133 Aniversario de la muerte de Marx: ¿Revolución?, No sin Marx

Los círculos del poder capitalista, tan  sorprendidos como asustados por la recesión   del 2008-2010 y la expansión de la onda larga recesiva, se lanzaron en estampidas a comprar y leer “El Capital”, en busca de lo imposible: “un recetario de fórmulas” que asegurase la salida conservadora de la crisis, que resolviese el límite cero de la lógica del capital, ese punto crítico sin más allá  que Mészáros caracteriza como crisis estructural y sistémica: después de todo, y a contrapelo de la avanzada desmarxificadora, el “Manifiesto Comunista” pulsa, paso a paso,  el desenlace crítico del capitalismo global.

La agudización de las contradicciones constitutivas del capitalismo   y de la contradicción capital-trabajo (masividad intensiva de trabajo precario y desempleo, desbordada desposesión de los bienes comunes, querrerismo  de USA/OTAN y devastación ambiental); las   continuas crisis recesivas, y la consiguiente perdurabilidad de la decreciente de la tasa de ganancia (durante el periodo 1974-2015); y las luchas de los pueblos contra la barbarie que ha desencadenado  la lógica del capital: significan  la exigencia de una ética de la responsabilidad política. De la elección forzada que caracteriza la posición de Marx, y que Wolfgang Fritz Hagaug ilustra como sigue: “…cuando la Nueva Gaceta Renana, dirigida por Marx, fue amenazada por el Estado prusiano con el cierre, Marx escribió: «a las intentonas prácticas, aunque sean masivas, se puede responder con cañones cuando son peligrosas, pero las ideas, que vencen nuestra inteligencia, que conquistan nuestras convicciones, que moldean a través de la razón nuestra conciencia, eso son cadenas de las que no nos libramos sin romper nuestro corazón…»

En términos políticos y teóricos, los objetores de Marx que pretendieron confinarlo al siglo XIX y los auto-engañados por la banal conjetura de   ya “Marx nada tiene que decir”, están topados con el pensador y activista siempre actual. Esto es: siempre joven. En este “tiempo y mundo desquiciado”, es incomprensible, más que nunca  la inestabilidad del sistema capitalista y la idea de la revolución, sin la teoría de Marx; desentendiéndose de Marx;  y menos aún contra Marx. Ahora toca, asegurar el deslinde respecto al  marxismo manualesco, y confrontar, decisivamente,  la política de desmarxificación.  Toca avanzar con el proceso de transición capitalista que supere  las coordenadas y líneas de flotación del poder del capital. En ese sentido, van las contribuciones que siguen:

Ludovico Silva

“Hace falta escribir sobre los manuales. Son los manuales los que confunden a Marx con las momias de Marx.

Hacer un anti-manual, no solo significa escribir contra ciertos manuales, sino escribir de un modo anti-manualesco…

Marx era un pensador heterodoxo. Toda su obra es una constante e implacable crítica, tanto del orden capitalista, como de justificadores científicos o ideológicos. Su pensamiento se resiste, espontáneamente, a ser convertido en una iglesia.”

Bolívar Echevarría:

Mi homenaje quisiera tomar la forma de algo que podría llamarse un elogio mínimo del marxismo. Y esto porque elogiar al marxismo equivale a elogiar el atrevimiento, la audacia, la valentía de quien lo cultiva entre nosotros de manera ejemplar. Implica valentía cultivar el modo marxista del discurso en circunstancias como las actuales, en las que la opinión pública intelectual hace “mofa y escarnio” de él, poniéndolo como último representante del esquematismo y el totalitarismo con los que el discurso moderno intentó reprimir, que no comprender, la realidad. La implica, insisto, porque cultivar el modo marxista del discurso reflexivo no consiste únicamente en defender de acusaciones injustas todo lo valioso que se pudo decir mediante él, sino, sobre todo, en transformarlo radicalmente a partir de las exigencias de la crisis de los tiempos actuales, y también —¿por qué no?— en revertir esas acusaciones sobre quienes las formulan, en mostrar que son precisamente los discursos que pretenden clausurar y anular la propuesta marxista de inteligibilidad del mundo los que han desfallecido y se han dejado atrapar y absorber por el único discurso totalitario y represor que existe: el discurso sordo pero omniabarcante que hace sin cansancio la apología de la modernidad capitalista”

Daniel Bensaid:

“En los años 80, en plena ofensiva neoliberal, el semanario Newsweek titulaba a toda página: “Marx ha muerto”. En las décadas siguientes, la misma frase se repitió una y otra vez en los lugares más diversos del mundo. Se la repitió tanto que hasta se podría pensar que a veces era una certeza y a veces una expresión de deseo una súplica para que el velorio fuera rápido. En todo caso, siempre fue una consigna declamada a viva voz, para dejar en claro que el marxismo era algo de lo que no cabía aprender nada.

