Una y mil veces se ha dicho que hacer una revolución no es pelar mandarinas. No es concha de ajo ni pelar una papa, dicen otros. Efectivamente, se trata de romper de cuajo con los pésimos estilos en el ejercicio de gobierno que terminan dejando de lado el potencial transformador que tiene el pueblo.
La referencia fundamental en esta historia que comenzó con la asunción de Chávez al gobierno es la Constitución Bolivariana, cuya esencia tiene como desarrollo la transferencia de poderes al pueblo. De allí el supremo interés de la Revolución Bolivariana en la aprobación e implementación de leyes para el poder popular, como mensaje inequívoco de sus claros objetivos.
Estamos claros que la campaña desestabilizadora que intensifican los sectores oligarcas a través de la economía y medios de comunicación, obedece a una confrontación de intereses de clases. Quienes fueron desalojados del poder insistirán en volver y para lograr tal objetivo venderán su alma al diablo. Poco les importará la vida de nuestros ciudadanos. Lo sabemos. Menos la patria. Al fin de cuentas, son apátridas.
Ante todo un afán destructivo, de odio y pésimos deseos para el bien de nuestros ciudadanos y del país, la respuesta de nuestro gobierno ha estado por encima de esas aspiraciones catastróficas. Se vuelven irracionales ante el reconocimiento internacional que recibe nuestro país ante logros sociales, políticos y apego a los derechos humanos.
Ante el triunfo que permite a nuestro país un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, de nuevo la respuesta de voceros de la oposición es el desplante y la ridiculez. Descalifican la abrumadora decisión de 181 países que votaron por Venezuela, lo cual es una clara manifestación de confianza para una diplomacia caracterizada por el respeto a la autodeterminación de cada país y por las claras manifestaciones de solidaridad y lucha por la paz.
Igual comportamiento asumen ante los sucesivos reconocimientos internacionales ante los avances por mejorar el nivel de vida de nuestros compatriotas en educación, salud, cultura y alimentación, entre otros. Tal es el caso de la FAO que nuevamente reconoce los sólidos pasos de la política alimentaria de Venezuela.
Indudablemente que estas son buenas noticias, a pesar del empeño opositor en incentivar el saboteo interno y guardar silencio cómplice ante la arremetida paramilitar propiciada por ellos mismos, y que sigue cobrando vida de compatriotas. Y más allá de nuestras fronteras, somos nosotros los que reafirmamos las buenas noticias con el triunfo abrumador de nuestro hermano Evo Morales, quien dedica su victoria a nuestro Comandante Chávez. Que nadie lo dude, no es la primera vez, superaremos el temporal. Seguiremos venciendo.