Siempre evocamos un poema y apenas a su poeta. Leemos poesía, no se lee a un poeta. La poesía es fiel a la verdad, los poetas no. Esa es la batalla de un poeta contra el mundo de su consigo mismo. Mientras menos importe el poeta del poema más esencial su poesía y más insignificante el poeta cuando su tribu lo recite sin recordarlo. No recordar no es olvido cuando la manada a un poeta invoca, pero no falta nuestra pregunta tonta: ¿Y eso quién lo dijo?
Aquí evocaremos poesías y cuidaremos de recordar a sus poetas a pesar del agravio que podemos infligirles. Carguen también los poetas con las consecuencias de escribir lo que nos hace nombrarlos.
Seguro que de los poetas abusaremos por nuestra memoria conveniente de algún poema político displicente, porque a nuestra avergonzada saña bien se aviene, sabiendo que otros poemas el bardo invitado seguro tiene, mejores que éste y hasta lo contravienen. Y en este final momento que una justificación buscaba, se me antojó abrir un libro de este bardo de mi manada.
“Como el asaltante que se hace de su bella rehén
y sin dar el frente se escuda en su cuerpo,
pistola en mano, marchando hacia atrás,
así por la fuerza, para escapar del cerco
y para robarle la voz y sentirla
como si fuera la mía,
así Poesía te he tomado por asalto”.
“Poesía por Asalto”
Juan Calzadilla
(Venezuela, 1930)