Sin embargo, los fantasmas tienen la piel curtida y hoy Marx está de nuevo entre nosotros. En estos tiempos de crisis del capitalismo y de desbandes ideológicos, se lo está redescubriendo. Quizás porque es un pensador fundamental de la modernidad, quizás porque es el mayor y más agudo analista económico de los últimos siglos. Privarse de leerlo y estudiarlo es renunciar a un saber fundamental, ignorarlo es cultivar la propia ignorancia.

Pero entonces, ¿quién fue Marx? ¿Qué es lo que dijo verdaderamente? Este ensayo de Daniel Bensaïd ofrece una breve y lúdica introducción a su vida y a su obra. Un panorama claro y a menudo divertido que conjuga política y filosofía, humor y sentido de síntesis, todo con el fin de presentar en toda su actualidad el pensamiento del principal teórico del anti-capitalismo.

Ayuda memoria, curso de introducción y lectura expansiva, Marx ha vuelto es también una caja de herramientas. Trae los útiles necesarios para la reflexión y para la acción. Para el debate y para la comprensión de un presente que parece cada vez más oscuro y complejo, y cuyas líneas maestras Marx anticipó en El Capital”  Daniel Bensaid

Néstor Kohan:

“Viejo grito de denuncia, rechazo y hastío. Periódicamente  retoma el centro de la escena cuando el conformismo, la mansedumbre, la mediocridad, la apología y la legitimación entusiasta del orden establecido amenazan desdibujar el  sentido crítico de las ciencias sociales. En el pasado, el “retorno” a Marx acompañó las impugnaciones contra Eduard Bernstein, el neokantismo y sus ensoñaciones evolucionistas deslumbradas por la estabilidad capitalista finisecular. El mismo ademán volvió a percibirse en la segunda posguerra cuando la vulgata del stalinismo pretendió enterrar la dimensión crítica del marxismo con la apología del llamado “socialismo real” y la “coexistencia pacífica”. Y nuevamente la apelación a Marx puso en suspenso la borrachera eufórica de keynesianismo, modernización y desarrollismo propios del welfare state, durante los años previos a la crisis del petróleo de los años ’70.  A notable distancia de aquellos antiguos “retornos” y apelaciones, nos interrogamos hoy, en el siglo XXI: ¿“Volver” a Marx después de la caída del muro de Berlín? ¿De qué retorno hablamos? ¿De qué Marx se trata?

Desde nuestro punto de vista la necesidad de reinstalar la discusión y el debate sobre Marx en la agenda contemporánea de las ciencias sociales se torna una urgencia inaplazable. Durante el último cuarto del siglo XX lo que predominó en el terreno del pensamiento social fue un abanico de relatos —principalmente el posmodernismo, el posestructuralismo y el postmarxismo— que condujeron al abandono de todo horizonte crítico radical y a la deslegitimación de todo cuestionamiento de la sociedad capitalista. Esa hegemonía complaciente no surgió de manera espontánea. Convergieron diversas circunstancias.

En Argentina y América Latina, las salvajes y feroces dictaduras militares de los años ’70 no sólo secuestraron, torturaron y asesinaron a miles y miles de militantes políticos, investigadores, estudiosos, pedagogos y difusores del marxismo, instalando el error en su máxima crudeza en toda la población, también desmantelaron programas de investigación, incendiaron bibliotecas completas, destruyeron universidades públicas, promovieron universidades privadas y confesionales, exiliaron a numerosos intelectuales de izquierda (aquellos que no lograron matar) y persiguieron toda huella de marxismo catalogado bajo el rótulo de “delincuencia terrorista y subversiva”. Ese dato que marcó a fuego nuestro país y nuestro continente, aparentemente “externo” a la producción, desarrollo, circulación y consumo de la misma teoría, muchas veces resulta soslayado a la hora de reflexionar sobre los avatares del marxismo. Pero no sólo hubo hoguera, violación, picana y fosas comunes a la hora de perseguir el marxismo en Argentina y América Latina. También hubo mucho dinero.

