A propósito del hecho concreto, denominado guerra económica, que junto a la operación sicológica contra nuestro país han emprendido con fuerza y maldad los agentes desestabilizadores, internos y externos, no está mal pasearse por la percepción y respuesta que el pueblo es capaz de darle a quienes valiéndose de su poder y sus deseos de más poder, poco les importa el sacrificio y sufrimiento de la mayoría.
Que aquí o allá, los pobres e históricos excluidos, reciban de parte de ellos el calificativo de “desdentados”, no sorprende ni amilana a los millones que luchan por su redención. Al fin y al cabo, esta es una pugna histórica, de clases, por el control de de las materias primas y los medios de producción.
A esta altura del juego, como decimos popularmente, el balance que pudiéramos hacer de esta operación o campaña sicológica ha cobrado sus víctimas. Ha tenido sus efectos y son de consecuencia negativa. Seguramente los especialistas hablen de un tipo de enfermedad sicosocial.
A 15 años de Revolución Bolivariana, aunque joven aún, nuestra dirección reflexiona con timidez acerca de las nefastas consecuencias del rentismo petrolero. Nos aferramos a un discurso que resalta de manera desafiante nuestras reservas de materia prima, principalmente petróleo y gas. A sabiendas que tanto o más saben las potencias imperialista de lo que tenemos en aire, mar y tierra. ¿Lo vamos a dudar?
Por otra parte, refiriéndonos a las consecuencias del descuido que hemos tenido por el proceso de industrialización y de la producción agropecuaria, y más allá de la histórica migración hacia la ciudad con la explosividad social que ha generado, pareciera que el ataque a toda esta hipertrofia necesita con urgencia decisiones históricas y contundentes. No olvidemos del discurso demagógico, el proselitismo, el populismo, el clientelismo y todas las caricaturizaciones que se han hecho de la práctica democrática.
De manera que en todo este ajetreo no es suficiente pedirle al pueblo resistencia, coraje y fortaleza. La ha tenido y la tendrá. Lo ha demostrado una y otra vez. En 1958 y fue traicionado. Durante la resistencia de los 60, 70 y 80. Igual ha resistido y enfrentado con valentía los desenfrenados ataques contra Chávez y Maduro.
Es cierto que necesitamos urgentes decisiones para salir ya de las odiosas colas y el contagioso bachaqueo. En eso estamos. Y más allá de vencer estas “modernas enfermedades sociales”, volvemos a donde tenemos que volver, para evitar llegar al llegadero. Asumir el país con verdadera planificación, científica, con una dirigencia que sea más que discursos y medios, aunque necesarios.
A propósito del golpe del 2002 en la pared de una vivienda, diagonal al cuartel militar de la Av. Arismendi, la sabiduría popular se desbordó en una humilde pinta: “Pa bachaco, chivo. Y para adeco, Chávez”