mismo peso específico  o equivalente potencial, entonces las luchas anticapitalistas, de hecho, se reducen  o limitan a luchas parciales,  y en torno a hechos sociales parciales (culturales, económicos, etc.).  Y esa vía de las luchas y los hechos parciales es impotente, no asegura  transformar los principios estructurales de la sociedad fundamentada en la lógica del capital: las luchas parciales imposibilitan la radical transformación de los ejes que  estructuran  la vida subsumida por el capital.

La pregunta es  entonces ¿Cuándo hay política?  “Hay política cuando hay una parte de los que no  tienen parte, una parte o un partido de los pobres. No hay política porque los pobres se opongan a los ricos…hay que decir sin duda que es la política –esto es, la interrupción de los meros efectos de la dominación de los ricos- la que hace existir a los pobres como entidad…La política existe cuando el orden natural de la dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte”.

Pensar la política, no es saber que la dominación, la opresión, la explotación, la y la exclusión, sino, en sentido estricto,  hacer efectiva la práctica, la toma de iniciativas políticas,  al interior de un orden social desigualitario,  que posibilitan establecer un nuevo orden social, un nuevo modo de vida democrático, igualitario y justo

Entonces la política es la mirada subjetiva, la “apuesta subjetiva” que nada tiene que ver con el espacio de la sabiduría indolente y cínica.

Esa apuesta subjetiva, ese lugar desde donde se piensa y hace la política, es una crítica invalorable a las ideas  de la “economía despolitizada”, así como  de la creencia que la revolución es un momento de administración y organización racional de las cosas.  La revolución en la revolución es el deslinde sustantivo, si la  cuestión es la explosión de “la aceptación común del capital y los mecanismos de mercado como herramienta/procedimientos neutrales”..

Desde esta perspectiva, se trata de  “políticas correctas” (a la vieja usanza) y no de la teoría económica correcta, que  posicionan las “políticas económicas correctas”. Entonces no se trata de  una batalla de ideas (entre teorías o saberes económicos) sino de luchas políticas. No estamos ante  problemas económicos que tienen sabias soluciones o una solución técnica: nos topamos con problemas políticos que demandan ser asumidos por políticas radicales, si del anticapitalismo y la sociedad de los iguales y los bienes comunes, se trata.

Efectivamente, de la mano de la despolitización de la economía, de la política banalizada y sin proyecto político,  es como la elite imperialista ha dado lugar, a lo que con propiedad puede denominarse el no lugar de la política. Esto es: el capitalismo eterno y único modo de vivir. A lo Ángela Merkel “los ayudaremos (al pueblo y al Estado griego) si hacen o correcto”. El no lugar de la política es además,  las figuras sociales (todas ellas flotantes, sin anclaje fijo…hibridas y errantes…) sin referencia alguna a las clases sociales; y del Estado sin voluntad política, garante de las posiciones de poder de las finanzas mundiales (nómadas también ellas, sin patrias ni fronteras).

Por todo lo anterior, no es extraño ni sorprendente que la oligarquía lacaya, sus sucedáneos y operadores políticos interpelen al pueblo venezolano, al chavismo y al gobierno revolucionario, desde el lugar de la “no política”, desde la política vil de la lucha por el poder estatal, por la apropiación total de la renta petrolera  y desde su  “preferencia nacional” por el capital global y la elite imperial. Y que el bloque opositor sea hegemonizado por fuerzas políticas de corte fascista.

En la dimensión ética y en lo económico, Nicolás Maduro y el gobierno revolucionario han dado un paso firme para derrotar la estrategia de hacer sufrir la economía o de la guerra económica erradicar la corrupción.. Y la elección forzada de los chavistas es que seamos consecuentes con esa política: continuemos disparando contra el cuartel general de la oligarquía lacaya.

El discurso de Nicolás es una manera muy clara de hacer lo que nos falta por hacer. De asegurarnos, de resguardarnos del relato impresentable de lo que pudiera haber sido la Revolución de Chávez.

 



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Francisco Cedeño Lugo


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