Una vez que pasó el huracán represivo y su lluvia torrencial de balas, plomo, capucha y alambre de púas, las cenizas de marxismo que habían logrado permanecer encendidas se intentaron asfixiar y apagar con becas, editoriales mercantiles, suplementos culturales en los grandes multimedias, cátedras, programas de posgrado, revistas con “referato”, una fuerte inserción académica y toda una gama de caricias y dispositivos institucionales destinados a desmoralizar a los viejos rebeldes, vacunar de antemano a los nuevos, neutralizar la disidencia, cooptar conciencias críticas y fabricar industrialmente el consenso. Así, con el león y la zorra, con la violencia y el consenso, el fantasma satanizado y demonizado del marxismo revolucionario fue conjurado durante casi treinta años.

¿No habrá llegado la hora de someter a discusión tanto servilismo intelectual? ¿No será el tiempo de retomar el hilo interrumpido? Lo que aquí está en juego es la posibilidad del retorno de la teoría  crítica, del punto de vista radical y revolucionario, de la discusión (durante casi tres décadas ausente, postergada o denostada) sobre los fundamentos de la dominación económica, social, política y cultural sobre la que se asienta la sociedad capitalista contemporánea. No se trata del “regreso” del Marx caricaturesco de la vulgata stalinista, fácilmente refutable (por eso mismo siempre presente en las impugnaciones académicas). Tampoco es el Marx economicista que sólo sabe balbucear la lengua del funcionamiento del mercado y la acumulación pero no puede pronunciar una sola palabra inteligible sobre el poder, la política, la dominación, la hegemonía, la cultura y la subjetividad.

El Marx que a nosotros nos interesa discutir e interrogar es el que ha inspirado históricamente las aspiraciones más radicales de los condenados y vilipendiados de la tierra. No importa si satisface o no el gusto disciplinado y la sensibilidad serializada que ha logrado instalar como horizonte cerrado el pensamiento único de nuestros días (que no ha desaparecido aunque ahora esté de moda escupir sobre el neoliberalismo). El retorno de Marx —de sus problemáticas, de sus hipótesis, de sus categorías, de sus debates y hasta de su lenguaje— no depende de las normas que ordenan la agenda política de las ONGs ni del reconocimiento que brindan las fundaciones académicas privadas, subsidiadas por las grandes empresas, sino de una ebullición social generalizada y ya inocultable a escala global”

Jacques  Derrida:

“Hace más de un año tenía decidido  llamarlo  a los “espectros ” por su nombre desde el título de esta conferencia de apertura “Espectros de Marx”, el nombre común y el nombre propio estaban ya impresos, estaban ya en el programa, cuando muy, recientemente, releí el Manifiesto del Partido Comunista. Lo reconozco avergonzado; no la había hecho desde hacía decenios, y eso debe revelar algo… Bien sabía yo que allí esperaba un fantasma, y desde el comienzo, desde que se levanta el telón. Era, pues, un fallo por mi parte el haber alejado de mi memoria a lo que fue lo más manifiesto del Manifiesto. Lo que allí se manifiesta en primer lugar es un espectro, este primer personaje paterno, tan poderoso como irreal, alucinación o simulacro, y virtualmente más eficaz que lo que tranquilamente se denomina una presencia viva. Al releer el Manifiesto y algunas otras grandes obras de Marx me he percatado de que, dentro de la tradición filosófica, conozco pocos, quizás ninguno, cuya lección parezca más urgente hoy, siempre que se tenga en cuenta lo que precisamente me he percatado… No solamente lamento con vista algún enriquecimiento progresivo del conocimiento que nada cambiaría en el orden de un sistema, sino para tener en cuenta a los efectos de ruptura o de reestructuración del sistema…Y acoger de antemano, más allá de toda programación posible, la imprevisibilidad de nuevos saberes, de nuevas técnicas, de nuevos reparto políticos. Ningún texto de la tradición parece tan lucido sobre la actual mundialización de lo político, sobre la irreductibilidad de lo técnico y de lo mediático en el transcurso del pensamiento más pensante y más allá del ferrocarril de los periódicos de la época, cuyos poderes fueron analizados de manera incomparable por el Manifiesto. Y pocos textos fueron tan luminosos, a propósito del derecho internacional y del nacionalismo. Será siempre un fallo no leer y releer y discutir a Marx. Es decir, también a algunos  otros y más allá de la lectura  o de la discusión de escuela. Será cada vez más un fallo, una falta contra la responsabilidad teórica, filosófica, política. Desde el momento en que la máquina de dogmas y los aparatos ideológicos marxistas…y otros lugares de producción doctrinal están en trance de desaparición, ya no tenemos excusa, solamente coartadas, para desentendernos de esta responsabilidad. No habrá porvenir sin ello, no sin Marx. No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx.” 



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Francisco Cedeño Lugo


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