Es comprensible que se intente realizar una periodización de la historia, pero lo que asombra es la rapidez con la que un grupo de intelectuales, de derecha y de izquierda, se sumó al discurso de “fin de ciclo progresista” en sus distintas formas. También es notable la falta de complejidad que se aplica al tema. El profeta Ezequiel, cuando miraba al cielo, veía ruedas dentro de ruedas (y por lo menos cuatro), pero nuestros intelectuales, más pobres de imaginación, ven una sola. Para evitar esta caída precipitada en el reduccionismo, la intelectualidad debería haber recordado la cautela de Zhou Enlai quien, cuando le preguntaron su opinión sobre la Revolución Francesa, respondió: Es demasiado temprano para evaluarla.
Lo que hoy día sí podemos constatar es un estrepitoso desplome en los precios de los commodities, base de casi todas las economías latinoamericanas (y por supuesto algunas batallas perdidas a nivel de Estado en Venezuela, Argentina, Brasil y Bolivia). Pero de estos hechos no sigue que los procesos políticos estén condenados a seguir un curso parecido. La primera lección de la política revolucionaria –por lo menos como la concibió Lenin en su obra germinal ¿Qué hacer?– es que la esfera política tiene un importante índice de autonomía frente a la esfera económica. Puesto que la pregunta propiamente política es “hacia dónde debemos ir” más que “por dónde nos están llevando”, lo que muestra el discurso desgastado de “fin de ciclo” y su viralización en el ámbito intelectual es, no tanto la bancarrota de los procesos, sino la bancarrota de la intelectualidad.
Así proponemos que es necesario dar un viraje en el discurso: un empujón en la dirección propiamente política que nos distancia de la metafísica derrotista de los fines de ciclo. ¡No hay ningún “fin de ciclo” que sea un hecho consumado! Más bien la crisis económica ha abierto un nuevo campo de lucha. Por supuesto, la lucha puede tomar diferentes formas en diferentes momentos, y debemos hacernos la autocrítica por haber tenido un enfoque casi-único: la lucha electoral-institucional. “El zorro sabe muchas cosas, el erizo sabe una sola cosa importante” es un viejo refrán griego que apunta a uno de nuestros errores[1]. Efectivamente, nuestros procesos son como erizos que han sabido ganar en el ámbito electoral y hacerse fuertes en las instituciones... pero ahora tenemos que actuar como zorros: hábiles, astutos e inventivos.
La otra gran carencia en todos los procesos latinoamericanos –y ésta puede conducir a su muerte temprana– es la carencia de visión estratégica. En una situación marcada por un equilibrio de fuerzas, quién tenga un planteamiento estratégico tiene las de ganar. Pero, ¿cómo concebir una visión estratégica y revolucionaria en un contexto con tantas presiones y exigencias? Apuntemos a un importante desarrollo teórico en el siglo XX: efectivamente, la idea Leninista de la relativa autonomía de la política que mencionamos anteriormente fue transformada de forma especial en manos de teóricos más tardíos como Walter Benjamin, Hannah Arendt y Alain Badiou. Estos pensadores “cuadraron” la autonomía de la política, argumentando que, para romper con la corriente de la historia y las supuestas leyes de la economía y la sociedad, la política revolucionaria tiene que asumir la forma del “milagro”, de la “interrupción mesiánica” o del “evento”[2].
¿Fue un paso excesivo? ¿Son la interrupción de Benjamin y el milagro de Arendt un salto al vacío del misticismo? Creemos que no. Más bien representan formas de ser leal, en condiciones cada vez más adversas (por la creciente dominación de la lógica del capital), a lo que Lenin había descubierto anteriormente. Según entendemos, el milagro o la interrupción mesiánica marcan el momento en el que lo político se sobrepone sobre lo histórico y lo económico con una visión estratégica. Esta visión estratégica no es un plan acabado para llegar al final feliz de la historia (lo cual sería más característico de la mirada progresista); más bien se caracteriza por ser un primer paso en un camino marcado indeleblemente por la ruptura con lo que hasta entonces ha existido. Su índice de ruptura señala la apertura de un nuevo horizonte porque deroga las leyes que hasta ahora han regido nuestra existencia.
Huelga decir que en la Venezuela de hoy las leyes de la economía nos han llevado a la ruina y no pueden ser nuestra salvación. La salvación ha de ser otra: una decisión de ruptura propiamente política. Parafraseando a Hegel –y conscientes de que un ciclo económico no equivale a un ciclo político– podemos afirmar que cuando la intelectualidad pinta sus ciclos grises sobre la realidad gris, esto sólo muestra que una forma de hacer política ha envejecido y no puede rejuvenecer. Es precisamente allí donde la política revolucionaria puede emprender su vuelo...
Notas
[1] Se trata de un fragmento de poesía de Arquíloco, “El zorro sabe muchas cosas, el erizo sabe una sola cosa importante”, que fue popularizado por Isaiah Berlin en un ensayo titulado “El zorro y el erizo”.
[2] No es irrelevante que Hannah Arendt y Walter Benjamin tengan influencia kantiana, porque en la filosofía de este último se mantiene un concepto de libertad en la actuación capaz de contrarrestar el historicismo a veces cerrado, por no decir asfixiante, de Hegel y de la tradición dominante del marxismo.