No hay otra forma de explicar lo sucedido con lo que se pretendió fuese la revolución venezolana. Con ingentes recursos económicos recibidos por exportaciones petroleras; con un importantísimo aval político que le brindaba la esperanza del pueblo en una vida mejor; con apoyo internacional de aliados extranjeros; con todos los poderes públicos en sus manos y una oposición mediocre, sin embargo, esta revolución que fue ilusión se diluye. ¿Será posible rescatarla? Solo si los mediocres abandonan el poder o hacemos que lo abandonen.
Oír a ministros declarar barbaridades, al presidente decir mentiras y a los dirigentes del P.S.U.V. prodigarse en adulancias, es suficiente para exigir acción a los genuinos socialistas de izquierda; de otra forma también seremos cómplices del fracaso. Tuvimos todas las oportunidades y recursos para haber sido referencia revolucionaria por lo menos para América Latina y eso se dilapidó. Hoy no contamos con dinero ni con fervor popular; el apoyo internacional se debilita con el lento y disimulado viraje de Cuba hacia el Capitalismo, y los poderes públicos no gozan de credibilidad. Corruptos, simuladores, asaltantes políticos y delincuentes se apoderaron de lo que fue proyecto y nunca se concretó.
Pero la peor especie es la de los incompetentes, esos cuyas habilidades no conjugan con sus responsabilidades. Por el debido respeto a sus personas no los menciono, pero cada servicio público deficiente los retrata. Han hecho un daño inmenso a la revolución y son sus peores enemigos. Se mantienen en el poder solo por sumisos y por la personal incompetencia del jefe del Ejecutivo, quien no es capaz de detectarlos. ¿Es esta entonces una revolución de cómplices? ¿O es una revolución de pandilleros y bandidos como la califica la oposición “caimana”, la que está apostada en el caño de la aviesa intención para asaltar el poder y hacerlo peor? Yo opino que son los incompetentes la peor especie de termita que corroe el tablado revolucionario.
Mi llamado no es a rendirse ni a renunciar. Mi llamada es a recuperar el proyecto original de la revolución socialista de izquierda que soñamos. A hacerla efectiva, honesta, decente en su ejecución y pura en su intención. En todo caso esa fue la que soñé. Y la que me mantiene.